Arnald García Guiñón, de 54 años, inició su trabajo con nuestra organización en 2009. Ha participado en proyectos en República Democrática del Congo, República Centroafricana, Guinea Bissau, México, Níger y Colombia.
En Buenaventura, en la costa central de Colombia, Guiñón ha trabajado a lo largo del último año como coordinador de un proyecto de Médicos Sin Fronteras (MSF) que ofrece servicios de salud mental a víctimas de violencia, supervivientes de violencia sexual y servicios de interrupción voluntaria de embarazo a las mujeres que lo requieren.
En esta entrevista, explica la dureza de una ciudad receptora de miles de desplazados a lo largo de los últimos años, fruto de un conflicto que, lejos de haber remitido en la zona, se ha transformado y en el que intervienen diferentes grupos armados y elementos criminales.
¿Cómo definirías Buenaventura?
Es una ciudad caótica, dominada por el puerto industrial del que apenas se beneficia y que ha crecido en muy poco tiempo, mucho de ello fruto del conflicto y los desplazados que este ha generado. Buenaventura tenía una población de 50.000 personas hace solo 30 años. Ahora es una urbe de 400.000 personas. Tiene muchos barrios surgidos, pues, de desplazamientos rápidos, autoerigidos por los vecinos, sin estructura urbana clara, con muchos déficits de servicios de saneamiento, agua, electricidad, caminos, etc.
Por otro lado, por su situación geográfica y su importancia portuaria, es una zona melosa para la producción y tráfico de cocaína, lo que hace que en ella operen redes criminales que se dedican a la extorsión, el narcomenudeo, la gestión de redes de prostitución, etc. La tensión entre grupos armados ilegales supone asimismo que la violencia esté muy presente en los barrios, con picos de tensión elevados, que pueden llegar a generar desplazamientos incluso entre barrios, en el seno de la propia ciudad
¿Qué hace Médicos Sin Fronteras?
En MSF estamos cubriendo un vacío importante, dado que existe un déficit enorme en salud mental, con atención psicológica directa y telefónica y con apoyo en psiquiatría. En lo referente a violencia sexual, existen pocos servicios, no se incluye como una emergencia médica y los servicios existentes están dependen de la voluntad de denuncia de la persona agredida, no se priorizan las necesidades de atención médica. En el caso del aborto, es obvio que existe una disfunción entre una legislación progresista y la realidad: las mujeres encuentran un buen número de barreras para poder acceder a una interrupción del embarazo que sea segura. Por supuesto, estamos muy atentos a los repuntes de violencia en la zona, a la existencia de nuevos desplazamientos de poblaciones para evaluar las necesidades y poder actuar de emergencia.
¿Qué tipo de emergencias has atendido?
En noviembre hubo muchísima tensión en varios barrios de la ciudad por el enfrentamiento entre dos grupos armados. Se produjeron nueve muertos según fuentes oficiales y más de 30 según los vecinos, y se desplazaron decenas de familias. El enfrentamiento se prolongó varios días, y no pudimos acceder a los barrios afectados porque incluso los líderes comunitarios con los que estamos en contacto nos decían que era peligroso. Una semana después del enfrentamiento ya estábamos ofreciendo atención en salud mental.
También nos hemos preocupado por la situación de familias indígenas Wounaan que vivían en el resguardo Chagpien Tordó y que fue bombardeado por el Ejército en enero de este año, por lo que 250 personas se desplazaron a Buenaventura y se instalaron en un polideportivo en pésimas condiciones. Recientemente, además, estamos evaluando la situación de un grupo también Wounaan que han huido de sus tierras por amenazas y que se encontraban viviendo en Buenaventura en condiciones lamentables. Les hicimos donación de colchones, material de higiene, cocina y albergue básicos, y atendimos a varios miembros enfermos de su comunidad, unas 12 familias procedentes de El Balsalito de El Litoral del San Juan.
¿Cuál es el balance que haces de este año y qué es lo que podemos esperar en el año que entra?
No soy especialmente optimista respecto a una disminución de la violencia en la zona. Sigue siendo una zona de gran importancia estratégica cuyo control es muy interesante para varios grupos armados, por lo que podemos seguir esperando más desplazamientos, más sufrimiento, más violencia. El balance sobre el trabajo de Médicos Sin Fronteras (MSF) es muy positivo: hemos tratado a 6.300 personas en salud mental, a 65 supervivientes de violencia sexual y hemos posibilitado a 136 mujeres el acceso a un aborto seguro. Todo ello altamente necesario, por las carencias existentes del sistema en la zona.