En una comunidad rural de Alto Baudó, Chocó, un campesino deambula de casa en casa pidiendo comida y ayuda. Hace seis meses alguien entró a su finca e instaló “equipos de Internet con antenas”. Cuando él los vio se asustó, pues lo más probable es que un grupo armado entrara y utilizara su casa como base de operaciones. Entonces tomó una bolsa con su ropa y se fue a donde unos conocidos mientras el grupo armado se iba de la zona. Semanas después regresó a su finca y el escenario fue desolador: su casa había sido destruida y los equipos también. ¿Qué había detrás de esto? Los enfrentamientos entre grupos armados en la zona.
El 2022 ha sido un año difícil para las comunidades rurales del departamento de Chocó. Allí, según Oficina de Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA), 131.765 personas de 12 municipios del departamento enfrentan dificultades para moverse libremente y acceder a alimentación, educación y salud.
Los enfrentamientos entre grupos armados, así como la instalación de minas antipersonales, ha reducido el espacio para que las comunidades afro e indígenas puedan moverse libremente.
Conocimos la historia del campesino en una de nuestras visitas a las zonas rurales de Alto Baudó, en donde se presentan varios casos de confinamiento en comunidades indígenas y afro. Desde marzo de 2022, contamos un proyecto de salud comunitaria y de atención a emergencias para esta zona del país. Allí, la presencia de las instituciones de salud es mínima y hay pacientes que no pueden acceder a la atención médica, tanto por limitaciones relacionadas con seguridad como por falta de recursos para pagar un transporte que los lleve.
“Queremos volver a vivir como antes”
Pie de Pató, cabecera municipal de Alto Baudó, es el lugar a donde llegan los representantes de resguardos Emberá y consejos comunitarios afro para recibir asistencia humanitaria. Nuestra organización tiene una sede allí y atendemos pacientes en trabajo conjunto con el centro de salud municipal. Algunas personas deben viajar entre dos y doce horas en lancha para llegar a esta cabecera, en donde encuentran un primer punto de atención en salud. Ante las restricciones de seguridad y la ausencia de recursos económicos, muchos enfermos no reciben atención médica.
Entre el 20 de mayo y el 23 de noviembre de 2022, nuestro equipo realizó 322 referencias médicas de pacientes sin acceso a la salud en veredas alejadas de Alto Baudó, o en palabras más simples, se encargó de su transporte desde veredas lejanas hasta el puesto de salud de Pie de Pató. En este periodo, en veredas rurales de este municipio en donde hemos trabajado, se han registrado 10 fallecidos menores de 5 años por diferentes causas, como asfixia, tosferina, diarrea, deshidratación y vómitos. Para los adultos, se reportaron dos fallecidos, uno por sangrados y otro por convulsiones. A su vez, se han detectado cinco casos de personas que sufrieron mordeduras de serpientes.
Un gobernador indígena de una comunidad Emberá Katío contaba, por ejemplo, que en un corregimiento cercano –omitimos el nombre por seguridad – viven actualmente cinco comunidades Emberá, de las cuales cuatro llegaron tras ser desplazadas en 2014:
“Somos 786 habitantes, eso es mucha gente porque no hay donde más construir y tampoco hay trabajo. La mayoría de gente trabaja como jornaleros en fincas, pero ya casi no hay porque quedan dentro de la selva, en donde hay enfrentamientos a cada rato”.
Para llegar a Pie de Pató, el gobernador tuvo que viajar un día en lancha. Allí, como contaba, es el único lugar en donde puede comunicarse con la alcaldía o con organizaciones humanitarias para recibir algún tipo de ayuda. Los confinamientos, contó, han causado problemas de alimentación, pero también de alcoholismo, pues muchas personas viven con un estrés permanente. “Las fincas están abandonadas, lo único que se puede hacer es coger plátano y yuca para comer, pero eso no nos alcanza”.
“Si no vienes a Pie de Pató no puedes comprar comida. Y para venir nos toca tener al menos 200 mil pesos. Cuando la gente se enferma con malaria o fiebre, no se puede hacer nada”, nos contaba el líder.
En estos momentos, nuestra organización se encarga de pagar los combustibles de las lanchas para trasladar a los pacientes a la cabecera municipal. En el transcurso de 2022, los casos más comunes que hemos atendido o remitido están relacionados con deshidratación, diarrea, malaria, malnutrición y desnutrición, pues se ha encontrado que no hay suficiente proteína para todas las personas.
Temporada invernal y enfrentamientos
El conflicto armado no ha sido el único problema que han tenido que enfrentar los pobladores de zonas rurales de Alto Baudó en los últimos meses. La temporada invernal, de acuerdo con las autoridades indígenas, ha afectado a por lo menos 750 familias. “En este momento mi comunidad está inundada”, comentó un líder de otra comunidad indígena cercana, la cual está a cuatro horas en lancha de Pie de Pató. “Se nos perdieron los cultivos de yuca y plátano. Muchos niños tienen fiebre, gripa, tos y vómito porque se toma mucha agua de río”.
Las familias tienen espacios cada vez más reducidos para vivir. El líder contaba, por ejemplo, que hay casas en donde duermen 39 personas porque muchas se han desplazado por los enfrentamientos constantes. Coincide con otras autoridades indígenas en señalar que desde 2014 muchas familias se desplazaron y no han logrado regresar a sus fincas:
“Allá no hay animales ya, ni cultivos, y si alguien va a cazar puede ir pisando una mina y morir. Como no hay alimentos, nos toca llamar a que nos ayuden o que transporten a los niños”. En su comunidad hay médicos tradicionales, “jaibanás”, pero últimamente “no pueden hacer mucho y toca llamar a los médicos occidentales. Hay enfermedades que ya no puede curar el jaibaná”, nos decía.
Una situación similar están viviendo las familias de otra comunidad que queda a 11 horas en lancha de Pie de Pató. Allí, 659 habitantes tienen dificultades para transportarse por las restricciones de los grupos. Existe un temor latente a cruzar fronteras invisibles, a ser identificados por un grupo armado como ayudante de otro. Lo mejor es el guardar silencio y, como contaba un habitante, por seguridad toda la comunidad debe estar reunida antes de las seis de la tarde. Si un paciente se enferma en la noche, simplemente no pueden salir. Si bien tienen autoridades médicas tradicionales como jaibaná, conguero –quien interpreta los sueños –, yerbatero – conocedor de las plantas – y parteras, no pueden ir a cazar y alimentarse y los peces escasean.
Un habitante de este poblado contaba que recientemente tres indígenas salieron a cazar y pisaron una mina antipersonal. A otro joven que subió el río sin permiso de los grupos armados lo golpearon. Las danzas y las ceremonias se hacen cuando los grupos no están:
“No nos dejan hacer la vida. Los niños tienen problemas para ir a colegio, no se puede cazar, no se puede ir por las yerbas que necesitan los jaibanás. Con la conquista de América nosotros los Emberá huimos a las riberas del río, ahora estamos haciendo lo mismo, pero no encontramos paz”.
© MSF/Santiago Valenzuela.