La sonrisa de Mohammed, recuperado de desnutrición severa en Etiopía
Durante un recorrido de reconocimiento por las comunidades de la región somalí de Etiopía, los equipos de MSF encontraron a Mohammed, un niño de 4 años aferrado a la pierna de su padre. Tenía muchas llagas alrededor de la boca, el cabello quebradizo y un cuerpo plagado de infecciones que indicaban un estado de desnutrición severa por culpa de una dieta carente de vitaminas y minerales esenciales.
Mohammed y su padre debieron caminar tres horas para llegar al lugar donde se había instalado la clínica móvil de MSF. Los médicos evaluaron la situación y decidieron trasladarlos a ambos al centro de salud más cercano: a cientos de kilómetros de ese sitio.
¡En el centro de salud el padre de Mohammed era el único cuidador hombre entre todas las madres somalíes! Semanas más tarde, el niño comenzó a recuperarse: desaparecieron la fiebre y las infecciones, se le cerraron las llagas y dejó de llorar. Al poco tiempo llegó al hospital su hermano de 2 años, con los mismos síntomas de desnutrición severa pero, por su corta edad, con mucho más riesgo de vida. Hablando con su padre descubrimos que los hermanitos seguían una dieta insuficiente basada exclusivamente en leche. Por suerte, la familia podía conseguir pan y carne de cabra así que recuperaron su apetito y superaron la desnutrición.
Kay Hodgetts, médica del proyecto de MSF en Etiopía, cuenta: “Meses más tarde, al llegar al centro de salud, vi al padre de Mohammed. Por un instante mi corazón se congeló: ¿estarían enfermos de nuevo? Pero no.
Esta vez iba de la mano de dos sonrientes niños somalíes saludables por una sola razón: para dar las gracias.”
La alegría de ver nacer una nueva vida en medio del Mediterráneo
Collins dio a luz a Divan, su segundo hijo, a bordo del barco Dignity I de MSF, pocas horas después de ser rescatada en medio del mar Mediterráneo, en octubre de 2015.
Collins tiene 25 años y era auxiliar de enfermería en el hospital militar de Douala, Camerún, pero luego de dos años sin recibir paga, con su esposo decidieron irse a Banki, en el norte del país. El grupo armado islamista Boko Haram tomó la ciudad meses más tarde y Collins y su marido fueron secuestrados por integrantes de ese grupo. Dos meses pasaron retenidos en el monte. Un día, Collins logró huir. En ese mismo momento inició su viaje de 6 meses hacia Europa, que finalmente la llevó hasta Libia. Durante el camino, su embarazo siguió avanzando. Desde Libia se embarcó en un bote inflable junto a otras 120 personas (6 niños, entre ellas).
Cuando los integrantes del Dignity I la encontraron en aquel bote a las 8 de la mañana, pronto se dieron cuenta del grado de sufrimiento que reflejaba en su cara: las contracciones ya habían comenzado. La subieron a bordo rápidamente para darle atención médica. El parto se desarrolló sin problemas y el niño nació sano.
Astrid Böjerson, matrona a bordo del barco Dignity I, quien ayudó a Collins a dar a luz, comenta:
“Me gusta contar lo que sucedió porque me reafirma que el hecho que estar aquí, en medio del Mediterráneo asistiendo a los refugiados a bordo del Dignity I, nos ha permitido llegar a tiempo.
Porque si la hubiéramos encontrado cuatro o cinco horas más tarde, habría dado a luz en un bote en estado muy precario y con 120 personas hacinadas a su lado. Da miedo pensar que mujeres en este estado de gestación se arriesguen a un viaje como este, pero también me ayuda a entender que es la única opción que les queda”.
La valentía de Abdu, acercando antirretrovirales a aquellos que los necesitaban, en medio del conflicto en Yemen
Si tener HIV en un país pobre es malo, es mucho peor tener HIV en un país pobre y en guerra, como Yemen… y aún más terrible tener que huir de un día para otro. La gente que huye agarra los primero que tiene a mano, alguna cosa importante para el viaje como documentos o dinero y algo de comida (si hay) y no mucho más: es raro que alguien se acuerde de llevar sus medicamentos.
Debido a la crisis humanitaria en la que se encuentra Yemen, MSF gestiona varios proyectos en el país. Uno de ellos consiste en brindar atención a pacientes con HIV, en Saná, la capital. El proyecto funcionaba bien pero cuando el conflicto recrudeció había que delinear e implementar un plan B para asegurar a los pacientes la continuidad del tratamiento antirretroviral. Por suerte, se contaba con el compromiso y la rapidez de los compañeros yemeníes.
Abdul Baset, Abdu, es uno de ellos. De profesión enfermero, también es consejero y responsable de la farmacia del proyecto de MSF. Cuando entendió que la tensión había llegado a su punto álgido, tomó todas las cajas de medicamentos que había en la clínica y el registro de los pacientes, y se los llevó a su casa. Para lograrlo tuvo que atravesar con aquellas cajas en el coche todos los controles de la ciudad sitiada, diciendo, según quien lo parara, que iba a llevar insumos médicos a tal o cual hospital.
Desde su casa, Abdu empezó a enviar SMS a todos y cada uno de los 400 pacientes en tratamiento y concertó citas en diferentes puntos de la ciudad para entregarles bolsas con tres meses de medicación y una tarjeta con su teléfono, por si tenían algún problema.
Cuando amainó la ola de violencia, analizamos lo ocurrido: gracias al esfuerzo del equipo, el 90% de los pacientes había podido continuar el tratamiento y el 100% regresó a las consultas para seguimiento. ¡Éxito!
Cecilia Ferreyra, médica especialista en HIV/sida y tuberculosis, reflexiona:
“Hoy, cuando recuerdo el compromiso de Abdu, me sigo estremeciendo. Pienso en lo innovador y arriesgado de su estrategia.
El equipo se atrevió a ir más allá de lo que sabíamos hacer, lo hicieron con excelentes resultados y sentaron las bases para nuestro trabajo en otros países: al sistema de bolsas que ideó Abdu ahora lo llamamos runaway bags, en español “bolsas para salir corriendo” y lo hemos usado después en varios otros contextos.”