«Al sur del Cauca, en las zonas rurales del municipio de Balboa, muchos niños y niñas están viviendo con temor por los constantes confinamientos, desplazamientos y enfrentamientos entre grupos armados. En la última semana de agosto, un equipo de Médicos Sin Fronteras visitó la zona por la difícil situación humanitaria que se está presentando. Para esa fecha, encontramos 2.030 personas con situaciones de confinamiento por la agudización del conflicto.
Transitar por las montañas del sur del Cauca hoy es peligroso, pues el uso de minas antipersonales es común entre los grupos armados para establecer el control territorial. Por las restricciones de movilidad, diferentes veredas no pueden acceder a servicios como salud o educación. De hecho, el silencio es una constante por las amenazas de muerte a los líderes sociales. En este escenario de disputa no solamente corren riesgo los líderes, sino que hay mayores riesgos para que los jóvenes sean reclutados por los grupos armados.
Durante los días 31 de agosto al 5 de septiembre de 2022, MSF atendió a 693 personas (451 en salud física y 242 en salud mental). El personal médico encontró un alto estrés agudo por los eventos de violencia que se han venido presentando, así como pacientes con enfermedades crónicas que han sido desatendidas, como hipertensión arterial. En los menores de cinco años se encontró una mayor prevalencia en infecciones respiratorias agudas, así como en enfermedades en la piel.
El miedo va creciendo
Cuando realizamos consultas con niños, niñas y adolescentes vimos que hay un sentimiento latente: el temor. Existían varios relatos de miedo por ir a jugar al campo, de recreación, de ser separados de sus padres; se reiteraba la necesidad de recibir apoyo o de una figura de protección. Los padres también solían consultarnos sobre lo que podían hacer para afrontar esos miedos dentro del hogar, cómo gestionar esos sentimientos que muchos niños llevan por dentro desde hace varios meses por los enfrentamientos, pero de los que hablan poco.
Vimos, por ejemplo, alteración en el sueño de la niñez. “Es que les cuesta mucho conciliar el sueño y que sea reparador”, decían los padres. También veíamos que tenían dolores de estómago, de cabeza y todo esto se relacionaba con un contexto hostil por el conflicto. Un caso que nos impresionó fue el de un niño que nos contó que hace poco habían encontrado muerto a su padrino y que él no entendía por qué, que le dolía mucho esa situación.
Por nuestro espacio de consulta también pasaron muchos adultos mayores con problemas musculares y dolencias como lumbalgias o dolores en la columna por los largos trayectos que deben caminar cargando alimentos o productos de cosechas locales a sus casas. Las familias, en su mayoría, cocinan con leña, lo que supone largos trayectos para moverla. Por el mismo conflicto armado, las personas tienen dificultades para acceder a cualquier servicio de salud y ni hablar de los casos que ameritan especialistas, como la oftalmología pediátrica, por ejemplo. Para los padres es cada vez más difícil moverse de sus veredas y más costoso acceder a estos tratamientos.
Urgen medidas para proteger a la población
Las brigadas de salud suelen ser los únicos espacios que tienen las comunidades para acceder a tratamientos médicos, lo cual resulta insuficiente. De hecho, a veces una persona enferma debe esperar hasta dos meses para recibir un medicamento. Y lo que es más preocupante: cuando fuimos no había ambulancias disponibles en Balboa, lo que es gravísimo para cualquier paciente que tenga una emergencia o alguna complicación por una enfermedad crónica.
Este panorama se agudiza con los enfrentamientos entre grupos armados y, como señala la comunidad, con el aumento de minas antipersonales instaladas en terreno. El acceso a la institucionalidad estatal está restringido y persisten limitaciones, principalmente en las veredas Bermeja Baja y Alta, Limonar, Naranjal y Río Turbio. Por eso, desde Médicos Sin Fronteras hacemos un llamado para que desde la institucionalidad se haga un seguimiento y se realice una atención a las comunidades por los continuos confinamientos.
Es clave, adicionalmente, educar a la población sobre el riesgo de las minas antipersonales, municiones abandonadas sin explotar y artefactos explosivos improvisados. Es necesario actualizar los planes en prevención del riesgo con énfasis en conflicto armado en las zonas afectadas y también es importante generar espacios seguros para niños, niñas y adolescentes ante las posibilidades de reclutamiento.
Nos preocupan las necesidades de salud mental, por eso recomendamos que las brigadas de salud tengan en cuenta este componente y que, en lo posible, se realicen formaciones a los actores clave de la comunidad — docentes, auxiliares de enfermería, líderes comunitarios— frente a temas como primera ayuda psicológica, normalización de síntomas y fortalecimiento de mecanismos de afrontamiento.
MSF reitera su llamado a las partes en conflicto para facilitar el acceso de la ayuda humanitaria a estas comunidades que tanto lo necesitan«.