El 9 de marzo de 2016, los líderes europeos anunciaron que la llamada «ruta de los Balcanes» se clausuraba, después de que Croacia, Antigua República Yugoslava de Macedonia (ARYM) y Eslovenia cerraran por completo sus fronteras a quienes intentaban pasar a través de esos países para buscar asilo en el norte de Europa. Para miles de personas que huyen de la violencia, esta ruta representaba una de las pocas vías para alcanzar la seguridad y la protección que en teoría debería ofrecerles Europa. Los médicos y psicólogos de Médicos Sin Fronteras (MSF) que continúan trabajando en estos países han podido constatar el aumento de la violencia contra los refugiados desde que se «cerrara» la ruta.
Muchos líderes europeos afirman que el problema de la ruta de los Balcanes se ha resuelto tras el cierre de fronteras, pero la dramática situación humanitaria en la región está aún lejos de haber terminado. Hoy en día, cientos de personas vulnerables siguen varadas en Serbia, ARYM y Bulgaria tratando de llegar a sus destinos finales a través de rutas peligrosas que controlan contrabandistas, o atascados en zonas de tránsito entre las fronteras de Serbia, Hungría y Macedonia.
Los equipos de MSF en Serbia han observado que el empeoramiento de la situación humanitaria y médica está directamente relacionado con las restricciones en las fronteras que sufren miles de refugiados y solicitantes de asilo.
«Desde el cierre de fronteras, hemos notado un fuerte incremento en el número de pacientes que presentan señales de haber sufrido abusos, así como traumatismos físicos producto de la violencia ejercida contra ellos. Muchos de estos casos fueron presuntamente cometidos por las autoridades húngaras», explica Simon Burroughs, coordinador general de la misión de MSF en Serbia. «Condenamos sin paliativos el uso de la fuerza excesiva e instamos a las autoridades húngaras a que tomen las acciones necesarias para terminar con estas prácticas».
En los últimos meses, la posibilidad de solicitar asilo en la UE a través de Hungría se ha reducido drásticamente. A principios de julio, la nueva política nacional permite llevar a cabo controles migratorios a mayor distancia de la frontera y devolver en caliente a todas aquellas personas que sean detenidas ya en Hungría, pero que se encuentren dentro de un área que diste menos de 8 kilómetros de la frontera con Serbia. Ante esta perspectiva, decenas de las familias están atrapadas ante el dilema de tener que esperar en una condiciones deplorables o quedar expuestos a más violencia y abusos en las peligrosas rutas dominadas por contrabandistas.
Desde el 1 de abril hasta 30 de junio, los equipos de MSF realizaron 510 consultas de salud mental y, de ellas, 188 fueron a supervivientes de acontecimientos traumáticos como maltratos y torturas, encarcelamientos, secuestros y violencia sexual perpetrados por contrabandistas, la policía o personas de la propia comunidad. La proporción de consultas que ha atendido MSF en relación con tales traumas ha aumentado a más del doble desde marzo, y supuso 1 de cada 10 casos vistos por los médicos de la organización entre abril y junio.
De estas personas, entre las que se incluyen mujeres y niños, el 65 % indican que sufrieron traumatismos físicos por parte de personas uniformadas en territorio húngaro, y el 35 % afirman que esta violencia proviene de otros causantes (ladrones, contrabandistas y otros refugiados).
«Nos preocupa que las nuevas medidas adoptadas por las autoridades húngaras puedan favorecer el aumento de la violencia contra los refugiados, ya que se les está tratando de una manera cada vez más parecida a la que le proporcionan a los criminales», añade Burroughs.
Estas restricciones también han creado una situación especialmente preocupante en las zonas de tránsito en la frontera entre Serbia y Hungría, donde MSF lleva a cabo varias clínicas móviles que permiten prestar atención médica, apoyo psicológico y servicios básicos de saneamiento.
«Las condiciones aquí no son aptas para los seres humanos. Las familias viven en tiendas de campaña inadecuadas, sin duchas, sin agua potable y sin acceso a los servicios básicos», continúa Burroughs. «A pesar de que llevamos meses pidiendo a las autoridades serbias que mejoren estas condiciones, la situación apenas ha cambiado desde entonces: la gente está desesperada y esto está afectando directamente a su salud física y mental».
«MSF ha visto un aumento constante y significativo de los problemas que reflejan el impacto psicológico de las restrictivas condiciones fronterizas, como la depresión, el trastorno por estrés postraumático y la ansiedad».
El número de pacientes diagnosticados de depresión por MSF aumentó a casi uno de cada tres (31,2 %) después de marzo, en comparación con el 26,7 % que se veía en octubre de 2015. La proporción de personas con trastorno de estrés postraumático (TEPT) también aumentó en el mismo período (del 14 % al 15,9 %), así como la ansiedad (3,8 % a 6,6 %). El aumento de dichas patologías se produjo de forma paralela a la entrada en vigor de las políticas fronterizas restrictivas en marzo.
MSF también ha seguido tratando a cada vez más personas con patologías asociadas directamente a sus condiciones de vida. Más de la mitad de las consultas que lleva a cabo MSF son por infecciones de las vías respiratorias superiores, enfermedades digestivas y enfermedades de la piel».
“Las políticas de la UE han contenido el flujo de personas que buscan protección en Europa a través de los Balcanes; sin embargo, miles de personas han quedado abandonadas a su suerte y sin visibilidad, mucho más expuestas a la violencia, la miseria y la desesperación. Los gobiernos de Europa y los países occidentales de los Balcanes no han sabido responder a las necesidades de miles de personas, y además están promoviendo políticas con consecuencias nefastas para el bienestar de personas que ya son vulnerables. Una vez más, instamos a los líderes europeos a que proporcionen alternativas seguras y legales a quienes buscan protección», concluye Burroughs. «Deben revisarse las políticas restrictivas en la frontera entre Serbia y Hungría, así como las condiciones de vida que están ofreciendo a las personas en tránsito».