Aunque casi 1.000 kilómetros separan las fronteras italianas y españolas en el país vasco, la violación de los derechos de los migrantes y los métodos utilizados por la policía francesa cerca de la frontera con Italia son muy similares.
La policía francesa, desplegada en los puentes que separan a Francia de España, rechaza rutinariamente a los solicitantes de asilo, una práctica que equivale a la devolución.
«Una vez que son devueltos desde Francia, los migrantes son entregados a la policía española que, después de un control de identidad, los libera al pie del puente que va de Irún en España a Hendaya en Francia, a pocos metros de la frontera”, explica Corinne Torre, jefa de misión de los proyectos de Médicos Sin Fronteras (MSF) en Francia.
Los migrantes quedan atrapados en un ciclo de rechazo implacable. Solos e indefensos, son presa de las redes de traficantes de personas, que a menudo son su única alternativa para ingresar al territorio y reclamar sus derechos.
“Llegué a Irún (España), crucé a Francia y tomé el tren a Burdeos (Francia). Cuando llegué a la estación, la policía francesa me detuvo”, relata Nana, de 16 años. “Me pidieron mis documentos pero no tenía nada para mostrarles. Luego me preguntaron mi edad. Nací en 2002, el 19 de febrero de 2002. Me dijeron que me subiera al auto y me llevaron a Irún (España) «.
“Soy menor de edad, así que eso no era lo que esperaba. Se supone que debemos recibir protección», dice Nana. Como menor de 16 años, tiene derecho a protección y debería haber recibido refugio en Francia.
En las zonas fronterizas, la sociedad civil se ha organizado para intervenir y sustituir los servicios públicos lamentablemente inadecuados. Por ejemplo, un colectivo de ciudadanos con sede en Irún ayuda a los migrantes que llegan del sur de España o que son enviados desde Francia. Las asociaciones Diakité y Atherbea gestionan un centro de tránsito con capacidad para 200 personas en Bayona (Francia), que siempre está lleno.
Para ayudar a abordar la situación, nuestros equipos apoyan a la sociedad civil y a los voluntarios con donaciones de kits de higiene y mantas. Algunos municipios como Bayona, por ejemplo, también ayudan a las personas migrantes.
«Estaba en la Place des Basques [en Bayona], la plaza donde se reunían los migrantes, con mi delegado responsable de solidaridad», explica Jean-René Etchegaray, alcalde de Bayona. «Al ser testigo de sus dificultades, ver que no habían comido nada durante un tiempo y no habían podido bañarse desde aún más, no perdí el tiempo preguntándome si debíamos ayudarlos o no. Lo veo como una obligación moral, sin importar nuestras convicciones, religión o valores. Es una simple cuestión de humanidad«.
Esta implacable política de rechazo y devolución es inexcusable. A las personas se les niega la oportunidad de solicitar asilo en Francia, y los menores no son considerados como tales; son rechazados y devueltos a España, en lugar de ser protegidos por las autoridades francesas como lo exige la ley.