El campo se encuentra situado en una de las zonas pantanosas más grandes del mundo, y durante la mayor parte del mes de agosto muchas personas vivían dentro del agua contaminada por las aguas residuales. Muchos habían dormido de pie, con sus hijos en los brazos. Los que se aventuraban fuera de los confines del […]
El campo se encuentra situado en una de las zonas pantanosas más grandes del mundo, y durante la mayor parte del mes de agosto muchas personas vivían dentro del agua contaminada por las aguas residuales. Muchos habían dormido de pie, con sus hijos en los brazos. Los que se aventuraban fuera de los confines del campo y en la zona de conflicto se arriesgaban a la violencia y a la violación por parte de hombres armados. Vanessa Cramond, coordinadora de emergencias de MSF, describe la situación ahora que las inundaciones están retrocediendo.
«En el área de «protección de civiles» de la ONU, hemos visto una reducción significativa de los niveles de agua después que se terminó el drenaje y se mejoraron los sistemas de desagüe. Hay aún zonas inundadas, pero la mayoría de los refugios ahora están secos. Los accesos por carretera dentro del campo también han mejorado enormemente y la gente está satisfecha.
Detrás de la alambrada, la vida cotidiana continúa. Las personas están ocupadas intentando asegurar sus refugios mediante la construcción de paredes de barro y pequeñas zanjas. Se vende el terreno por cinco libras sudanesas (alrededor de 1 dólar) y una carretilla para personas que deseen elevar el piso de su vivienda, pero ahora las tropas de la UNMISS lo han puesto gratuito como un subproducto de la excavación.
En general, parecen haber menos acoso de mujeres y niños que se aventuran fuera del área protegida en busca de carbón o leña para cocinar su ración diaria de lentejas o sorgo. Además de vigilar el campo, las tropas UNMISS ahora organizan «patrullas para la búsqueda de leña» tres veces al día a lo largo de la ruta principal del campo que va a la ciudad, en un perímetro de cinco kilómetros. Algunas mujeres han establecido pequeños negocios dentro del campo y venden la madera que les sobra a otras personas que están demasiado asustadas para aventurarse fuera del campo. Esto les ha permitido generar un ingreso. Sin embargo, MSF todavía tiene algunas preocupaciones sobre la seguridad de las mujeres y los niños más allá de los límites del área protegida y continúa supervisando la situación muy de cerca.
Hemos visto recientemente a la gente regresar al campo con guayabas frescas, papayas, limones y okra que han recogido en los huertos de las chozas abandonadas del pueblo de Bentiu. En ocasiones, incluso ha traído algunos peces que ha sido pescado en algún lugar en el exterior. A pesar de ello, el área circundante está fuertemente militarizada y la situación es tensa. En la propia ciudad, las oficinas abandonadas de organizaciones no gubernamentales han sido tomadas por hombres armados, la mayoría de las tiendas y los mercados están cerrados, las escuelas se han convertido en burdeles o cervecerías. Y se ven a menudo niños con uniformes sobredimensionados y armados con fusiles de asalto nuevos.
Estamos preocupados por los civiles que viven fuera del campo y que no pueden acceder a nuestros servicios. Para ello hemos creado recientemente una clínica en la ciudad de Bentiu. De ahora en adelante, un equipo de MSF va regularmente al edificio del antiguo hospital saqueado con el objetivo de atender a cualquier mujer y niño que este en las aldeas aledañas cercanas a la ciudad y de proporcionarles servicios de atención primaria.
Estamos alerta ante los posibles brotes provocados por la masificación, que plantea grandes riesgos para los niños pequeños, especialmente las enfermedades transmisibles como el sarampión. En los últimos meses, varios niños han muerto por complicaciones relacionadas con las infecciones de sarampión; así que la semana pasada MSF con apoyo de otros actores de salud llevó a cabo una campaña de vacunación e inmunizó a más de 14.200 niños dentro y fuera del campo. Hace seis semanas, el siete por ciento de los niños monitoreados (mediante la medición del perímetro braquial) estaban desnutridos. Ahora se ha reducido la tasa a un 1,3 por ciento. Creemos que la mejora depende de la provisión de agua potable y de una mejor atención médica y de los servicios de nutrición en el campo y la distribución general de alimentos de manera frecuente. Es alentador que durante las últimas 3 semanas no hayamos tenido ninguna muerte por desnutrición en el hospital de MSF.
Se examinó la desnutrición y observamos signos positivos de mejoría entre los niños que consultamos. Pero a pesar de todas las mejoras, seguimos cautelosos. Estamos todavía en la temporada de lluvias y con los próximos aguaceros, las inundaciones pueden regresar. En realidad esta zona baja no es apropiada para vivir. Y cuando la temporada de lluvias pase, habrá problemas para proporcionar agua potable a las personas que viven en el campo. Sin ningun solución política ante esta crisis, estas personas se enfrentan a un futuro incierto».
Los equipos de MSF ofrecen atención médica a 40.000 personas refugiadas en los refugios de la ONU o de «protección de civiles» cerca de Bentiu, una ciudad del estado de Unidad, Sudán del Sur, que es una de las zonas más afectadas por el conflicto. En la actualidad, MSF administra un hospital dentro del campo con una sala de maternidad, de pediatría y de tuberculosis. También hay un servicio de urgencias y de atención quirúrgica.