Hace cuatro meses, estando en su casa, José Prado se cayó y se golpeó la pierna. Con dolor, inflamación y susto, fue de un centro público de salud a otro, pero no consiguió que le hicieran una radiografía. Tuvo entonces que acudir a una clínica privada, donde el precio para hacerse una placa era de 40 dólares y otros 40 más, para que un médico lo examinara, le diagnosticara una fractura en el tobillo y lo tratara.
Para sufragar el total de 80 dólares, fue necesario que pidiera dinero prestado a varias personas conocidas, pues el sueldo mensual que recibe como administrador es equivalente a menos de un dólar. José, que para aumentar sus ingresos y sufragar sus gastos y los de su familia combina su trabajo con arreglos menores en casas o vendiendo comida, ya está bien, pero aún continúa pagando su deuda.
José vive en una zona rural del estado Anzoátegui, en Venezuela, junto a su esposa y sus dos hijos, y tiene serias preocupaciones sobre el acceso a la salud para él y su familia. “Antes tú ibas a cualquier ambulatorio o cualquier centro de salud público, y podías conseguir por lo menos una pastilla para el dolor, pero tú vas ahorita y no hay nada, ni jeringas, ni alcohol, nada”. Como José hay muchos otros venezolanos que viven en situaciones de vulnerabilidad y que no cuentan con recursos económicos suficientes para acceder a servicios de atención médica.
En noviembre de 2018 la organización médico humanitaria Médicos Sin Fronteras (MSF) comenzó a trabajar en Anzoátegui, junto a las autoridades locales, para fortalecer el sistema de salud del estado. “Las morbilidades más frecuentes que vemos son enfermedades diarreicas por dificultades de acceso al agua potable; enfermedades de la piel por la imposibilidad de comprar productos de limpieza; e infecciones respiratorias, a causa de la quema de basura o la cocina a leña”, explica Lucía Brum, referente médica de MSF en Anzoátegui.
Cada semana, equipos multidisciplinarios de la organización y de las autoridades de salud estatales se organizan para llevar de forma gratuita a zonas semi rurales servicios de consultas médicas, vacunaciones, evaluaciones nutricionales, planificación familiar, potabilización de agua, diagnóstico y tratamiento de malaria, distribución de mosquiteros, fumigaciones y actividades de promoción de la salud.
José es una de las personas de la comunidad que se ha beneficiado con esta jornada de salud. Sus hijos Jorge y Fernando, de 7 y 8 años respectivamente, fueron desparasitados y su casa fue fumigada y abastecida con mosquiteros, para prevenir la malaria. También recibieron instrucciones e insumos para potabilizar el agua que usan en su casa y una extensa charla sobre cómo prevenir infecciones.
Jornadas integrales en comunidades
Durante cada jornada y desde muy temprano en la mañana, el personal de MSF, los equipos médicos estatales y la propia comunidad evalúan cuáles son las necesidades más resaltantes de la población en la que trabajarán. Recorren casa a casa para evaluar e informar a los habitantes sobre los servicios de salud de los que dispondrán ese día.
Es así como Georgina Muñoz, de 19 años, supo de la posibilidad de llevar a su niño de apenas un mes de nacido para una evaluación médica exhaustiva. Estando allá se apuntó para una consulta de planificación familiar, pues quería tomar algún método anticonceptivo pero su situación económica no se lo permite: o compra la comida para ella y su familia o compra algún tipo de método de prevención de embarazo. Tras un chequeo, el equipo médico determinó que podría optar para un implante anticonceptivo que se coloca bajo la piel del brazo y que es efectivo durante cinco años.
Mientras le hacían el procedimiento, Georgina decidió mirar hacia otra dirección para no ver cómo le ponían el implante. Al mismo tiempo, su pequeño hijo Isaac fue examinado minuciosamente y sus sobrinos recibieron vacunas pentavalente, trivalente, antitetánica y polio.
“Trabajamos en total cooperación con el Ministerio de Salud, el Programa Nacional de Malaria, todas las autoridades de salud locales, líderes comunitarios y con una amplia participación de la comunidad. Hacemos todo lo posible para no perder la oportunidad de dar acceso integral a la salud a personas. Si vemos a una madre para una consulta médica, aprovechamos y vacunamos a sus hijos”, agrega Brum.
Durante el 2020, las jornadas integrales de salud casa por casa, que lleva adelante MSF en Anzoátegui junto a las autoridades locales, llegaron a 28 comunidades y tuvieron impacto directo en más de 20.000 personas en condiciones de vulnerabilidad.
Media hora más tarde, Georgina ya tenía su implante anticonceptivo puesto y luego de recibir información por parte del equipo de promoción de la salud, sobre su salud sexual y reproductiva y sobre lactancia materna y cuidados para su niño recién nacido, regresó a su casa con una nueva perspectiva sobre cómo cuidarse a ella y a su familia.