Desde 2016, brindamos atención quirúrgica de emergencia y atención de salud mental en el hospital regional de Maroua, en la región del extremo norte de Camerún, en la parte de la cuenca del lago Chad.
Los servicios que brindamos aquí van desde cirugía traumatológica de emergencia para las personas que se encuentran atrapadas en un conflicto, hasta atención quirúrgica y de rehabilitación a largo plazo para personas involucradas en accidentes automovilísticos, y atención psicológica. Hemos realizado más de 14.000 cirugías y proporcionado más de 8.000 consultas de salud mental en Maroua desde 2016.
Después de completar la remodelación de una unidad de cuidados intensivos y haber capacitado a nuevos equipos, ahora estamos transfiriendo estos servicios al Ministerio de Salud. Sin embargo, las necesidades de salud en la región siguen siendo importantes. Hemos lanzado nuevos proyectos en las zonas cercanas de Mora y Kolofata para satisfacer estas necesidades y nos estamos preparando para lanzar más.
Cinco años de cuidados esenciales
La crisis del lago Chad comenzó en Nigeria en 2009, antes de extenderse por toda la cuenca del lago Chad, incluida la región del extremo norte de Camerún, en el oeste de Chad y en el sudeste de Níger. La crisis agravó aún más las necesidades en una región con infraestructura limitada, desigualdades sociales, pobreza y sequías regulares. La crisis desplazó a miles de personas, que han quedado en riesgo por la violencia extrema y sin suficiente acceso a la atención médica.
La crisis del lago Chad es una compleja emergencia humanitaria precipitada por el cambio climático, la pobreza extrema y los conflictos transfronterizos. El lago Chad, que alguna vez fue el lago más grande de la cuenca del Chad, se ha ido reduciendo durante décadas. A medida que retrocede, también lo hacen los pastos, los suministros de agua, los medios de subsistencia y la disponibilidad de peces. A partir de esto se han creado conflictos prolongados entre grupos armados y fuerzas gubernamentales. Esta crisis sigue teniendo graves repercusiones para las 17 millones de personas que viven en la región. Si bien los efectos de esta crisis son profundos y continuos, se vislumbran pocas soluciones.
Según ACNUR, la agencia de la ONU con el mandato de ayudar y proteger a las personas refugiadas, 298.225 refugiadas y refugiados nigerianos han huido a Chad, Camerún y Níger. Se estima que 2.832.939 personas se han visto obligadas a abandonar sus hogares en Nigeria, Camerún, Chad y Níger como resultado de la crisis.
Desde marzo de 2015, hemos estado ayudando a personas desplazadas y refugiadas por el conflicto en la región del lago Chad, así como a las comunidades de acogida vulnerables a causa de la violencia. En 2021, el impacto de la crisis aún es visible tanto en las poblaciones desplazadas como en las poblaciones de acogida.
“Cuando comenzó el proyecto, el principal objetivo de Médicos Sin Fronteras (MSF) era tratar a víctimas de grupos armados que llegaban de áreas remotas y eran transferidas a Maroua. Esa era la idea. Pero después de un tiempo, comenzamos a recibir a muchas personas heridas de la ciudad de Maroua. Personas que llegaban con heridas mortales que tenían que tratarse urgentemente. Inmediatamente, comenzamos a atender estos casos; tanto los de personas que habían sido heridas en el conflicto como otras emergencias”, explica la enfermera Gaëlle Ngacha.
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El hospital regional de Maroua es el principal centro de salud especializado de la región. Desde 2016, brindamos apoyo con cuidados quirúrgicos complejos y apoyo en salud mental a las personas afectadas por el conflicto y a la población local en general. Nuestros equipos tratan a pacientes que sufren fracturas complicadas, infecciones graves de tejidos blandos y abdominales, quemaduras graves y aquellos que necesitan atención quirúrgica de emergencia. Estos servicios se brindan las 24 horas del día, los siete días de la semana.
«Los ataques ocurrían todos los días», dice Ibrahim Abdulahi, de 24 años. Huyó de Nigeria para escapar de los grupos armados. Perdió a varios hermanos y a su madre en un ataque. Fue remitido a nosotros después de mostrar signos de estrés postraumático. «Estoy constantemente al límite; cuando alguien cierra una puerta, creo que es un arma. No puedo estar con la gente; no puedo dormir. He perdido a muchos hermanos, a mi madre también, todos en ataques… Me inquietaba, no podía ni dormir. Me enviaron aquí, a Médicos Sin Fronteras. Cuando llegué dije que no sabía por qué seguía viviendo en la tierra. Pero con el tratamiento que he recibido desde entonces, estoy mejor. En términos de salud, estoy logrando dormir más».
Aunque la salud mental se discute poco en Camerún, el impacto psicológico de la crisis no puede subestimarse. Solo el año pasado, nuestros equipos médicos brindaron 2.400 consultas de salud mental a pacientes en Maroua y Mora. Se ofrece apoyo psicosocial a todos los pacientes y cuidadores para ayudarlos durante su tratamiento.
“Tan pronto como comenzamos a trabajar aquí, empezamos a recibir casos muy variados. Hemos tenido muchos casos de desórdenes mentales moderados y severos. Las personas sufrían de trastornos de humor, de ansiedad, y problemas psiquiátricos y psicóticos. También sufrían de abuso de substancias. También atendemos a personas que han intentado suicidarse”, describe Raëlle Miamekongo, supervisor de salud mental en Maroua.
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La historia de Buba
Ibrahim es un productor de algodón de Madaka, en el distrito de Bogo, en la región del extremo norte de Camerún. Cuando su hijo Buba sufrió quemaduras graves en un incendio, lo llevó al hospital regional de Maroua, donde estuvo sometido a tratamiento durante más de dos años. Ibrahim se quedó con su hijo en el hospital, a pesar de los muchos desafíos que enfrentó. Hoy Buba tiene nueve años y puede volver a caminar e ir a la escuela.
“Mi nombre es Ibrahim, Buba es mi hijo. Era un martes cuando Buba resultó herido. Habíamos cosechado dos cajas de algodón y Buba fue a recogerlo cuando el algodón estalló en llamas. Todavía no sabemos cómo sucedió, pero la ropa de Buba también se incendió y corrió. La gente lo persiguió para apagar el fuego pero nadie pudo alcanzarlo. Tuvimos que quitarle la ropa y se le estaba desprendiendo la piel. Lo llevamos al hospital del barrio pero dijeron que no podían atenderlo y nos aconsejaron que fuéramos al hospital regional de Maroua, donde nos recibiría el personal médico de MSF.
Cuando llegamos nos hicieron sentir bienvenidos. Pero al principio no podíamos dormir, porque Buba lloraba, me llamaba a mí, llamaba a todos, estaba muy preocupado por él. Sin embargo, nos cuidaron y poco a poco su estado fue mejorando. Finalmente pudo dormir, y eso significaba que yo podía ir a descansar mientras alguien más venía a quedarse junto a la cama de Buba. Poco a poco comenzó a hablar con las personas del hospital, conoció al personal médico y de enfermería.
Como dejé la casa sola para estar con Buba, volví y la encontré destruida. Había llegado la temporada de lluvias y las inundaciones destrozaron totalmente la casa. Buba pasó dos años en el hospital recibiendo tratamiento, y cuando volvimos a casa, tuve que reconstruirla. Esa no fue la única dificultad que enfrentamos en esos dos años: mis cultivos también se quemaron, por lo que al año siguiente no pude cultivar nuevas cosechas. Sin nada que vender, no tenía ninguna fuente de ingresos. Dependíamos de cualquier ayuda que pudiéramos recibir. Mi esposa y mis otros hijos seguían viviendo en casa y la necesitaban. Tres años después del accidente de Buba pude volver a trabajar.
Cultivé algodón y mijo, y hoy dependemos de los ingresos del algodón para reconstruir la casa. Todavía es un trabajo en progreso. Hubo personas que me dijeron que MSF no podía hacer nada por nosotros y me dijeron que fuera a buscar a otra parte, pero me negué. Estaba dispuesto a quedarme cinco años si era necesario. Esperé pacientemente y hubo personas que también me preguntaron si pagué el tratamiento, cuántos millones había gastado y dijeron que el tratamiento de Buba fue gratis. Hubo personas que me preguntaron cómo se las arregló MSF para tratarlo, les dije que si necesitaba sangre, yo donaba la mía para él o encontraba a otra persona que pudiera hacerlo.
En el quirófano, el personal médico me explicaba lo que estaba haciendo y yo aceptaba el tratamiento y les pedía que hicieran lo que pensaran que era correcto para él. Les decía que solo me iría a casa cuando él estuviera curado.
Cuando dejaron de ponerle los vendajes, pudo dejar las muletas y caminar de nuevo. Hoy puede pedalear su bicicleta de nuevo, ha vuelto a la escuela, ha vuelto a la escuela coránica. Puede cosechar algodón, mijo, puede sacar agua, puede hacer todas las compras sin dificultades.
El jefe de nuestro pueblo también vino a visitarnos. Me dio 10.000 francos, siguió viniendo a visitarnos para ver si necesitábamos más apoyo hasta que Buba fue dado de alta del hospital. Así es como nos ayudó.
Durante el tratamiento de Buba tuve muchos problemas. Cuando tenía inquietudes, recibía apoyo psicosocial, que ayuda a reducir mis preocupaciones. A menudo, cuando estaba triste, pensaba que Buba nunca se curaría. A veces quería rendirme. Cuando escuchaba las historias de los pacientes que han estado aquí y se habían recuperado, me tranquilizaba. Después de la estancia de Buba en el hospital, volvimos para que recibiera masajes y fisioterapia.
Cuando mi hijo volvió a caminar, mi esperanza volvió. Pero fue cuando realmente comenzó a recuperarse cuando sentí alivio. Las personas me decían que era muy paciente y yo decía que cuando acompañas a alguien al hospital hay que tener paciencia”.
Cuidado continuo para necesidades continuas
También hemos respondido a varias epidemias de enfermedades en la región del Extremo Norte, como el sarampión, el cólera y el COVID-19. En 2018, la región del lago Chad se vio afectada por varias epidemias de cólera. Tratamos a más de 30.000 pacientes y vacunamos a más de 550.000 personas. Durante el mismo periodo, también tratamos a más de 3.000 pacientes con sarampión.
En el extremo norte de Camerún sigue habiendo enormes necesidades. Por esta razón, estamos lanzando nuevas actividades en Kolofata y Mora, cerca de la frontera con el estado de Borno, en Nigeria. En Kolofata, nuestros equipos brindarán atención médica básica, incluido el tratamiento para la desnutrición infantil, la malaria y la diarrea.
En Mora, donde hemos trabajado desde 2016, nuestros equipos continuarán brindando atención médica básica. Solo en 2020, tratamos a más de 50.000 pacientes en Mora; más de 17.000 por malaria. En Mora, pronto ofreceremos cirugía de emergencia para partos complejos y pacientes con traumatismos, heridas de bala. Estos nuevos servicios reflejan la necesidad no solo de una atención continua, sino de servicios más especializados en un área que sufre con frecuencia violencia.
“Con el aumento de la capacidad médica en el Hospital General de Maroua, y la adición de servicios de cirugía en Mora y atención médica primaria en Kolofata, nuestro objetivo es expandir la disponibilidad de la atención médica para la población en un tiempo en el que el conflicto armado, el difícil contexto y la inseguridad alimentaria y de agua, siguen imponiendo dificultades a las personas en el Extremo Norte”, comenta el Dr. Modeste Tamakloe, nuestro coordinador general en Camerún.
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