La pesadilla de estar fracturado en el este de Alepo, Siria

Retrato de Abu, 27 años, reparador de computadoras. Necesita una operación en Turquía, pero está atrapado en la parte sitiada del este de Alepo, Siria.

Una bomba le perforó la pierna. Necesita una operación especializada en Turquía, pero no puede salir de la parte sitiada de la ciudad.

Cuando se dirigía a ver a sus amigos para tomar un café, Abu Ahmed, de 27 años, reparador de computadoras, resultó herido por una bomba de fragmentación.
Cuatro semanas después, su hueso fracturado no ha sanado. La única esperanza que tiene es que un médico especialista en ortopedia le realice una cirugía en Turquía, pero está atrapado en el este de Alepo. Postrado en cama, sólo mira desesperanzado cómo su vecindario se cae a pedazos tras una nueva ronda de bombardeos aéreos.
 
 «Un fragmento de bomba atravesó mi pierna»
“Hace un mes me dirigía a reunirme con unos amigos para tomar un café, como lo hago cada mañana. Ellos estaban retrasados así que, cuando comenzó el ataque, era el único en el lugar. Estaba parado junto a la casa de mi vecino y escuché al misil acercarse hacia donde yo estaba, pero no lo vi. Corrí hacia un edificio cercano, pero no fui lo suficientemente rápido. 
Se trataba de una bomba de fragmentación. Algunas de las bombas explotaron, golpeando con una gran fuerza los edificios cercanos. Un fragmento de una bomba atravesó mi pierna. Fuera de eso, sólo tuve heridas superficiales. 
Me quedé tendido en el suelo, en estado de shock. Sentía que había perdido una parte de mi cuerpo. Los vecinos comenzaron a reunirse a mi alrededor, pero ninguno se atrevió a acercarse demasiado porque tenían miedo de las bombas sin explotar que se encontraban cerca. También tenían miedo de que se presentara un segundo asalto (así es como atacan), por lo que esperaron durante cinco minutos hasta que estuvieron seguros de que el avión se había ido.
Intentaron levantarme. Sentía tanto dolor que lo único que pude hacer fue gritar. Llamaron a una ambulancia y, afortunadamente, llegó. El hospital está cerca, así que el trayecto sólo debía tomar unos minutos, pero el conductor tuvo que tomar una ruta diferente porque muchas carreteras estaban bloqueadas debido a los escombros y los cuerpos que dejó el bombardeo.
 
«En el hospital sólo tenía temor de recibir un nuevo ataque»
En el hospital, hicieron una radiografía de mi pierna y me llevaron al quirófano. El impacto de la bomba dislocó mi pierna y destrozó el fémur, quedó hecho pedazos. Pregunté si sería necesario amputar la pierna, pero el médico dijo que no.
Después de eso me llevaron a un cuarto, en el primer o segundo piso. Era muy pequeño y había sido dañado por los ataques aéreos, así que no había cortinas ni vidrio en las ventanas, y la gente entraba y salía constantemente del cuarto.
En una habitación como esa, sólo sientes el temor de convertirte en objetivo de un nuevo ataque. A través de las ventanas abiertas se podían escuchar los aviones dando vueltas por la zona. Después de una hora, ya no podía soportar el estrés, así que pedí que me llevaran a casa. 
 
«En casa el dolor y los bombardeos no me dejaban dormir»
Cuando llegué a mi casa, ya estaba oscuro. Mis vecinos salieron para ayudarme. Me llevaron a mi cuarto en el primer piso y me recostaron en la cama. Intenté dormir, pero fue imposible. Aún podía escuchar a los aviones y a las bombas explotando alrededor de nosotros. Esa noche los bombardeos no se detuvieron. En el hospital me prescribieron algunos medicamentos (antibióticos y analgésicos) que no hicieron gran diferencia. 
Después de siete días ya debía sentirme mejor, pero el dolor llegó a un punto en el que no me dejaba dormir. No podía ir al hospital porque no había ambulancias y, una vez allí, no había ninguna garantía de que podría ver a un doctor. 
Comencé a pensar en diferentes formas para acelerar mi recuperación. Bajo el consejo de unos amigos que son enfermeros y de personas que saben sobre remedios tradicionales, comencé a preguntar si alguien tenía algo de miel y leche. No tenía dinero para comprar esas cosas pero estaba dispuesto a pedir un préstamo, pero descubrí que era prácticamente imposible encontrar a alguien que tuviera nada. 
De vez en cuando, algunas personas de mi vecindario me llevaban un pollo o un huevo. Como estamos bajo asedio, todos crían a uno o dos pollos en su hogar. 
16 días después mi pierna comenzó a hincharse. Dolía mucho al tocarla, ni siquiera podía cubrirla con una manta. Conseguir un vehículo para ir al hospital fue un infierno. Hay pocos autos particulares circulando debido a la escasez de combustible.
Llamé a una ambulancia y les dije “me arrastraré hasta el hospital si es necesario”. 
Al final, llegué al hospital y me pusieron en espera hasta que llegó un doctor. El doctor me mandó a hacerme otra radiografía y me dijo que regresara en un mes. Un amigo mío envió mi radiografía a un cirujano ortopédico que conocía fuera del este de Alepo. Regresó con malas noticias: la operación no tuvo éxito y necesitaba ser operado otra vez. La posibilidad de operarme aquí en la ciudad era mínima. Lo que necesitaba, me dijo, era realizarme una cirugía especializada en Turquía.
 
«Si no hubiera asedio, iría a Turquía hacer mi tratamiento» 
Cuando escuché eso, mi moral se hundió tanto que perdí mi apetito. Me pasé todo un mes recostado en cama, sin moverme, para que mis huesos sanaran. Durante ese mes, pedí a mis amigos que buscaran analgésicos en las farmacias, y estos costaban cinco veces más de lo que solían costar. Y todo fue en vano.
Si no hubiera asedio sería diferente, por supuesto. Hubiera salido del este de Alepo para ver a otro médico, y hubiera ido a Turquía por tratamiento. Como están las cosas, intentaré sobrevivir con los analgésicos hasta que las carreteras abran de nuevo. 
La mayoría de mi familia se encuentra en Turquía pero yo me quedé en el este de Alepo para estar con mis amigos. Mi hermana vino a visitarme, pero el día que llegó su casa fue bombardeada y ahora también se encuentra atrapada en el este de Alepo.
 
«No puedo salir ni de mi cuarto, no sé cómo, pero lo intentaré» 
Ahora ni siquiera puedo salir de mi cuarto. Extraño mi vecindario, extraño las calles. Tengo que mirar las fotografías para recordar cómo eran, pero al menos mis amigos me visitan a diario.
Durante los ataques aéreos me quedo en mi cuarto. No vale la pena bajar las escaleras. Esta casa sólo tiene tres pisos y los misiles destrozan totalmente los edificios. No puedo dormir. Todas las puertas están rotas y el edificio de al lado está destruido. Las carreteras están cerradas. No sé cómo, pero intentaré salir de esta casa.”
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