El apoyo comienza en la llegada
“Aún hay mucha falta de comprensión sobre la enfermedad en la región”, explica Alexi, un supervisor del equipo de psicología social de MSF en Guéckédou.
“Los rumores se mueven con más rapidez que nuestro equipo de promoción de la salud y esto tiene un importante impacto en las comunidades. Las personas con síntomas de Ébola llegan al centro confusas y en un terrible estado de angustia. En esta situación, nuestra primera tarea es la de establecer confianza.”
Si un paciente ha sido expulsado de su comunidad, Alexi y su equipo van a visitarles y les explican que la gente puede sobrevivir al Ébola, y que la persona enferma que ha sobrevivido necesita el apoyo de su familia.
“Muchos supervivientes trabajan ahora en nuestro equipo, y su aporte es precioso. Cuando describen su propia experiencia a un paciente y a su familia, las percepciones sobre el Ébola y el centro de tratamiento pueden cambiar.”
En la sala de los pacientes
El personal que brinda apoyo psicosocial debe protegerse y proteger también a los demás mediante el uso de equipos que cubren el cuerpo y la cara. «La distancia visual y la falta de contacto físico entre nosotros y el paciente dificulta mucho nuestra tarea», cuenta Reine Lebel, psicóloga de MSF en Guéckédou. Reine ha trabajado anteriormente con la organización durante otras emergencias, incluso en Haití y Filipinas; pero esta tarea, explica, es diferente. «En otros contextos, cojo a los niños en brazos y puedo tomar la mano de un paciente. Siempre pueden verme la cara. Aquí tenemos que encontrar otras maneras de relacionarnos con el paciente.»
“Así que nos centramos en las necesidades de cada persona. Debemos descubrir los pequeños detalles personales que pueden hacer que el paciente luche contra la enfermedad, que continúe bebiendo, comiendo y tomando la medicación.”
“Hace un par de semanas, Sebastian* vino al centro después de que su esposa y dos hermanas murieran por el virus del Ébola. Es enfermero, y por eso había sido acusado de envenenar gente en su aldea ,y básicamente, fue expulsado de allí. Cuando me reuní con él por primera vez estaba enfadado y decía: “¿Qué quiere usted de mí? ¡Yo no quiero nada!” Estaba deprimido y se había convencido a sí mismo de que merecía morir. Después descubrimos su debilidad por la tónica. Le trajimos una lata, y luego otra, y comenzó a comer para acompañar la tónica. Al final se recuperó, y le dimos el alta.
“Lo más duro para nosotros es trabajar con los niños” explica Alexi. “Están ansiosos al llegar, y sus miedos se intensifican al estar ingresados en las salas rodeados de otros pacientes con Ébola. Les traemos juguetes, pero cuando otros pacientes comienzan a sentirse mejor, a veces se encargan de ellos. Este cariño es una fuente de energía inmensa para el niño.”
Dignidad en la vida y en la muerte
“Nunca podemos perder de vista la situación, y hay que mostrar respeto y preservar la dignidad del paciente y de su familia,” dice Reine. “Esto también se aplica a un paciente que ha fallecido”.
Como el virus permanece activo en el cuerpo de una persona fallecida, un funeral tradicional, durante el cual la familia lava y toca los cuerpos, no puede llevarse a cabo. Eso no quiere decir que no pueda celebrarse un entierro respetuoso. En el centro de MSF, higienistas con equipos de protección lavan el cuerpo y lo colocan en una bolsa para muertos. La parte superior se deja abierta y se disponen flores en torno al difunto para que la familia pueda verlo. Entonces Bakari, un miembro del equipo de apoyo psicosocial, decide si se toma una foto de la cara de la persona, una imagen que ayudará a la familia en el luto.
Es una tarea de gran peso para Bakari. “La semana pasada tuvimos once fallecimientos en un día y tuve que prepararlos a todos. Esa noche comencé a tener pesadillas y desde entonces solo trabajo días alternos”. Uno de los psicólogos se encarga de asistir a los miembros del personal que trabajan en el brote epidémico.
Salida del centro
Los pacientes recuperados reconstruyen sus vidas tras el Ébola y permanecen en contacto con el equipo. «Un superiviente puede encontrarse con el estigma, la duda o el temor de su comunidad. Los supervivientes que trabajan en nuestro equipo juegan un papel importante, ayudando a las familias a comprender que un superviviente ya no es contagioso», cuenta Reine. En la actualidad, seis personas en Guéckédou, doce personas en el CMC de MSF en Conakry y cuatro personas en el centro de tránsito Macenta proporcionan apoyo psicológico social a las personas afectadas por el Ébola.
(*) Nombre cambiado para proteger su identidad.