Médicos Sin Fronteras (MSF) empezó a trabajar en la zona de Huambo en enero, y ha atendido a tres mil niños con malaria severa. Nuestra organización recibió permiso del Ministerio de Salud para intervenir, después de detectar que el gran número de afectados por malaria sobrepasaba las capacidades de los hospitales municipales y provincial.
En la actualidad nuestros equipos han detectado una estabilización en el número de pacientes y una disminución del porcentaje de niños ingresados por malaria en el Hospital Provincial, desde cuya área de Pediatría, intervienen. “Al principio, del total de niños ingresados un 80% lo era por malaria severa; ahora esta cifra se ha situado en el 50%. Hasta hace poco teníamos 400 niños internados por malaria cada semana (este número es menor ahora), lo que se explica asimismo por un efecto llamada en el que más familias traen a sus niños directamente al Hospital Provincial. La tasa de mortalidad ha regresado a niveles de normalidad”, explica Isabel Grovas, coordinadora del equipo médico de MSF en la zona. Nuestro equipo está compuesto por alrededor de un centenar de personas, y colaboró en la rehabilitación de una zona del hospital que no se encontraba en uso, lo que permitió ampliar así el número de camas disponibles para acomodar a los niños con malaria: “así, de 65 camas que teníamos para nosotros, pudimos aumentar a 150 y conseguir que cada niño tuviera su cama”.
La falta de medicación en las poblaciones ha sido el detonante de la llegada de niños en estado muy grave: “la gente no tiene acceso a medicamentos en su comunidad y el acceso a las estructuras de salud también es difícil. El niño enferma, la familia espera un par de días, a ver si mejora y cuando ya se pone grave es cuando llegan a los centros de salud. La mortalidad en el hospital se producía a dos horas de haber ingresado, cuando ya era demasiado tarde para poder hacer nada. Y nosotros no tenemos capacidad para actuar en toda una provincia.”, argumenta Grovas.
Evolución truncada
Huambo había realizado en los últimos años una evolución positiva en prevención y reducción de malaria, con diferentes organizaciones trabajando en el reparto de mosquiteras, control del vector, exterminación del mosquito y sus larvas, etc. Pero la crisis económica que eclosionó en 2014 tuvo un impacto negativo, a lo que se ha sumado en este pasado año un aumento de las lluvias y las temperaturas que han dado con una mayor proliferación del mosquito, responsable de transmitir la enfermedad. “Se ha multiplicado por cuatro o por cinco el nivel de malaria en esta epidemia, lo que ha hecho que ninguna estructura de salud haya sido capaz de absorber el volumen de enfermos”, detalla la responsable de MSF que añade que la malaria tiene mayor afectación en niños menores de 15 años, porque los adultos disponen de cierta inmunidad ante la enfermedad.
Hemos reclutado a 34 enfermeros, 16 médicos y 18 higienistas para hacer frente a la emergencia en Huambo, donde también han colaborado en nueve hospitales municipales –mediante donación de artesunato (medicamento que se emplea para tratar la malaria) y capacitación del personal médico para su uso y el tratamiento de enfermos de gravedad-, que supervisan de forma periódica. En función de la evolución de la epidemia las próximas semanas, MSF podría dejar la provincia a finales de abril, “aunque todavía está por valorar la posibilidad de un nuevo pico que se espera en el mes de mayo”, añade nuestra coordinadora médica.
Médicos Sin Fronteras reinició su trabajo en Angola en 2016 después de una ausencia de nueve años, para apoyar a las autoridades sanitarias del país en situaciones de emergencia. Hasta el momento ha trabajado en Dundo, asistiendo a los refugiados llegados de la República Democrática de Congo (RDC), en Namacunde en otro pico de malaria y desnutrición, ambos en 2017, en el tratamiento a enfermos con fiebre amarilla en 2016 y ha intervenido asimismo en Uige (2017 & 2018), Soyo y Luanda en episodios de cólera (2017).