Todos los días, desde muy temprano en la mañana, José Chacón se viste con su braga y equipo de protección y se dedica a tratar los desechos médicos que son segregados en el ambulatorio de San Vicente en el estado Sucre, al noreste de Venezuela. Es un trabajo que luce a simple vista sencillo pero que tiene un impacto enorme.
Este centro de salud está ubicado en una zona rural y recibe pacientes de diversas comunidades que llegan muchas veces a pie en busca de atención médica primaria. Cada día se realizan allí diversos tipos de consultas relacionadas con malaria, vacunaciones, enfermedades respiratorias, traumatismos, laceraciones, partos, entre otras, y, en consecuencia, el ambulatorio produce desechos médicos potencialmente peligrosos tanto para el personal sanitario, como para la población que vive en los alrededores, y también para el medioambiente.
Una mala gestión de desechos médicos implica un factor de riesgo, por lo que es necesario que los centros de atención cuenten con procesos adecuados para su segregación y con áreas propicias para tratamiento y disposición final. Se trata de una medida fundamental para evitar que materiales infecciosos puedan contagiar a personas que, por alguna u otra razón, tengan contacto con estos. En este sentido, la organización médico humanitaria Médicos Sin Fronteras (MSF) lleva adelante en el estado Sucre, junto a las autoridades de salud nacionales, actividades relacionadas con la gestión de desechos hospitalarios, con la intención de cumplir con los protocolos de control de infecciones.
“Antes, los desechos del ambulatorio se embolsaban y se botaban con la basura común. A veces los quemaban o los llevaban a una quebrada. También se veía a niños jugando con inyectadoras que encontraban por ahí”, explica José. Nacido y criado en San Vicente, José es desde hace años uno de los trabajadores más entusiastas del ambulatorio y ahora está presente de manera activa en todos los procesos de gestión de residuos. “Cuando el equipo de MSF llegó a San Vicente, vieron que no había sitio dónde botar la basura del hospital y comenzaron a planificar: pusieron agua, construyeron fosas, nos enseñaron a clasificar los residuos. Ahora todo se destruye de manera segura”, agrega.
Para Rebecca Santana, especialista en el área de Control y Prevención de Infecciones de MSF: “Es difícil cuantificar el impacto que tiene en la salud de las comunidades el manejo adecuado de desechos médicos, pero la realidad es que esto previene infecciones como hepatitis y VIH. La creación de esas zonas de desechos en un centro de salud es un requisito básico y esencial para prestar servicios de salud a las comunidades de manera segura, es tan esencial como el suministro de agua”, añade Santana.
MSF desarrolla entre el personal de los centros médicos un plan de entrenamiento en protección, segregación y tratamiento de desechos y ha construido y puesto en funcionamiento estas zonas especiales en los hospitales de Cumaná, Carúpano y Yaguaraparo y los ambulatorios de Coicual, Putucual, Agua Clarita, San Vicente y Guaca. Las áreas están compuestas de incineradoras y fosas para residuos como gasas, algodones, tapabocas y plásticos; incineradoras y fosas para contenedores de agujas y otros materiales punzo penetrantes; trituradores y fosas para elementos de vidrio con los que se pueden procesar ampollas o placas de laboratorio; y fosas para desechos biológicos como placentas. La segregación o clasificación de desechos se realiza así en cuatro grupos: potencialmente contaminados, infecciosos, biológicos y comunes. Después son colocados en contenedores herméticos, sellados e inmediatamente procesados para su tratamiento final. Esto también aplica a los materiales relacionados con la atención a casos de COVID-19, como mascarillas y equipos de protección desechables.
Hoy José se siente contento pues ve el impacto real de su trabajo. Está consciente de que su labor previene muchas enfermedades en su comunidad y entre el equipo sanitario que trabaja con él en el centro de salud.