El martes 3 de noviembre se cumplió un mes del terrible bombardeo sufrido por el hospital de Médicos Sin Fronteras (MSF) en Kunduz, Afganistán. La organización médico humanitaria conmemoró a las más de 30 víctimas (entre pacientes y personal sanitario) con diversos actos alrededor del mundo.
En la ciudad de Córdoba un grupo de profesionales de MSF se reunió en torno al Hospital de Urgencias. En Montevideo (Uruguay) la Directora de Comunicación Carolina Heidenhain ofreció unas palabras al tiempo que se encendieron 30 velas para honrar a los fallecidos. En Buenos Aires 30 remeras y batas se desplegaron frente al obelisco en representación de las víctimas del ataque y los concurrentes pudieron honrar su memoria con flores. David Cantero Pérez, director de la oficina regional de Médicos Sin Fronteras, leyó las siguientes palabras:
«Muchas gracias por compartir con nosotros este momento triste en recuerdo de las víctimas del bombardeo contra el hospital de Médicos Sin Fronteras en Kunduz, Afganistán.
Venimos con 30 heridas. Una por cada muerte, una por cada remera y cada bata que tenemos hoy aquí.
Las de los 10 pacientes que se recuperaban en nuestro hospital, y que la noche del 3 de octubre acabaron muertos; las de los 13 cirujanos, médicos y enfermeros de urgencias, auxiliares y guardas que trabajaban aquella noche para atender a los pacientes, y que acabaron muertos; las de los 7 cuerpos carbonizados que fueron sacados de los escombros, y que ha sido imposible identificar.
Hace 30 días, 30 muertes. Ocurrieron en una sola hora, en plena noche, entre las 2:08 y las 3:15 del 3 de octubre. Un avión de guerra del Ejército estadounidense atacó el hospital. A intervalos de 15 minutos,
con una precisión quirúrgica y un ensañamiento macabro, aquel avión hizo cinco pasadas lanzando sus proyectiles
y arrasando el edificio principal, que alojaba la unidad de cuidados intensivos, la sala de urgencias y los quirófanos. Aquella noche, el hospital estaba lleno de pacientes y personal sanitario, ya que los combates habían llegado a Kunduz.
Este hospital que ya no existe abrió sus puertas en 2011. Estaba especializado en un tipo de atención vital en las guerras: la cirugía de urgencia. Tenía 110 camas, aunque a finales de septiembre tuvimos que habilitar 40 más porque no dábamos abasto. Desde 2011, nuestros compañeros habían atendido allí más de 68.000 urgencias, y habían realizado más de 15.000 operaciones quirúrgicas.
De nada sirvió que fuera el hospital más conocido de la zona, el único en su especialidad de traumatología. De nada sirvió que en las semanas anteriores hubiera atendido a heridos de guerra, tanto talibanes como del Ejército regular afgano, juntos, cama con cama. De nada sirvió que estuviera claramente marcado e identificado, ni que de forma regular se informara de sus coordenadas GPS a los combatientes de uno y otro bando.
De nada sirvieron las llamadas desesperadas durante esa hora de fuego y bombas, a Kabul y a Washington para avisar de lo que estaba ocurriendo.
De nada sirvió: 30 personas murieron en una hora, hace un mes. Miles de personas en Kunduz se han quedado sin el único hospital que les podía ofrecer cirugía de urgencia: la que salva vidas en tiempos de guerra. Así que sin duda, las muertes no se quedarán en 30. También estamos aquí por ellos.
No podemos permitir que esa hora del 3 de octubre, que todas estas muertes, se olviden, sean cubiertas de disculpas, barridas debajo de la alfombra, como otra consecuencia inevitable de la guerra. Necesitamos saber qué pasó.
Si fue un error, es imperdonable. Y si no lo fue, entonces fue un ataque intencionado contra un hospital: por lo tanto estaríamos hablando de un crimen de guerra.
Necesitamos respuestas porque las que se nos han ofrecido hasta ahora han sido inconexas y contradictorias. El Ejército de Estados Unidos habló primero de “daños colaterales”, como si destrozar con precisión un hospital fuera una consecuencia inevitable de un conflicto. Luego el Gobierno afgano justificó el ataque asegurando que había combatientes talibanes en el hospital. Esto supondría el reconocimiento explícito de la intencionalidad del ataque y de que nos hallamos ante un crimen de guerra. Luego Estados Unidos volvió a excusarse, diciendo que sus fuerzas estaban siendo atacadas desde las inmediaciones del hospital. Y finalmente, la última versión de Washington habla de un error sin intención. Y el presidente estadounidense, Barack Obama, llamó a la presidenta internacional de Médicos Sin Fronteras, Joanne Liu, para disculparse. Aquellos de nuestros compañeros que sobrevivieron a aquella noche atroz niegan rotundamente que hubiera alguien armado en el hospital o que alguien estuviera atacando el mismo. Nuestros compañeros estaban trabajando, desbordados como siempre atendiendo a los heridos.
Se han abierto tres investigaciones internas: la de Estados Unidos, la de Afganistán y la de la OTAN. Pero por razones obvias, desde Médicos Sin Fronteras reclamamos una investigación independiente. Una investigación a cargo de la Comisión Internacional Humanitaria de Encuesta, un organismo que nace de las Convenciones de Ginebra y que fue creado expresamente para investigar estas violaciones del Derecho Internacional Humanitario. Necesitamos saber qué pasó, y también necesitamos reafirmar la protección que las Convenciones de Ginebra dan a los hospitales, a los pacientes y al personal sanitario. Porque LAS GUERRAS TAMBIEN TIENEN REGLAS: son las reglas que prohíben los ataques contra los civiles y contra quienes intentan llevarles asistencia en medio del horror.
Está en juego la asistencia médica a los millones de personas que viven atrapadas en conflictos en todo el mundo.
En Afganistán honran a sus muertos durante 40 días. En Kunduz, celebraremos el acto en memoria de las víctimas el 13 de noviembre. Hoy, aquí, en Buenos Aires, a los 30 días, nos reunimos para rendir homenaje a nuestros pacientes y compañeros fallecidos. Hemos venido por nuestra gente. Por nuestros colegas que siguieron trabajando después del bombardeo para intentar salvar a los heridos. Por quienes operaron a sus propios compañeros sobre escritorios. Por nuestros colegas afganos que, una vez cerrado el hospital, se fueron a otros centros médicos para seguir trabajando por los suyos. Hemos venido también para repetir, de nuevo, que
la atención médica debe ser respetada, en Afganistán, pero también en Siria o en Yemen, donde esta semana han vuelto a arrasar hospitales y centros de salud.
Hemos venido por las personas que se han quedado sin atención médica. Hay que decir BASTA. Porque queremos seguir aportando humanidad a algo tan inhumano como la guerra. Por Kunduz. Por esas 30 heridas con las que venimos. Por eso, a continuación vamos a guardar un minuto de silencio, en memoria de nuestros compañeros de Médicos Sin Fronteras y los pacientes que murieron en el ataque, para recordar a los heridos y enfermos de Kunduz, que se han quedado sin una asistencia médica vital, para reclamar el respeto a hospitales, pacientes y personal sanitario, porque para los millones de personas que sufren las guerras en todo el mundo, la posibilidad de recibir atención médica cuando más la necesitan, va a depender de ello.»