La violencia que desde el pasado año se está cebando con la población de la República Centroafricana, ha llegado en estas últimas semanas a niveles sin precedentes y completamente intolerables. La población civil en su conjunto se encuentra atrapada en un círculo de violencia extrema y son los civiles los que están pagando día tras día el precio de los abusos cometidos por los dos principales grupos armados: la exSéléka y los anti-Balaka. Aunque el conflicto es complejo y todas las comunidades se ven afectadas por la violencia, en los últimos tiempos es la comunidad musulmana la que se encuentra en el objetivo de venganzas colectivas. En muchos pueblos, las comunidades musulmanes se encuentran aisladas y amenazadas por las milicias cristianas anti-Balaka, mientras decenas de miles de musulmanes se han visto forzadas a exiliarse en Chad o Camerún.
Los civiles temen por sus vidas constantemente. Se les está dejando abandonados, dice Martine Flokstra, coordinadora de emergencias de MSF. En el noroeste del país y en Bangui, somos testigos de actos de venganza contra la minoría musulmana. Nos preocupa el futuro de estas comunidades que se encuentran atrapadas en sus propios pueblos, rodeados por anti-Balaka, así como el hecho de que muchas familias musulmanas se hayan tenido que ver forzadas al exilio para salvar sus vidas.
En Bangui, los combates y los pillajes no han cesado ni un instante. Sólo en el mes de enero, MSF atendió a 1650 heridos de las dos comunidades enfrentadas, lo cual supone una muestra más de que la violencia en la capital sigue siendo de una altísima intensidad. En el centro de salud Castor, 91 pacientes han ingresado en los últimos siete días con heridas provocadas por machete y por bala. Durante ese mismo periodo, en el campo de desplazados del aeropuerto, donde se hacinan 100.000 personas que en su mayor parte son cristianas, los equipos han proporcionado cuidados médicos a 265 heridos más. Y además de lo que está ocurriendo en Bangui, los equipos de MSF han atendido a heridos por reyertas en otras ocho localidades del noroeste del país a lo largo del último mes.
Precisamente en el noroeste, los combates en las poblaciones de Bouca, Bossangoa, Carnot, Berberati y Baoro han forzado a las comunidades musulmanas a buscar el camino del exilio. En Bozoum, toda una comunidad de 2.500 miembros tuvo que dejar la población el pasado miércoles. En Bouar, más de 8.000 personas permanecen aisladas en el pueblo, sin poder huir de la violencia a la que son sometidos y completamente rodeados por grupos armados.
30.000 refugiados han cruzado ya la frontera con Chad, mientras que 10.000 musulmanes más buscan protección en Camerún. En Bangui, las familias musulmanas se concentran en otro campo de desplazados dentro del aeropuerto. Otros musulmanes se encuentran en la gran mezquita o en campos aislados como el de PK12, donde buscan desesperadamente algún tipo de protección mientras tratan de encontrar la manera de poder salir del país.
La población cristiana, mayoritaria en el país, también continúa inmersa en el pánico. El conflicto ha causado desplazamientos masivos de población y cientos de miles de personas se encuentran al amparo de centros religiosos o en el aeropuerto de Bangui, viviendo en unas condiciones terribles y demasiado asustados como para regresar a sus casas.
El efecto de la violencia está llegando a unos niveles desorbitados, continúa Flokstra. Todas las acciones llevadas a cabo por la comunidad internacional, tanto las pasadas como las que están actualmente en marcha, son claramente insuficientes frente a la enorme magnitud de esta crisis.
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MSF lleva trabajando en la República Centroafricana desde 1997 y mantiene siete proyectos regulares en Batangafo, Boguila, Carnot, Kabo, Ndélé, Paoua y Zémio. La organización médico humanitaria cuenta además con siete proyectos de emergencia en Bangui, Bouar, Bozoum, Bossangoa, Bouca, Bria y Berberati. MSF cuenta con más de 200 trabajadores internacionales y 1800 locales en todo el país.