“Sudán del Sur. Guinea. Yemen. Yemen. Etiopía. Yemen. Nigeria. República Centroafricana. República Democrática del Congo. Irak. Probablemente ese es uno de los resúmenes más cortos que puedo dar sobre mis últimos cuatro años trabajando con Médicos Sin Fronteras (MSF).
Entre cada misión, una y otra vez, regresaba a mi ciudad natal: Viena. Me reunía con mis amigos y familiares. Dormía, comía, disfrutaba de una copa de vino y recargaba mis energías para el próximo proyecto. Podrías pensar que la lista de estos países lo dice todo: Conflictos, pobreza, enfermedad, guerra civil, hambruna. ¿Pero acaso eso es todo? Porque cuando miro esa lista, sé que hay mucho más que eso.
Más que una crisis
Recuerdo las caras, las historias, los nombres de colegas y pacientes, también los de la naturaleza, la comida local, la música. Pero recuerdo también los momentos trágicos, cuando perdíamos algún paciente, cuando escuchaba que había pasado con mi colega, aquellos momentos cuando todo parecía demasiado difícil de manejar, cuando estaba cansada, agotada y tal vez cerca de explotar.
Pero aún así, no me gustaría haberme perdido una sola misión.
La alegría de los pacientes en Guinea, cuando sobrevivieron y se les permitió salir del centro de tratamiento del Ébola como pacientes curados. La (increíblemente deliciosa) ruptura del ayuno durante el Ramadán en Yemen, junto con el personal local y nuestro pequeño héroe, como lo llamamos amorosamente: un recién nacido con el que casi nos rendimos, pero luchó para volver a la vida.
Las excursiones en motocicleta a través de la jungla centroafricana para vacunar a los niños en los pueblos más remotos y, por la noche, las horas que pasamos juntos alrededor de la fogata. La tenaz voluntad de las madres iraquíes, que a menudo luchan solas con sus pesadas vidas en el campo, y mis colegas que tienen algunos difíciles años de guerra detrás de ellos y, sin embargo, no pierden su sonrisa.
La razón por la que huyen las personas
Desde la distancia, estos países suenan extraños y lejanos, nada que nos preocupe aquí. A menudo están a muchas horas de vuelo de distancia, y es posible que hayas escuchado sobre algunos de ellos en los periódicos o en la radio. Otros pueden sonar completamente desconocidos.
Si lo piensas otra vez, puedes recordar que muchas de las personas que intentan huir a través del Mediterráneo provienen de algunos de estos países. Aunque nunca he trabajado en los barcos de rescate de MSF, sí he trabajado en algunos de los países de los que huyen estas personas. Las razones para huir y buscar refugio en otros lugares son tan numerosas como los refugiados. Hay una historia detrás de cada uno de ellos, algo que a menudo se olvida cuando se mencionan simplemente los números.
Todos han tenido hermanas o hermanos, hijos o padres, pero sin duda también a un mejor amigo a quien dejaron atrás. En un reciente accidente de un bote en el Mediterráneo, 117 personas murieron. Esta ruta es tan peligrosa que la decisión de arriesgarse a tomarla es casi siempre el último recurso.
Decir que menos personas intentan huir solo porque no hay barcos de rescate, es una falacia. Porque las razones para huir de sus hogares siguen siendo las mismas, y tampoco depende de nosotros evaluarlas. También es ampliamente sabido que Libia no es un lugar seguro. Los centros de detención, donde la tortura y la violación están a la orden del día, están más que generalizados. El acceso a la asistencia médica es prácticamente inexistente.
Lo que aprecio
En el transcurso de mis años con MSF, he escuchado muchas historias. Algunas de ellos son difíciles de soportar. La fortaleza de las personas en el terreno, quienes continúan, quienes no pierden la esperanza, es siempre uno de los recuerdos más impresionantes que me llevo a casa.
Otra cosa que me acompaña es la tremenda apreciación de los privilegios con los que crecí, el refugio seguro al que puedo regresar después de cada misión, y el conocimiento de que mi vida se ha vuelto mucho más rica a través de estas experiencias y nuevas amistades. Sin embargo, cuando regreso a casa después de una misión, también vuelvo con inquietudes acerca de cuán altos se han hecho algunos muros en ese tiempo, no solo en Europa, sino en todo el mundo.
Mas allá de los muros
Hablo de los muros que evitan que veamos a las personas necesitadas, muros que prohíben salvar vidas humanas. Un ejemplo de ello es la forma en que MSF se vio obligada a detener sus labores de búsqueda y rescate en el Mediterráneo. No es que menos personas estén muriendo, simplemente ya no las vemos a todas.
Aunque me siento particularmente afectada como enfermera en el trabajo humanitario, sé que no soy la única que se preocupa cuando se cuestionan públicamente los derechos humanos. Pero sé que seguiré trabajando para MSF. Por medio de este tipo de blogs, seguiré informándoles sobre la ayuda que brindamos a nivel local para salvar vidas humanas.
Si son personas grandes o pequeñas, soldados heridos o mujeres embarazadas, si viven en África o en el Medio Oriente, no le importa a MSF y no me importa a mí.
¿Y a vos? No cierres los ojos, no te dejes engañar por las paredes, incluso si éstas están hechas de palabras, y no dejes que la humanidad desaparezca de tu corazón.
Solo podemos hacerlo juntos.»