¿Qué es la malaria y cuáles son sus síntomas?
La malaria es una enfermedad potencialmente mortal, aunque prevenible y curable. La mitad de la población mundial está en riesgo de contraerla. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), en 2020 se produjeron 241 millones de casos.
La mayoría de casos de malaria está causada por cuatro especies del parásito Plasmodium: falciparum, vivax, ovale y malariae. De todos ellos, el P. falciparum provoca la forma más grave de la enfermedad. Este es trasmitido al hombre por la picadura de un mosquito hembra del género anófeles: el parásito se multiplica en el hígado y pasa al flujo sanguíneo. Si otro mosquito pica a esa persona, el insecto se infecta y así continúa el ciclo de transmisión.
La transmisión depende de las condiciones meteorológicas, en especial de la lluvia, el calor y la humedad, que favorecen la multiplicación del mosquito (que pone sus huevos en el agua).
Los síntomas suelen aparecer entre diez y quince días después de la picadura, y consisten fundamentalmente en fiebre, dolor articular y de cabeza y vómitos; si no es tratada, la malaria puede poner rápidamente en peligro la vida de la persona enferma.
En caso de fiebre, debe hacerse un examen clínico para buscar otros síntomas, como dolor de cabeza o articular. Para confirmar el diagnóstico, se puede buscar el parásito en la sangre con pruebas de microscopio. Actualmente también existen pruebas rápidas que, en 15 minutos y con una gota de sangre, permiten saber si una persona está infectada sin necesidad de laboratorio.
La prueba rápida es importante porque permite un diagnóstico y tratamiento precoces: esto puede evitar que la malaria evolucione a la forma grave y potencialmente mortal. En segundo lugar, permite tratar solamente los casos que realmente son de malaria y no otras enfermedades con síntomas similares, lo que evita que los pacientes reciban medicación para una enfermedad que no tienen y que aparezcan resistencias.
¿Cómo se trata la malaria?
En muchas regiones, los parásitos de la malaria han desarrollado resistencias a parte de los medicamentos antipalúdicos tradicionales, como la cloroquina o la sulfadoxina-pirimetamina. Nuestras investigaciones en el terreno han ayudado a probar que la terapia combinada con artemisinina (TCA) es la más efectiva contra el P. falciparum. En 2010, la OMS cambió sus guías para recomendar el uso del artesunato (un derivado de la artemisinina) en el tratamiento de pacientes con malaria severa.
La artemisinina es un derivado de una planta de origen chino. De fácil utilización (por vía oral o inyectable), actúa con inmediatez y elimina el parásito en sangre más rápidamente que otras moléculas disponibles. Se habla de terapias combinadas porque la artemisinina se administra combinada con otras moléculas que siguen siendo eficaces.
Nuestra labor
La malaria es la enfermedad más frecuente en nuestros hospitales y centros de salud. Nuestra prioridad son los niños menores de 5 años y las mujeres embarazadas, que son los grupos más vulnerables a la hora de combatir el parásito cuando la infección ya se ha producido: en estos casos, el rápido diagnóstico y el tratamiento precoz son esenciales para evitar enfermos graves que necesiten hospitalización. Además, en las regiones endémicas, distribuimos mosquiteras impregnadas a grupos familiares con embarazadas y menores de 5 años y organizamos sesiones de sensibilización para concienciar sobre la importancia de su uso.
Además, desde 2012, llevamos a cabo estrategias preventivas como la quimioprevención de la malaria estacional (SMC, por sus siglas en inglés): durante los tres o cuatro meses de pico de la enfermedad, proporcionamos a los niños de hasta 5 años un tratamiento antipalúdico oral (sulfadoxina-pirimetamina y amodiaquina) durante tres días, una vez al mes. En 2014, entre julio y septiembre, proporcionamos SMC a 735.000 niños de entre 3 meses y 5 años de edad en Níger, Chad y Mali.
En 2014, también realizamos una distribución masiva de antimaláricos en Sierra Leona durante la epidemia de Ébola: durante cuatro días, repartimos 1,8 millones de tratamientos (artesunato-amodiaquina) en Freetown y su periferia. El tratamiento servía tanto para tratar los casos en curso como para prevenir la enfermedad en el momento de mayor transmisión: el objetivo era reducir la incidencia de la malaria (el brote de Ébola había debilitado mucho el sistema de salud) y evitar la confusión entre ambas enfermedades (cuyos primeros síntomas son similares).
En 2020, tratamos a 2.690.600 pacientes con malaria.
El caso de Tanzania
En la región de Kigoma, en el noroeste de Tanzania, hemos estado brindado durante más de ocho años atención médica a las personas refugiadas de Burundi que viven en el campamento de Nduta y a la población de Tanzania que se encuentra en las comunidades de acogida vecinas.
Durante la temporada de lluvias, la malaria es altamente endémica, por lo que las personas son vulnerables a contraer la enfermedad durante todo el año. El riesgo de exposición a la malaria es especialmente alto en febrero, marzo y abril, debido a la temporada de lluvias, cuando el agua estancada y los charcos ofrecen un amplio caldo de cultivo para los mosquitos.
Más allá de monitorear y responder a los picos de malaria en nuestro departamento de urgencias, desde 2017 nuestros equipos también realizan actividades médicas preventivas y de agua y saneamiento para reducir y controlar los vectores que transmiten la malaria en el campamento de Nduta y en los pueblos cercanos, como Kumhasha, Biturana, Mlorengwa y Nengo.
Te contamos cinco formas en que nuestros equipos están apoyando la prevención de la malaria:
1. Trampas para mosquitos:
Las trampas para mosquitos atraen y atrapan a estos animales, ayudando a reducir la cantidad de mosquitos que transmiten la malaria en las habitaciones, pero también sirven para respaldar el monitoreo y el análisis de cuántos de esos mosquitos transmiten la enfermedad.
Con este análisis, que se realiza una vez al año, se pueden hacer mapas para rastrear qué áreas tienen la mayor incidencia de mosquitos infectados y determinar la mejor manera de reducir la propagación de la enfermedad. Nuestros equipos monitorean la incidencia de mosquitos por zonas en el campo, para ver qué áreas tienen la mayor incidencia y cómo intervenir.
2. Datos para análisis y mapeo:
Nuestros equipos realizan encuestas para identificar áreas de alta incidencia e informar a quienes realizan actividades de prevención. Monitoreamos los datos del departamento de pacientes ambulatorios de la Sociedad de la Cruz Roja de Tanzania, que proporciona datos sobre la incidencia de la malaria por zonas.
Usando mapas creados por especialistas del Sistema de Información Geoespacial (SIG), nuestros equipos determinan la mejor manera de reducir la propagación de la enfermedad según el análisis recopilado de las trampas para mosquitos, así como los datos médicos de las clínicas para rastrear el número de casos por zona dentro del campo de Nduta.
3. Larvicidas:
Durante la temporada de lluvias, las fuertes precipitaciones en la región aumentan la incidencia de agua estancada, grandes charcos y pantanos, proporcionando un caldo de cultivo perfecto para que los mosquitos se multipliquen y propaguen la malaria. En respuesta, nuestros equipos usan larvicidas.
Para ello rocían un químico no tóxico llamado Bactivec para matar las larvas de mosquitos en los pantanos y el agua estancada dentro y alrededor del campo, y en los pueblos vecinos. Al matar a los mosquitos en su etapa de larva, aún son demasiado jóvenes para dispersarse y contagiar a alguien con la enfermedad.
Erick Kichali es el presidente del pueblo de Kumhasha en el distrito de Kibondo (un pueblo anfitrión y vecino del campo Nduta). Cuenta que antes de que comenzara el proceso de aplicación de larvicidas en Kumhasha, solían tener unos 40 casos de malaria en el dispensario por semana. Pero ahora, después de implementar este proceso, los casos se han reducido a más de la mitad.
“Durante los últimos tres años, después de que recibimos a Médicos Sin Fronteras en nuestro pueblo, ha habido cambios, especialmente con respecto a los casos de malaria en el hospital”, dijo el Sr. Kichali, quien espera que MSF pueda trabajar en estrecha colaboración con el gobierno para expandir el proyecto con el fin de llegar a más personas en el distrito de Kibondo y protegerlas de la enfermedad.
4. Fumigación residual en interiores:
La fumigación residual en interiores consiste en rociar insecticida dentro de edificios o estructuras para evitar la entrada de mosquitos y mantener a las personas a salvo de la malaria. Rociamos las estructuras hospitalarias dos veces al año para mantener a nuestros pacientes a salvo de esta enfermedad.
5. Mosquiteros:
Se instalan mosquiteros en las casas y alrededor de las camas para proteger a las personas de las picaduras de mosquitos mientras duermen. Si bien entregamos la mayor parte de las actividades de distribución de mosquiteros a nuestros colaboradores locales, proporcionamos 318 mosquiteros a pacientes con anemia falciforme en 2022, al comienzo de la temporada de lluvias.
En la foto, puedes a ver Sibomana Louis (izquierda), un refugiado burundés que vive en el campo de Nduta desde 2015, sosteniendo el mosquitero que recibió de MSF.
Recuerda cuando las tasas de malaria estaban en niveles altos en el campo de Nduta. “Estábamos sufriendo mucho de malaria”, dice. «Antes de MSF, todos los meses había alguien con malaria».
Ahora, con la distribución de mosquiteros y las actividades de aplicación de larvicidas que realiza Médicos Sin Fronteras, dice que la comunidad puede reducir el número de casos y la propagación de la malaria.
Continuamos con nuestro trabajo para prevenir y tratar la malaria al mismo tiempo que pedimos soluciones más efectivas y sostenibles para combatir la enfermedad y reducir el número de casos y muertes prevenibles a causa de ella.