Bama se encuentra a 75 kilómetros de Maiduguri, la capital del estado de Borno. Está en la primera de frente del conflicto que enfrenta al ejército nigeriano y Boko Haram. En Bama, más de un 15% de los niños presenta desnutrición. Además, hay casos de malaria, diarreas e infecciones de la piel. Hakim Khaldi, coordinador del proyecto de Médicos Sin Fronteras (MSF) en la localidad nigeriana, nos relata en qué condiciones ofrecemos allí la asistencia de emergencia.
¿Por qué MSF organiza una operación de emergencia en Bama?
Bama solía ser una localidad próspera gracias a su condición de centro comercial en plena ruta hacia Camerún, pero ahora es una ciudad fantasma. Hace varios meses, sus habitantes se vieron obligados a huir y buscar refugio en Maiduguri a causa del conflicto entre Boko Haram y el ejército nigeriano. Los combatientes de Boko Haram no están muy lejos, a tan solo unos kilómetros de Bama.
Todas las personas que podés ver ahora en Bama son desplazados que se han visto forzados a abandonar los pueblos cercanos y viven en un campo de desplazados bajo control militar, ya que el ejército de Nigeria tiene una base en la ciudad. Se estima que el campo acoge a unas 15.000 personas, la mayoría mujeres y niños menores de cinco años. Viven en refugios improvisados fabricados a partir de láminas de metal extraídas de las casas. Estas personas no pueden valerse por sí mismas, son totalmente dependientes de la ayuda externa para su alimentación.
El 17 de agosto regresamos a Bama para realizar una intervención de emergencia. Nuestro objetivo era reducir la morbilidad y la mortalidad en niños menores de cinco años, proporcionándoles tratamiento y comida suficiente para un mes, por lo que llevamos alimentos terapéuticos para niños desnutridos (PlumpyNut®), y raciones de comida (habas, aceite y galletas BP5).
Durante los cuatro días que duró nuestra operación permanecimos en la ciudad durante la noche, a las afueras del campo. En ese momento estaba vigente un toque de queda desde las seis de la tarde hasta las siete de la mañana y la casa que nos cedió el ejército carecía de suministro eléctrico. El primer día, comenzamos a trabajar a las siete de la mañana. La cola de gente esperando era tan larga que no alcanzábamos a ver el final. Había enormes colas de mujeres y niños. Examinamos y tratamos a niños que sufrían desnutrición y distribuimos alimentos a las familias con hijos menores de cinco años.
Volveremos a Bama dos veces en los próximos dos meses para proporcionar tratamiento y distribuir nuevas raciones mensuales, pero este tipo de operación no resulta fácil de gestionar. Sería imposible sin coordinarnos con el ejército de Nigeria. No gozamos de libertad para movernos como queremos. Por razones de seguridad, el equipo debe viajar en helicóptero desde Maiduguri a Bama, y es necesario que una escolta del ejército acompañe a los camiones que transportan alimentos y medicamentos.
¿Cuáles son los principales problemas médicos que encontraron?
La desnutrición es el problema más acuciante. Durante nuestra operación, examinamos a un total de 3.293 niños menores de 5 años y tratamos a 513 niños por desnutrición. En otras palabras, el 15,1% de los niños presenta desnutrición, y el 4,2% de estos últimos presenta desnutrición aguda severa. A pesar de todo, esto representa una ligera mejora respecto a la visita que hicimos el 13 de julio, cuando distribuimos alimentos terapéuticos. En ese momento, la situación era realmente alarmante, ya que se registró una tasa de desnutrición aguda severa del 15%.
Dejando a un lado la desnutrición, las tres principales patologías que observamos durante las consultas médicas fueron malaria, infecciones de la piel y diarreas. El número de mosquitos portadores de malaria está aumentando con la llegada de la temporada de lluvias.
Existe una clínica dirigida por el Ministerio de Salud y UNICEF en Bama, pero muy pocos pacientes acuden a ella porque no dispone de suficientes medicamentos. Además, la fuerza aérea nigeriana abrió hace un par de semanas un pequeño hospital en la entrada del campo, aunque la gente tampoco se apresura a ir.
Nosotros distribuimos mosquiteras para prevenir el riesgo de malaria, pero el problema de la vivienda no está ni mucho menos resuelto. La mayoría de las familias vive en refugios construidos a partir de láminas de metal oxidadas donde se filtra el agua de la lluvia. Algunas han conseguido lonas de plástico y tiendas de campaña, pero la ausencia de ventanas hace que resulten demasiado calurosas. En el transcurso de nuestra operación, asistimos a la llegada de alrededor de 40 mujeres y niños. No pudieron encontrar ningún refugio libre en el campo, por lo que tuvieron que conformarse con colchones dispuestos directamente sobre el suelo.
En vista de las precarias condiciones de vida, desde MSF hemos presentado una solicitud a las autoridades sanitarias del estado de Borno para vacunar a los habitantes del campo contra el sarampión, la neumonía y el cólera. Cuando cualquiera de estas enfermedades se presenta en un contexto de desnutrición, las consecuencias pueden ser fatales.
El acceso al agua constituye otro de los problemas del campo. Solo siete de los nueve pozos funcionan realmente, así que no hay agua suficiente para todos. Varias organizaciones están prestando asistencia a los desplazados en Bama, pero esta ayuda sigue siendo desigual y no resulta suficiente para cubrir todas las necesidades.