Por Amparo Vilasmil, responsable de actividades de salud mental de Médicos Sin Fronteras (MSF) en Cabo Delgado, Mozambique. Forma parte de un equipo que trabaja en Montepuez, la segunda ciudad más poblada de la provincia y uno de los destinos de las personas desplazados que han huido de los recientes ataques en la ciudad costera de Palma.
Desde noviembre del año pasado, nuestros equipos médicos llevan a cabo un proyecto en Montepuez. En el último año, el número de personas que se han visto obligadas a huir aquí ha aumentado exponencialmente debido a la crisis. En estos momentos, en la zona hay unas 50.000 personas desplazadas viviendo en campos o en las comunidades de acogida.
En cuanto se conoció la magnitud de los ataques en Palma, los equipos de Médicos Sin Fronteras (MSF) de toda la provincia empezaron a prepararse para una posible nueva oleada de llegadas de desplazados. En los últimos días y hasta el jueves 1 de abril, han llegado unas 400 personas a Montepuez, una de cada tres son niños y niñas. Quienes alcanzan esta zona nos cuentan que muchos otros están en camino.
Los desplazados llegan a Montepuez nerviosos y sobrepasados por lo que han visto. Lloran mientras hablan de su situación. “Mataron a mucha gente, mataron a Palma», me dijo una de ellos. Corrieron al monte para salvar sus vidas y caminaron todo el día y la noche durante cuatro o cinco días.
Muchos han visto cadáveres por el camino; cuerpos de personas que han muerto de hambre o deshidratación. La única agua disponible era la que podían recoger de un solo río sucio. Las personas que han abandonado sus hogares suelen seguir los caminos principales pero, para dormir, se internan bien adentro en los bosques en busca de protección, evitan las aldeas y sobreviven con lo poco que encuentran.
Una de las primeras localidades importantes a las que llegaron los desplazados fue Nangade, en el interior y a 130 kilómetros de Palma. Desde allí, los afortunados que pueden conseguir dinero de sus familiares se suben a los vehículos y siguen hasta Mueda, una ciudad montañosa controlada por los militares, y otros continúan más al sur hasta Montepuez.
Estamos preocupados por aquellos que no tienen capacidad ni ayuda para pagar el transporte, ya que esto significa que siguen caminando, sin acceso a comida y agua. Es muy probable que estas personas lleguen en peores condiciones. Estamos trabajando sin descanso para identificar las rutas que están tomando los desplazados en su huida de Palma y hacia dónde se dirigen, para adaptar nuestra respuesta.
Hemos ubicado un equipo en cada uno de los puntos de entrada a Montepuez para ofrecer apoyo en materia de salud mental tan pronto como llegan aquí. Les ayudamos a lidiar con sus experiencias traumáticas y a poder seguir adelante en su viaje. Muchos de ellos quieren llegar a Pemba, la capital de la provincia, con la esperanza de reunirse con otros familiares.
En los campos de los alrededores de Montepuez, residen muchos desplazados que fueron separados de sus familias en anteriores ataques en Cabo Delgado. Algunos familiares vinieron a Montepuez, mientras que otros se dirigieron a Palma y, ahora, han perdido todo contacto entre ellos. No saben dónde están ni si están a salvo, y esto les causa mucha ansiedad y estrés.