Por Dr. Mégo Terzian, Presidente de Médicos Sin Fronteras (MSF).
Desde el comienzo del combate a finales de marzo entre rebeldes hutíes y las fuerzas de la coalición liderada por Arabia Saudita, Médicos Sin Fronteras (MSF) ha brindado atención médica a cerca de 7,000 víctimas de la guerra.
Los equipos de MSF que trabajan en Yemen han sido testigos de la muerte de mujeres embarazadas y niños por llegar demasiado tarde al centro de salud debido a la escasez de gasolina o por tener que esconderse durante días enteros a la espera de un momento de calma en los combates. Personas que necesitan de tratamiento médico urgente también han muerto tras ser detenidos en retenes custodiados por los combatientes.
MSF también brindó atención a víctimas de bombardeos de la coalición: a finales de marzo, el campamento para personas desplazadas El-Mazraa (en la gobernación de Hajjah) fue bombardeado hiriendo al menos a 34 personas, 29 de las cuales murieron al llegar al hospital. A finales de mayo, una cisterna de gasolina en la ciudad de Taiz fue alcanzada por los bombardeos y dejó a 184 personas con quemaduras graves; y el 4 de julio los equipos trataron cerca de 70 víctimas en Beni-Hassan (noroeste de Yemen) después de que varios ataques aéreos apuntaran a un mercado concurrido, cuando finalizaba el ayuno del Ramadán.
Con igual beligerancia, los Hutíes han estado bombardeando indiscriminadamente durante semanas zonas residenciales densamente pobladas de Adén y, el 19 de julio, conforme las fuerzas de la resistencia del sur luchaban por recuperar el control de la ciudad, golpearon un área muy poblada. Durante tan sólo unas pocas horas, 150 víctimas (mujeres, niños y ancianos) acudieron a raudales al hospital de MSF. 42 habían fallecido antes de llegar y varias docenas de cuerpos tuvieron que permanecer afuera porque no había más espacio en el hospital.
A todo lo largo del país, la población está sufriendo una carestía grave conforme los alimentos, los medicamentos y la gasolina se vuelven cada vez más escasos, amenazando la supervivencia de las personas más vulnerables. Con la carencia de combustible para los generadores y las estaciones de gasolina, algunos hospitales ya no son capaces de funcionar, además de que obtener agua limpia se vuelve cada vez más problemático. La gente hace cola para la gasolina durante horas, incluso días, con la esperanza de poder huir del área de combate o transportar a una víctima o a alguien enfermo al hospital más cercano. La temporada de malaria ha comenzado y los casos sospechosos de fiebre hemorrágica van en aumento. Mientras MSF ha logrado obtener las autorizaciones necesarias para traer más de 100 toneladas de medicamentos y suministros médicos al país, las instalaciones del Ministerio de Salud y las clínicas privadas no lo han hecho, por lo que no están recibiendo suministro alguno. Como en Adén, el precio de la harina ha incrementado en un 70% en algunas áreas y la carne es casi inexistente. La información recopilada por MSF en Khamir y Saada muestra que el 15% de los niños sufre desnutrición.
Los crímenes de guerra y la grave escasez someten a la población a un doble sufrimiento, causado no sólo por las diferentes partes en conflicto, sino también por la Resolución 2216 (2015) adoptada en abril por el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Propuesta por Jordania con el apoyo activo de los Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia, el propósito declarado de la Resolución en virtud del Capítulo VII de la Carta Estatutaria era poner fin a la violencia en Yemen, al imponer, entre otros, un embargo sobre el armamento de los hutíes. Por lo tanto, presentó a la coalición militar un cheque en blanco para bombardear toda la infraestructura que pudiera otorgar una ventaja militar a los rebeldes (como las carreteras, los aeropuertos, los puertos y las estaciones de gasolina) e imponer restricciones sobre el comercio aéreo y marítimo, lo cual ha resultado rápidamente en aislar al país entero del mundo exterior. Queda bastante claro que la Resolución eligió al blanco erróneo ya que, lejos de “poner fin a la violencia”, ha alimentado el apetito guerrero de las diferentes partes en conflicto y está estrangulando a la población. Además de unos muy pocos convoyes, Naciones Unidas, que nunca deja de expresar su grave preocupación por la situación humanitaria, no ha establecido una línea de suministro para facilitar el transporte de artículos de primera necesidad, como medicamentos, alimentos y combustible.
En vista de lo que estamos presenciando en Adén, tememos que la ofensiva liderada por la coalición en busca de recuperar el territorio de los hutíes infligirá, en el corto plazo, aún más violencia sobre los civiles atrapados entre las partes en guerra y los expondrá a represalias armadas. Por otra parte, también tememos que los países que apoyan a la coalición en su búsqueda por “liberar” a Yemen, a cualquier costo, percibirán esa violencia como un daño colateral aceptable. Un daño colateral que puede ser de muy poco interés para los gobiernos, como hemos llegado a comprender en meses recientes durante nuestros intentos por conseguir el apoyo de los diplomáticos en París, Ginebra y Washington, respecto a la necesidad de ejercer presión sobre las partes en guerra para proteger vidas civiles.
Aún hay tiempo para que los Estados responsables del costo humano del conflicto hagan todo lo que esté en su poder para disminuir este costo sancionando los crímenes de guerra cometidos por todas las distintas partes y la restauración urgente del acceso de la población a los servicios esenciales.