Es una mañana radiante de agosto en el hospital Bwiza-Jabe en Bujumbura, la ciudad principal de Burundi. Un carpintero de 20 años del barrio Bwiza llega con un corte en la frente provocado por una piedra filosa. Un profesional de enfermería local le provee primeros auxilios supervisado por Alain Muluvia, enfermero de Médicos Sin Fronteras (MSF).
“Este paciente recibió el golpe de una piedra arrojada desde un auto que iba a alta velocidad”, dice Alain. “Le dimos primeros auxilios, pero necesita suturas internas y externas. Dada la gravedad de la lesión, lo transferiremos a L’Arche de Kigobe”.
© Evrard Ngendakumana
2.000 pacientes por mes
L’Arche de Kigobe es un centro médico que estableció MSF durante la crisis que sacudió a Burundi en 2015 para tratar a personas con lesiones sufridas por la violencia. El año siguiente, dado que disminuyeron los casos relacionados con la violencia, MSF decidió tratar también a personas con lesiones por accidentes, tras lo cual la cantidad de pacientes ascendió de 200 por mes a casi 2.000. En la actualidad, el centro provee atención, principalmente, a víctimas de accidentes viales, así como a personas con quemaduras y a sobrevivientes de violencia sexual.
“Nuestros pacientes vienen de todo el país”, comenta Vincent Onclinx, coordinador del proyecto de MSF. “Actualmente, el 90% son víctimas de accidentes, principalmente, de accidentes viales. El año pasado, atendimos 22.400 consultas de emergencia y realizamos más de 4.000 cirugías, que equivalen a casi 11 por día”.
Dado que cada vez más pacientes necesitan atención, en junio de 2019, MSF decidió centrarse en los casos de lesiones con traumatismos complicados y enviar a los pacientes con lesiones menores a dos hospitales cercanos con los que colabora MSF –Kamenge y Bwiza-Jabe– y a dos centros de salud –Buterere II y Ngagara–. MSF cubre el costo de la atención de los pacientes y, a su vez, le provee capacitación y apoyo al personal de salud.
Eliminar las barreras económicas
En el municipio de Bwiza, Bujumbura, la promotora de salud de MSF Nicole Niyoyankunze está con un megáfono en mano frente a un grupo numeroso de gente. Muchas de las personas que viven y trabajan allí son carpinteros, una profesión en la que son frecuentes las lesiones relacionadas con el trabajo. Nicole está dando una sesión grupal informativa: les indica qué hacer si se lesionan y dónde pueden recibir tratamiento gratis.
“En los centros de salud que dirigimos y apoyamos, los pacientes no tienen que pagar los gastos del tratamiento”, explica Nicole. “Es un beneficio muy importante porque los gastos pueden constituir un impedimento importante para recibir atención”.
Abdul Karim, pescador, fue atropellado por un auto cuando cruzaba la calle. Lo trasladaron a L’Arche de Kigobe, donde los médicos le operaron el brazo. Dos semanas después, está recuperándose en uno de los pabellones.
“Cuando me desperté en L’Arche ese día, no sabía dónde estaba ni cómo había llegado allí”, comenta Abdul Karim. “Luego, empecé a recordar imágenes de lo que había pasado: Recuerdo ver un auto cuando estaba cruzando la calle para vender el pescado”.
Los recuerdos del accidente de Abdul Karim pueden ser vagos, pero sabe con certeza que, sin tratamiento gratis, nunca hubiera podido pagar la cirugía para que le curaran el brazo fracturado. “Tuve mucha suerte de que me trajeran aquí”, afirma. “Los médicos me operaron y me atendieron como si tuviera dinero para pagarles. Soy solo un pescador… ¿Dónde hubiera podido conseguir el dinero para pagar todo esto?”.
Las 68 camas de L’Arche de Kigobe siempre están ocupadas, y el personal del centro, 240 profesionales burundeses y 12 profesionales internacionales, siempre está trabajando. Además de llevar a cabo cirugías de emergencia y cirugías ortopédicas, los equipos de MSF proveen apoyo de fisioterapia y psicosocial con el fin de ayudar a los pacientes a ocuparse de sus lesiones, tanto físicas como psicológicas, para que, después de irse del hospital, tengan las aptitudes necesarias para continuar con su vida.
Se oyen risas y aplausos por el pasillo principal del centro. En la “sala de reeducación”, Amina, de siete años, recibe su primera sesión de rehabilitación después de haber pasado un mes enyesada por una fractura doble en la pierna. Su padre observa, encantado de ver a su hija aprender a caminar otra vez.