Llegó a Bangladesh en la primera semana de septiembre de 2017. Esta es la tercera vez en las últimas cuatro décadas que ha encontrado refugio en este país. Tres campos diferentes, más de seis años en total, dos viajes de vuelta a Myanmar. Ha sido padre de seis hijos y una hija; dos de ellos murieron durante la reciente violencia de agosto de 2017. Su esposa, ahora fallecida, dio a luz a dos hijos la primera vez que se desplazaron a Bangladesh. Antes de que todos estos acontecimientos marcaran su vida, Alí fue un joven curioso que pasó siete años trabajando como cocinero en un hotel en Rangún (hoy Yangon). Regresó a Rakhine porque extrañaba a su familia.
El primer viaje
Era febrero de 1978, tenía 40 años. Mi familia fue apaleada y torturada. Hui con mi esposa y mis dos hijos. En el camino perdí algunas fotos antiguas de mis tiempos en Rangún. Me gustaban mucho, pero cayeron al río durante la huida. Una vez en Bangladesh, nos refugiamos en un asentamiento en Ukhia. Después de tres años, nos enviaron de vuelta a la misma zona de Buthidaung. Nos transportaron en autobús y barco. Tras llegar a nuestro lugar de origen, reconstruimos nuestra casa en la misma parcela donde la anterior había sido destruida. La hicimos de madera, con cuatro habitaciones. Comenzamos a cultivar la tierra a su alrededor. Vivimos allí durante un tiempo en paz, pero gradualmente reaparecieron los problemas: nuestras vacas a veces eran robadas y con frecuencia nos arrestaban.
El segundo viaje
En 1991, la situación comenzó a empeorar mucho de nuevo y decidimos irnos. Había estado haciendo trabajos forzosos durante cuatro años. El ejército me eligió porque hablaba un poco de birmano. Me acabé marchando con mi esposa, dos hijos, sus esposas y un nieto. Nos llevó siete días llegar a Bangladesh. Vivimos durante cuatro días en el bosque a medida que avanzábamos hacia la ribera del Naf. Tres días después llegamos a Bangladesh y, en esta ocasión, terminamos en Kutupalong. Una gran parte de mi familia permaneció desplazada en diferentes partes de Rakhine. Perdí contacto con ellos hasta que volví a casa en 1994. La vida en Kutupalong era aceptable. Había alrededor de 18,000 personas en el campamento.
El tercer viaje
Al principio me alegré de regresar, pero después de algunos años, en 2002, volvimos a sufrir arrestos y palizas con frecuencia. No se nos permitía viajar, ni siquiera podíamos desplazarnos a tres kilómetros de casa. Todos los días había malas noticias. Pensé en volver a Bangladesh muchas veces. Después de algunos eventos violentos en 2014, comenzamos a pensar que debíamos irnos de nuevo. Pensábamos: no pertenecemos aquí.
En la ola de violencia reciente, mi casa fue quemada y dos de mis hijos fueron asesinados. Ahora estamos nueve de mi familia aquí en Jamtoli, incluidos cuatro hijos y una hija. No tenemos grandes problemas en Bangladesh, pero las condiciones empeorarán con la llegada de las lluvias. No podremos movernos de un lugar a otro. El terreno se volverá resbaladizo. No tenemos miedo de regresar a Myanmar, pero queremos que se respeten nuestros derechos.