Estoy en Bangladesh desde el 11 de septiembre de 2017. Recuerdo la fecha exacta en que llegamos. Huí con mi esposa y mis cuatro hijos.
Siempre fuimos amenazados en Rakhine (Myanmar). En comparación con Myanmar, Bangladesh todavía se siente como un paraíso. Pero las condiciones aquí son inhumanas. Tienes que quedarte en una habitación pequeña, los baños son compartidos y vives debajo de una pedazo de plástico sin ventilación. No se te permite ir a ningún lado, y no puedes trabajar como la gente de Bangladesh.
Los campos donde vivimos son lugares inseguros
En general, los campos son menos seguros de lo que eran antes. Como no hay forma de ganar dinero, ni de tener educación, ni oportunidades de trabajo, las personas recurren a actividades ilegales para sobrevivir. Ahora hay algunos grupos extremistas que secuestran, chantajean y roban a las personas. Las mujeres solteras y los niños son blanco de los traficantes de personas. Si no le caes bien a alguien, puede pedirle a una pandilla que te mate. Las personas con tiendas pequeñas o que son voluntarias con las ONG pueden ganar algo de dinero, y eso las convierte en objetivos de estos grupos.
En este momento, las personas están realmente preocupadas por los rumores de que habrá una cerca alrededor del campo. Si esto sucede, las personas no podrán moverse de un bloque a otro; solo te permitirán trasladarte a otros bloques si muestras tu identificación. Mentalmente, la gente no estará bien. Los combates y los disturbios en los campos solo aumentarán.
No queremos que nos obliguen a regresar a Myanmar
En lo que respecta a regresar a Myanmar, las personas están preocupadas de que pase lo mismo que en 1992, cuando los rohingya se vieron obligados a regresar. Sabemos que la situación ahora no es como en 1992, pero las personas siguen preocupadas. ¿Qué haríamos? Hace un par de días estuve en contacto con personas que siguen en Rakhine. Nos están observando de cerca. El destino colectivo de los rohingya está en nuestras manos, eso es lo que dicen. Si conseguimos justicia aquí, sienten que obtendremos nuestros derechos allí. Pero si regresamos como antes, todos estaremos en peligro. Fue difícil escuchar eso. No nos sentimos seguros. Esperamos que el gobierno de Bangladesh no coloque esa presión sobre nosotros.
Muchos países ni siquiera sabían acerca de los rohingya antes de esta afluencia. Las personas no sabían sobre la violencia que sufríamos desde antes de agosto de 2017. No se nos permitía usar teléfonos inteligentes en Myanmar, así que no pudimos compartir nuestra situación con el mundo. El año pasado, muchas ONG y medios de comunicación estaban hablando sobre nuestro destino. Ahora la atención ha disminuido y tal vez el próximo año el interés será aún menor. Si continúa de esta manera, es posible que en unos años el gobierno de Bangladesh se aburra y nos envíe de vuelta. Esperamos que la comunidad internacional mantenga un interés. Sabemos que estas cosas requieren tiempo para resolverse.
Los rohingya somos una etnia, pero en Myanmar nos llaman kala, inmigrantes ilegales o bengalíes, como si fuéramos de Bangladesh. El gobierno de Myanmar ha pedido a las personas que soliciten la Tarjeta Nacional de Verificación (NVC). Después de tener esta tarjeta durante seis meses, te investigan para determinar si obtienes la ciudadanía o no. La primera pregunta en este formulario es: “¿Cuándo llegaste de Bangladesh?”, seguido de “¿Por qué viniste?” y “¿Quién fue el presidente de tu pueblo en Bangladesh?”.
¿Cómo podemos responder estas preguntas? Nos estarían poniendo automáticamente en una jaula. Es por eso que las personas no están dispuestas a regresar. Si volvemos, nos veremos obligados a pasar por el proceso de la NVC, nos veremos obligados a solicitar la ciudadanía. Es como poner las manos al fuego. Debes ser capaz de mostrar tarjetas de identidad de ambos lados de tu familia durante tres generaciones. ¿Cómo podrías conservar las tarjetas de identificación durante tres generaciones? Especialmente cuando el gobierno de Myanmar solicitó que se les devolvieran muchos documentos previamente. De forma deliberada, nos hemos quedado sin documentación alguna. Cuando quemaron los pueblos, también se quemó la documentación restante que tenían las personas.
Buscamos justicia y que se garanticen nuestros derechos
No creo que sea posible para mí regresar de aquí a cinco años, así que me estoy preparando para estar en este lugar por más tiempo. Si tenemos que quedarnos por mucho tiempo, me gustaría que los rohingya se beneficien de la educación, la seguridad, la condición de refugiado, un mejor acceso a la atención médica secundaria y el empleo. En definitiva, estamos buscando justicia.
Queremos nuestro derecho a la ciudadanía, a la libre circulación, a la educación, a la atención médica secundaria y a la libertad de religión, al igual que otros grupos en Myanmar.
Estamos destruyendo la generación de nuestros hijos. Los niños deberían estar en la escuela, pero no hay escuelas para ellos. Miro a mis hijos y a otros niños: la generación futura. Si se quedan cinco o seis años aquí, no podrán o no querrán volver a la escuela. Cuanto más tiempo nos quedemos aquí, más niños se perderán.
Por Metun (nombre fue cambiado por petición de la persona), un refugiado rohingya que vive en el mega campo de refugiados de Kutupalong-Balukhali, en Cox’s Bazar, Bangladesh. Anteriormente vivía en Rakhine (Myanmar) donde trabajó para las ONG’s locales. Ahora es voluntario con las ONG’s en los campos de refugiados de Cox’s Bazar.