La Iniciativa sobre el Sarampión se reúne en Washington los próximos 13 y 14 de septiembre con el fin de avanzar en la lucha por la eliminación de esta enfermedad en el mundo. Sin embargo, las epidemias de sarampión han experimentando un preocupante resurgimiento en los últimos tres años.
Médicos Sin Fronteras (MSF) considera urgente la puesta en marcha de un mecanismo de respuesta eficaz, basado en suficientes recursos económicos y técnicos, para frenar estos brotes.
«Sabemos a ciencia cierta que se producirán otras epidemias en un futuro próximo, explica Florence Fermon, coordinadora de MSF en campañas de vacunación. «No hay que esperar a que ocurran para actuar. Necesitamos un sistema efectivo para anticiparnos a futuros brotes y estar preparados de antemano para responder».
Desde 2008, MSF ha respondido a prolongadas epidemias. En 2010, por ejemplo, los equipos de la organización vacunaron a más de 4,5 millones de niños en Yemen, Zimbabue, Chad, Suazilandia, Suráfrica, Malaui y Nigeria. En 2001, 3 millones de niños han sido vacunados en República Democrática del Congo (RDC) y, a pesar de todo, no se ha podido poner freno a la epidemia.
RDC no es una excepción en la tendencia registrada en estos brotes: aunque los datos demostraban la urgente necesidad de actuar, la organización de los actores en el terreno fue demasiado lenta y, en su mayoría, los países donde se produjeron estas epidemias no movilizaron los recursos de que disponían para organizar las campañas de vacunación.
«La lucha contra el sarampión ha dejado de ser una prioridad política, tanto para los Ministerios de Salud de los países afectados como para los financiadores internacionales, que reducen cada vez más sus fondos, señala Gwenola François, coordinadora de la campaña de vacunación contra el sarampión en RDC. No es aceptable que organizaciones como MSF tengan que actuar como apagafuegos de emergencia por culpa de deficiencias estructurales en los programas de prevención».
Las recurrentes epidemias de sarampión son un síntoma claro de las debilidades de los programas de vacunación, y demuestran el fracaso de las estrategias mundiales de lucha contra esta enfermedad. Son muchos los errores que se han cometido en las actividades de prevención (vacunaciones sistemáticas o campañas de seguimiento): sobrestimaciones de la tasa de cobertura vacunal, rigidez de los programas que impiden la vacunación antes del año de edad, demoras y cancelaciones de algunas campañas de seguimiento, así como fallos en la identificación de áreas de riesgo, son algunos ejemplos de estas debilidades del sistema.
Además, la inadecuación de los sistemas de seguimiento supone que los brotes no pueden detectarse con suficiente rapidez. Las epidemias suelen declararse oficialmente con demasiado retraso y, por lo mismo, el despliegue de una respuesta adecuada no se hace con la suficiente rapidez. En consecuencia, con el paso de los años, cada vez son más los niños en riesgo de contraer el sarampión, y su número llega a ser tan grande que puede desencadenar una epidemia.
Con más brotes al acecho, urge una revisión total de estas políticas, tanto en lo que respecta a la respuesta a epidemias como en lo relativo a los programas de vacunación preventiva, con el fin de alcanzar un nivel óptimo de protección contra futuras crisis en zonas de alto riesgo.
Para estar preparados ante la inminente llegada de nuevas epidemias, estos esfuerzos requieren recursos económicos y técnicos de rápida movilización. El tratamiento del sarampión también debe incorporarse sistemáticamente a las estrategias de salud pública.