Entre septiembre y diciembre de 2017, el buque de búsqueda y salvamento Aquarius, operado conjuntamente por Médicos Sin Fronteras (MSF) y SOS MEDITERRANEE, rescató y llevó a puerto seguro en Italia a 3.645 personas que trataban de llegar a Europa en frágiles embarcaciones cruzando el Mediterráneo central.
Durante este tiempo, MSF también ha seguido ofreciendo atención en el momento del desembarco y proporcionando primeros auxilios psicológicos a supervivientes de naufragios. Así mismo, MSF está presente en Sicilia donde impulsa proyectos de salud mental y atención primaria. Al otro lado del Mediterráneo, en Libia, los equipos de MSF proporcionan asistencia médica a refugiados y migrantes recluidos arbitrariamente en centros de detención que están, teóricamente, bajo el control del Ministerio del Interior.
El gran aumento del número de personas detenidas en octubre y noviembre provocó un hacinamiento extremo y un deterioro dramático de las condiciones en los centros de reclusión de Trípoli. En alguno de ellos se encontraban hasta 2.000 hombres apiñados en una celda sin espacio siquiera para tumbarse. La aglomeración era tal que acrecentaba la tensión y la violencia e impedía que los equipos de MSF pudieran ingresar en las celdas y realizar un triaje médico de las personas detenidas en su interior. Así, miembros del equipo de MSF fueron hostigados y amenazados y hubo maltrato y violencia contra los pacientes.
Entre septiembre y diciembre de 2017, MSF atendió a 76 personas por lesiones relacionadas con la violencia, incluidas fracturas en las extremidades, quemaduras eléctricas y heridas de bala.
En estas circunstancias, el impacto del trabajo médico de MSF fue mínimo. El equipo solo pudo asistir a un pequeño porcentaje de las personas que requerían atención médica urgente y resultó imposible efectuar un seguimiento de los casos médicos. Aun así, los trabajadores humanitarios de MSF realizaron más de 6.500 consultas médicas en centros de detención en el último cuatrimestre de 2017. La mayoría de las dolencias detectadas (infecciones graves de las vías respiratorias altas, dolor osteomuscular y diarrea acuosa aguda) estaban relacionadas con las condiciones de detención, el hacinamiento, las letrinas inadecuadas y el suministro insuficiente de agua potable.
Los equipos de MSF priorizaron la atención a las personas más vulnerables, como las mujeres embarazadas, los niños menores de 5 años y las personas con dolencias graves o potencialmente mortales. Se instauró un servicio de derivación de urgencia las 24 horas del día, los 7 días de la semana, de los casos más graves. Más de 150 pacientes fueron trasladados al hospital para recibir tratamiento.
El número de detenidos se redujo en diciembre cuando miles de personas fueron repatriadas en masa a sus países de origen por la Organización Internacional para las Migraciones (OIM). Las condiciones dentro de los centros de detención en Trípoli mejoraron y los malos tratos y los episodios de violencia contra los pacientes disminuyeron. Esto ha posibilitado que los equipos de MSF puedan ahora acceder a las celdas de los centros de detención para brindar atención médica. No obstante, la mayoría de los problemas de salud física y mental que requieren asistencia siguen estando relacionados directamente con condiciones de detención deficientes.
Pocas organizaciones internacionales pueden trabajar en Libia debido a la violencia e inseguridad generalizadas. Las que lo hacen, como MSF, no tienen un acceso completo y sin restricciones a todos los centros en los que se encuentran detenidos refugiados y migrantes. No es posible proporcionar atención médica significativa en un sistema de detención arbitraria que causa daño y sufrimiento. Un número abrumador de detenidos ya ha sufrido niveles alarmantes de violencia y explotación tanto en Libia como durante los terribles viajes desde sus países de origen. Por todo ello, MSF reitera su llamamiento para que se ponga fin a la detención arbitraria de refugiados, solicitantes de asilo y migrantes en Libia.
Deterioro de las condiciones de rescate
En el Mediterráneo central, el número de refugiados, solicitantes de asilo y migrantes rescatados en el mar y puestos a salvo en Italia ha disminuido desde el año pasado. Entre septiembre y diciembre, el Aquarius rescató a 3.645 personas frente a las más de 5.600 llevadas a puerto seguro en Italia en el mismo periodo de 2016.
La caída de las cifras estaría relacionada con un descenso en el número de embarcaciones que salieron de Libia en los últimos meses de 2017. Las razones de esta reducción no están claras, aunque entre los factores más probables estarían los meteorológicos y los acontecimientos políticos sobre el terreno en Libia. Medios de comunicación han informado que Italia estaría pagando a las milicias locales para que impidan las salidas. Buques de la Armada italiana se han desplegado en aguas territoriales libias como parte de una estrategia europea más amplia para acordonar sus costas y contener a refugiados, solicitantes de asilo y migrantes en un país en el que están expuestos a una violencia y explotación extremas y generalizadas.
A bordo del Aquarius, los médicos de MSF han seguido proporcionando atención médica a personas con lesiones sufridas durante su estancia en Libia y escuchando sus relatos de violencia y maltrato a manos de traficantes, grupos armados y milicias. El 12% de todas las mujeres rescatadas estaban embarazadas. Los equipos también han detectado una alta prevalencia de infecciones cutáneas graves que requirieron tratamiento con antibióticos y muchos pacientes sufrían quemaduras químicas graves. A medida que se acercaba el invierno, los casos de hipotermia se multiplicaron.
En noviembre, un número desconocido de personas se ahogó después de que un bote hinchable abarrotado volcase repentinamente cuando se estaba realizando el rescate. El equipo del Aquarius lanzó todos los dispositivos de flotación y chalecos salvavidas disponibles y sacó del mar a tantas personas como pudo, pero no fue posible salvarlas a todas. No se recuperaron cuerpos.
Llevar a cabo actividades de búsqueda y salvamento en el Mediterráneo resulta cada vez más arriesgado y complejo. Cada vez es más frecuente que quienes logran escapar de Libia tengan que dar media vuelta en el mar forzadas por los guardacostas libios con el respaldo de la UE. El equipo de MSF a bordo del Aquarius ha sido testigo de cómo refugiados y migrantes a bordo de embarcaciones precarias eran interceptados por los guardacostas libios en aguas internacionales mientras actores militares de la UE presentes en la escena miraban sin intervenir. El 31 de octubre, el 24 de noviembre y el 8 de diciembre, el Aquarius recibió la orden de detenerse y no intervenir mientras el servicio de Guardacostas libio obligaba a cientos de personas a regresar a Libia.
Aunque estas interceptaciones se presentan como “operaciones de rescate” y son celebradas por los guardacostas libios y sus socios de la UE, la realidad es que los migrantes y refugiados no están siendo devueltos a puerto seguro. Los crímenes cometidos contra refugiados y migrantes en Libia son ampliamente conocidos y han provocado la indignación internacional. Bajo ninguna circunstancia migrantes y refugiados rescatados en aguas internacionales deben ser devueltos a Libia; estas personas deben ser llevadas a puerto seguro.
En septiembre, el Aquarius recibió instrucciones de realizar tres operaciones de salvamento en aguas internacionales bajo la coordinación del servicio de Guardacostas libio. Estas instrucciones del Centro de Coordinación de Rescate Marítimo (MRCC) en Roma, sin precedentes y altamente inusuales, colocaron a MSF ante una elección imposible. Afortunadamente, en cada una de las operaciones de salvamento, el Aquarius pudo prestar la asistencia necesaria y llevar a todos los hombres, mujeres y niños rescatados a puerto seguro en Italia.
En esa situación, no fue posible verificar quién coordinaba exactamente las operaciones de salvamento ya que son varias las entidades y los actores que operan a lo largo y ancho de la extensa costa de Libia y que dicen ostentar el servicio de Guardacostas. Los puntos de contacto en tierra y en el mar no estaban claros, como tampoco lo estaba la cadena de mando. Dado que han sido numerosos los incidentes violentos en los últimos meses entre los guardacostas libios y las escasas organizaciones humanitarias que llevan a cabo actividades de búsqueda y salvamento en el Mediterráneo, la seguridad de nuestro equipo fue una preocupación primordial durante estas interacciones.
No está nada claro lo que deparará el futuro a los refugiados y migrantes en la ruta del Mediterráneo central, pero mientras Libia siga desgarrada por la violencia y la inseguridad generalizadas, sin un gobierno unificado, y con una gran cantidad de grupos armados y enfrentamientos activos en varias partes del país, no parece que el fin de su sufrimiento esté a la vista.
MSF trabaja en Libia desde 2011. La organización brinda consultas médicas y derivaciones a refugiados y migrantes recluidos en varios centros de detención nominalmente bajo el control del Ministerio del Interior en Trípoli, Khoms y Misrata. En colaboración con una asociación local, MSF asiste a quienes han sobrevivido y logrado escapar de centros informales de cautiverio en el área de Bani Walid. MSF también dirige una clínica de atención primaria en Misrata y apoya las actividades de salud materno-infantil en Bengasi.