Las crisis económicas que enfrentan los países latinoamericanos, agravadas por la pandemia de COVID-19 y los violentos conflictos en algunos territorios, han potenciado la necesidad de migrar hacia Norteamérica para cientos de personas de nuestra región. Pero este objetivo se ve impedido por el endurecimiento de las políticas migratorias en algunos de estos países, las cuales tienden a criminalizar a las personas que deciden salir a buscar seguridad y estabilidad. Como consecuencia, muchas se ven en la necesidad de arriesgar su vida atravesando rutas informales en las que corren múltiples riesgos, tanto en su salud (malaria, dengue, diarreas) como por violencia (al ser atacadas, asaltadas y agredidas sexualmente).
A este flujo de migrantes de Latinoamérica se le suma también un grupo que llega todavía de más lejos, de países africanos o asiáticos, y que huye de la violencia y los conflictos en sus territorios.
Muchos de ellos coinciden en un camino peligroso e inseguro en plena selva: el Tapón del Darién.
¿Qué es el Darién?
En la frontera entre Colombia y Panamá, dividiendo América del Sur de América Central, se encuentra una área selvática y pantanosa que abarca 5 mil kilómetros cuadrados denominada “Región del Darién”. La misma recibe también el nombre de “Tapón del Darién”, al tratarse de un hito natural que impide la comunicación por carretera entre ambos subcontinentes.
Pese a no contar con vías terrestres de transporte que la atraviesen, la región se ha convertido en extenso punto ilegal de paso para cientos de personas migrantes que desean llegar a Norteamérica. Para lograrlo, o intentar lograrlo, existen rutas informales.
Hasta diciembre de 2021, el camino se realizaba a través de la localidad de Bajo Chiquito, pero posteriormente se abrieron otras dos rutas:
- La opción más costosa implica pagar un tiquete por 400 dólares para tomar un bote desde Capurganá (Colombia), hasta Carreto (Panamá) y luego cruzar la selva caminando durante dos o tres días hasta llegar a Canáan Membrillo (Panamá). Allí debe tomarse un bote por unas seis horas y luego un bus hasta llegar a la Estación de Recepción Migratoria (ERM) de San Vicente, en Panamá, en donde las personas son recibidas y aguardan a que se resuelva su situación administrativa.
- La opción más ardua e insegura, desde los peligros del terreno y la violencia a la que se exponen las personas, consiste en atravesar caminando la región, desde Capurganá hasta Canáan Membrillo, lo que puede llevar entre 7 y 10 días.
© Santiago Valenzuela/MSF.
¿Qué peligros conlleva cruzar el Darién?
Atravesar el Tapón del Darién implica, ante todo, realizar una travesía en la que se arriesga la propia vida, ya que los peligros son múltiples.
Respecto a las condiciones geográficas, es un terreno de estrechos caminos y despeñaderos, en los cuales muchos migrantes han caído, y ríos de fuertes crecidas que pueden llegar a arrastrar y ahogar personas.
La presencia de grupos delincuenciales es otro de los grandes riesgos. Muchas personas son atacadas, asaltadas (les quitan el dinero y hasta la comida) y violentadas sexualmente.
Además, las jornadas de caminata tan extenuantes y en terrenos tan hostiles acarrean numerosos riesgos físicos como deshidratación, diarrea, infecciones gastrointestinales y/o respiratorias, malnutrición, afectaciones cutáneas, heridas por traumas y caídas y laceraciones en las extremidades.
¿A dónde llegan las personas que sobreviven al Darién?
Durante 2021, las personas migrantes que lograban salir vivas de este camino mortífero llegaban al poblado de Bajo Chiquito, Panamá, en donde nuestra organización, en trabajo conjunto con el Ministerio de Salud, brindaba atención médica. Luego, los migrantes eran trasladados a diferentes estaciones migratorias en la provincia del Darién.
En 2022, las zonas de Canaán Membrillo y Bajo Chiquito se convirtieron en los puntos principales de entrada a Panamá para la mayoría de migrantes que provenían principalmente de Venezuela, Ecuador, Haití y Colombia. Desde estos puntos, las personas son trasladadas a las Estaciones de Recepción Migratoria (ERM) de San Vicente y Lajas Blancas, muchas veces con complicaciones médicas agudizadas.
Durante 2022, realizamos 40.353 consultas médicas y de enfermería; 2.600 consultas de salud mental y 561 sesiones grupales de apoyo psicosocial. Para las consultas por psicología, el 70% de las y los pacientes llegaron por sucesos relacionados por violencia.
Respecto a violencia sexual, atendimos 172 casos según los criterios de nuestra organización, de los cuales 60 corresponden a la definición bajo los criterios de la República de Panamá. De los 172 casos, un 37% recibieron atención médica en las primeras 72 horas después del evento.
¿Qué estamos haciendo desde Médicos Sin Fronteras?
Desde finales de abril de 2021 ofrecemos servicios médicos básicos y atención en salud mental a la población en tránsito que llega a Panamá a través de la selva del Darién. Iniciamos nuestras actividades en Bajo Chiquito y las ERM de San Vicente y Lajas Blancas.
Nuestro objetivo es contribuir a reducir el sufrimiento de esta población, a cubrir sus necesidades humanitarias básicas y alertar sobre su situación y demandar una ruta alternativa a la actual que sufren por el Darién.
Algunos testimonios de nuestros pacientes
- Marzo de 2022: John salió con su familia de Sudáfrica, inicio su viaje en Necoclí con un grupo de personas de diferentes nacionalidades. Un supuesto guía que les cobró 1.000 dólares los hizo cruzar la selva hasta la frontera con Panamá, donde otros guías armados los hicieron continuar su recorrido por El Darién hasta un campamento, donde los despojaron de todas sus pertenencias. “Nos dejaron sin ropa, comida, dinero, se llevaron los celulares, todo. Nos dejaron como animales a merced de la jungla. Luego separaron a las mujeres, sin importar su edad o si tenían hijos. Nos hicieron quitarnos la ropa, dejándonos completamente desnudos. Los hombres armados metieron sus dedos en sus partes íntimas de las mujeres para ver si estaban escondiendo dinero allí”, recuerda. Luego de pasar cuatro días en la selva llegaron a un campamento. “En ese viaje muchas familias fueron separadas, yo perdí a mis hijas. Estábamos sufriendo física, moral y espiritualmente. No llevamos nada excepto nuestras heridas. Estuve llorando por días. No tenía ni idea de dónde estaban. La condición médica de las personas que salen del monte es terrible, todos necesitamos asistencia médica” concluye.
- Abril de 2022: Mariela es una mujer de nacionalidad mexicana de 47 años. Salió hace dos años de su ciudad al norte de México, en busca de su pareja que vivía en Colombia. Cuando llegó a Guatemala conoció a un hombre hondureño que la llevó a Honduras a vivir con él. La golpeaba y, estando embarazada de él, la hizo a abortar a golpes. Decidió escapar y continuar su viaje a Colombia en busca de la persona por la que había salido inicialmente. Al no encontrarlo decidió regresar a México por la selva. “En la selva me robaron y me violaron, ves personas muertas, decapitadas. Puse una denuncia cuando me trajeron a la estación de Lajas Blancas. Llevo 9 meses aquí, privada de la libertad. Me he enfermado mucho. Nadie me ha explicado porque he estado tanto tiempo detenida.”, concluye.
- Mayo de 2022: Gabriela es una mujer de 40 años, venezolana. Nos contó lo siguiente sobre la ruta que enfrentó antes de llegar a San Vicente: “No se atrevan a cruzar por aquí y si se atreven sepan que hay riesgos de violación, secuestro y robo. Hay peligro de muerte. Si tienen niños, no lo hagan porque es exponer a sus hijos a la muerte. A nosotros nos robaron. A unos asiáticos los desnudaron y nos obligaron a ver. Nos quitaron todo el dinero, nos dijeron que no iba a haber violaciones si cumplíamos con las ordenes que nos estaban dando. No hay piedad, ni contemplación. Ahí la vida no vale nada, ni siquiera la de los niños”.
Pedimos rutas seguras de forma urgente y el acceso de las organizaciones humanitarias al Darién
El sufrimiento que estamos viendo en las personas que atendemos es enorme. Es fundamental y urgente que los gobiernos de Colombia y Panamá busquen alternativas para garantizar el paso seguro y desplieguen los mecanismos de protección necesarios en sus territorios para evitar más muertes y padecimientos.
Las personas migrantes deberían poder transitar por rutas seguras, establecidas por las autoridades, sabiendo que no van a ser asaltadas, golpeadas, robadas o vejadas y que no van a arriesgar su vida o las de sus familias en el camino. Estas personas deberían tener derecho a los servicios mínimos, especialmente en salud y protección.
Nadie debería afrontar lo que afrontan nuestros pacientes solo por huir de la violencia y pretender una vida con mayor seguridad y estabilidad. Buscar refugio no es un crimen.
*Nota actualizada en abril de 2023