Los refugiados rohingyas pertenecen a un grupo minoritario musulmán al que se le niega la ciudadanía y otros derechos en Myanmar. Se han instalado en campamentos existentes, así como en nuevos asentamientos improvisados establecidos por las autoridades de Bangladesh en un esfuerzo por hacer frente a la crisis humanitaria. Aquí relatamos el viaje de Humaira.
Humaira es una refugiada de 25 años del distrito de Maungdaw en el estado de Rakhine. Llegó a Bangladesh en octubre de 2017, después de que la violencia afectara a su pueblo natal. A fines de enero de 2018, un equipo de MSF la encontró conmocionada en el asentamiento de Jamtoli y fue llevada a un centro de atención en salud primaria de MSF, donde se la está hidratando con una cánula.
Está junto a su hijo de siete años, Mohammed Faisal, y una bebé de tres meses y medio, Ruzina, de quien los médicos dicen que está desnutrida y débil. Humaira no ha podido amamantar a su hija desde que nació. Si el equipo de MSF no puede ayudarla a comenzar a amamantar, Ruzina será alimentada con leche de fórmula. Mohammed Faisal ha estado cuidando de Ruzina, alimentándola con patatas fritas ablandadas en agua.
La salida
«Cuando estalló la violencia, mi esposo fue capturado por el ejército de Myanmar. Ahora no sé si está vivo o muerto. Nos sacaron de nuestras casas, las incendiaron y nos golpearon. Cuando huimos, ya estaba muy embarazada. Marché con mi hijo y otra mujer, pero perdí contacto con ella durante el viaje. No pude llevar ninguna pertenencia conmigo. Caminamos durante varios días por el bosque. Nos moríamos de hambre y solo sobrevivimos gracias a que comimos hojas de árboles. Dormimos en el monte. Finalmente llegamos a la orilla del río y embarcamos en un bote que nos llevaría a Bangladesh.»
El viaje
«Mi bebé, Ruzina, nació en el río. Empecé a dar a luz cuando ya estaba a bordo y el parto duró tres horas. Los barqueros y otra mujer que estaba allí me ayudaron en el proceso. Durante el viaje me sentí mal, fue muy difícil. Solo pensaba en dar a luz a mi hija y alejarla de la violencia. Pensé en huir lo más lejos que pude y solo tenía fe en Alá. Después de llegar a Sha Porir Dwip [el punto más al sur de la península de Cox’s Bazar], nos llevaron en autobús al asentamiento de Jamtoli. Me dieron una tienda para vivir con mis dos hijos. Como no podía construirla por mí misma, algunos lugareños me ayudaron a hacerlo.»
El presente
«Después de un mes en Jamtoli empecé a recibir ayuda [humanitaria]. Pero nunca he tenido suficiente para comer y por eso no puedo amamantar a mi bebé. Me sentía muy mal al principio. No me puedo sentar correctamente y soy incapaz de hacer algunas tareas debido al dolor que siento en mi cuerpo. Toda la comida que recibo en el asentamiento la consigue mi niño [Mohammed Faisal]. Va a la escuela y juega al fútbol por la tarde. Lava la ropa de su hermana y busca agua. Tengo la esperanza de que él me ayudará a superar todas las dificultades del futuro.»