¿Cuáles fueron los rasgos generales del proyecto virtual que permitió dar respuesta desde y para Latinoamérica a la pandemia?
Cuando la pandemia se acercaba a la región nos comenzamos a preguntar cómo podíamos aportar a la respuesta temprana en un continente tan vasto, diverso y extenso, en un contexto de restricciones a la movilidad de las personas, distancia física, limitados medios de transporte. Además, como es sabido, la presencia operacional de Médicos Sin Fronteras (MSF) en la región no es tan extensa como en África o Medio Oriente, y hay relativamente pocas oficinas situadas en él, a diferencia de lo que pasa en Europa, por ejemplo. Esto no nos impidió analizar lo que se venía y pensar de qué forma podríamos aportar nuestra experiencia en el manejo de crisis sanitarias y epidemias. Para ese análisis, fue clave la extensa red de personas que ha trabajado o trabaja actualmente en la región con MSF, que nos mantiene en contacto con muchas instituciones gubernamentales y otras organizaciones de la sociedad civil. Por todas estas cuestiones decidimos armar un proyecto virtual, que nos permitiera estar cerca de los trabajadores de primera línea de América Latina.
Teniendo en cuenta nuestra experiencia y el principio fundacional de MSF de estar donde nadie más está, pusimos como objetivo transmitir nuestro conocimiento sobre la gestión de brotes epidémicos para contribuir a reducir la propagación de casos y el exceso de mortalidad y morbilidad a causa de COVID-19 en los grupos más vulnerables de América Latina.
¿A quién apuntaba concretamente el proyecto y qué servicios proveía?
Pudimos llegar a múltiples países, regiones y personas, principalmente trabajadores y trabajadoras que estaban haciendo frente en primera línea a la pandemia. Nos enfocamos especialmente en dar apoyo a comunidades remotas y en áreas con acceso limitado a los servicios de salud.
A todas estas personas les brindamos un servicio de apoyo técnico y estratégico, en línea y gratuito. Pusimos a disposición canales directos de comunicación con un equipo de MSF, creamos contenidos específicos, brindamos capacitaciones, dispusimos cantidad de recursos técnicos en una página web y en una aplicación. Por supuesto, difundimos estos recursos para darlos a conocer entre el público objetivo.
¿Qué impacto se logró?
Entre mayo y agosto respondimos a las más de 1.600 consultas que llegaron desde 14 países de la región. Realizamos 142 capacitaciones y 38 visitas virtuales a instituciones, que se acompañaron de recomendaciones específicas para cada una de ellas.
El sitio web recibió más de 21.700 visitas de personas latinoamericanas. Y, a través de éste y de una aplicación, se registraron 2.700 descargas de contenidos como guías técnicas o protocolos.
¿A nivel personal, qué aprendizajes y satisfacciones te dejó el proyecto?
Brindar soporte remoto en lugar de presencial fue algo novedoso que creó una mezcla de frustración y satisfacción: frustración por no poder colaborar físicamente para mejorar la situación en el área o institución que fue asesorada, algo que quienes formamos parte de MSF valoramos mucho; y satisfacción por brindar capacitación y recomendaciones que mejoraron la situación en estas áreas, mitigando los efectos del virus.
La tarea humanitaria lamentablemente siempre conlleva esa sensación de que uno no logra hacer todo lo que se necesita porque las heridas del mundo son gigantes, pero la elección tiene que ser siempre pensar en lo logrado, en que hicimos la diferencia para todas aquellas comunidades, instituciones, personas con las que contactamos. Cuando lo necesitaron, logramos estar ahí.