«¿Oswa kitonga?» («¿Ya te vacunaste?»)
Mi nivel de lingala, el idioma que se habla en el noroeste de la República Democrática del Congo (RDC), aún es muy malo, pero ya aprendí el vocabulario más importante.
Los niños me muestran con orgullo sus uñas pintadas de negro, lo que los identifica como ya vacunados. A medida que avanzo, me siguen llamando:
“¡Mundele, mundele!”
Así es como me saludan en todas partes estos días. “Mundele” significa “blanco” en lingala y, después de todo, no sucede con mucha frecuencia que un mundele llegue a este rincón de la profunda selva congoleña.
Desde principios de 2019, en la RDC, se ha desatado una epidemia grave de sarampión. Y, para principios de marzo de 2020, se habían enfermado 334.578 personas y 6.338 habían muerto. Sin embargo, la cantidad de casos no informados probablemente sea mucho mayor.
Una enfermedad mortal
En respuesta, MSF está trabajando en varias regiones del país, incluso en un proyecto en Boende, en la provincia de Tshuapa, para luchar contra el sarampión, una enfermedad que se puede prevenir fácilmente con vacunas.
Desde noviembre, el equipo de aquí ha estado atendiendo a niños enfermos por sarampión, desnutrición, malaria y otras enfermedades.
El sarampión es una enfermedad peligrosa y potencialmente mortal, no solo durante su fase aguda. El virus debilita el sistema inmunitario de tal manera que, incluso después, una infección relativamente inofensiva puede causar complicaciones graves e, incluso, la muerte. Especialmente, si la atención médica está muy lejos.
Vacunación masiva
Con el objetivo de detener la epidemia actual en la región, a mediados de febrero, MSF lanzó una nueva campaña de vacunación.
El objetivo es vacunar a todos los niños entre los 6 meses y los 14 años de edad que viven en las áreas que todavía están gravemente afectadas por el sarampión: aproximadamente 23.000 personas.
Mi trabajo consistió en planificar, organizar y coordinar esta misma campaña en colaboración con el resto del equipo.
Selva pantanosa
Poco tiempo después, estoy en el medio de la selva, usando botas de goma y ropa de protección para motocicleta, de pie en el borde de un pequeño puente hecho de troncos de árboles.
Estaba levantada desde las cinco de la mañana y hacía casi siete horas que estaba montando mi motocicleta, después de haber cruzado el río Tshuapa por primera vez en una pequeña canoa a primera hora de la mañana.
Es una selva pantanosa, llena de pequeños arroyos y afluentes del gran Tshuapa. El camino es estrecho y desparejo, las ramas y las plantas sobresalen mucho; me raspan los brazos y me golpean las rodillas y el casco. Incluso, de vez en cuando, algún tronco de árbol entero bloquea el camino. O, como aquí, un puente hecho de troncos de árboles sobre el que cada moto debe pasar de a una.
La promesa
Mientras esperamos que pasen las últimas motos, aparece una mujer del siguiente pueblo.
Cuando se entera de nuestra campaña de vacunación, estalla en llanto y nos cuenta sobre los cinco hijos que ya perdió por el sarampión. Nos ruega que vacunemos a los que le quedan.
Me conmuevo profundamente y le prometo que vacunaremos a todos y a cada uno de sus hijos.
Poco después, el viaje continúa… pero esta mujer permanece en mis pensamientos durante los siguientes días.
Control de la cadena de frío
Nuestro convoy consta de 23 motos.
Algunos llevan las vacunas, en refrigeradores grandes, mientras que otros llevan cajas llenas de bolsas de hielo. La “cadena de frío” (el proceso cuidadoso para transportar y manipular medicamentos sensibles a la temperatura) se debe planificar meticulosamente y hasta el último detalle para evitar cualquier interrupción.
Otros transportan más insumos (jeringas, gasolina de reserva, tiendas de campaña para la noche y cualquier otro implemento necesario) y, por supuesto, los propios equipos.
Al menos todavía podemos andar en moto aquí. A algunos pueblos solo se puede llegar a pie o en pequeñas canoas.
Al día siguiente, uno de los equipos caminará cinco horas hasta llegar a su destino para vacunar a 20 niños. Otro equipo andará a pie incluso durante varios días seguidos y hará vacunaciones en el camino.
Las distancias exactas y las cifras de población en lugares de tan difícil acceso generalmente no están disponibles. Está claro que esto no facilita la planificación.
Pero es precisamente a estos niños a quienes queremos y necesitamos llegar; porque cuanto más difícil sea para nosotros llegar a algún lugar, más difícil debe ser para las personas que viven allí acceder a la atención médica.
No solo para la vacunación, sino especialmente cuando alguien se enferma.
Recuerdo
Después de 12 días de vacunación, ya hemos vacunado a 10.000 niños.
Luego de una breve parada para recuperar energías, continuamos hacia la siguiente región donde también pasaremos varios días. Nuevamente, nos esperan muchos obstáculos. Un equipo viajará en bote durante varios días; otros tendrán varios viajes a pie por delante. Pero, en cada momento de duda, enseguida recuerdo a la mujer que estaba en el camino y a sus cinco hijos para quienes nuestra vacuna llegó demasiado tarde…
Entonces los pies doloridos, las noches en la tienda, el calor y todo lo demás se vuelve insignificante. Vacunamos para salvar vidas.
