Gobiernos africanos, OMS y financiadores deben apostar con urgencia por la sustitución de la quinina por el artesunato y adoptar nuevos protocolos de tratamiento: las vidas de cerca de 200.000 niños podrían salvarse cada año.
El uso del artesunato inyectable para el tratamiento de la malaria severa en niños debe extenderse de forma generalizada e inmediata en África, en línea con las últimas recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS), que acaba de revisar sus guías de tratamiento en este sentido. Según el informe Malaria severa: cambio de rumbo, publicado por Médicos Sin Fronteras (MSF) con motivo del Día Mundial de la Malaria, la evidencia científica demuestra la necesidad de sustituir el tratamiento tradicional con quinina por el artesunato, mucho más efectivo y sencillo de administrar, y que podría evitar la muerte de 200.000 niños cada año. En este esfuerzo, el apoyo de la OMS y de los financiadores internacionales va a ser crucial.
Cuando los niños llegan a la clínica con malaria severa, a menudo con convulsiones, vómitos o con riesgo de entrar en estado de shock, lo que se necesita es administrarles enseguida un tratamiento efectivo, explica Veronique de Clerck, coordinadora médica de MSF en Uganda. Durante décadas, la quinina ha sido utilizada para tratar la malaria severa, pero puede resultar complicada de administrar y es peligrosa, por lo que ya es hora de despedirse de ella. Con el artesunato, ahora tenemos un medicamento para la malaria severa que salva más vidas y es más seguro, más fácil de administrar al paciente y más efectivo que la quinina, añade.
Diferencias entre la quinina y el artesunato
La quinina debe administrarse mediante una perfusión intravenosa lenta (puede durar cuatro horas) que debe realizarse tres veces al día, un procedimiento complicado tanto para los pacientes como para el personal sanitario. El artesunato, en cambio, puede administrarse en sólo cuatro minutos mediante una inyección intravenosa o intramuscular.
Un revolucionario ensayo clínico realizado a finales de 2010 concluyó que el tratamiento con artesunato de niños con malaria severa reduce el riesgo de muerte en casi un 25%. El estudio, realizado en nueve países africanos, reveló que por cada 41 niños tratados con artesunato en lugar de con quinina, se salvaba una vida más. Una segunda conclusión del ensayo fue que, debido a lo complejo de la administración de la quinina, los niños asignados al tratamiento con esta última tenían casi cuatro probabilidades más de morir incluso antes de recibir la terapia.
Los programas de malaria de MSF en Uganda participaron en el ensayo a través de su socio investigador, Épicentre. Desde entonces, la organización médica ha cambiado sus propios protocolos de tratamiento y ahora quiere trabajar con las autoridades sanitarias de todos los países en los que gestiona programas de malaria con el fin de extender el uso del artesunato.
Por un cambio rápido y global
La evidencia es abrumadora, pero el cambio no ocurrirá por sí solo. La OMS acaba de publicar nuevas guías para recomendar el artesunato para malaria severa en niños en África: ahora esta medida debe complementarse con planes de respaldo a los países afectados. Los gobiernos africanos deben cambiar de inmediato sus protocolos de tratamiento, mientras que a los financiadores les corresponde enviar señales claras de que, en caso necesario, habrá fondos disponibles para respaldar los costes adicionales que pueda entrañar el cambio de protocolo. El artesunato es tres veces más caro que la quinina, pero la diferencia en el coste, que asciende a unos 31 millones de dólares americanos anuales si hablamos de un cambio global, es muy pequeña en comparación con las casi 200.000 vidas que podrían salvarse.
Ya pasamos por algo parecido, por ejemplo, cuando la OMS cambió sus recomendaciones de tratamiento para la malaria simple en 2001 para sustituir la cloroquina por las terapias combinadas con artemisinina (TCA): los países tardaron años en cambiar sus protocolos, y cuesta creer que, 10 años más tarde, en algunos países todavía se utilicen los medicamentos menos efectivos, apunta el Dr. Martin de Smet, coordinador del Grupo de Trabajo sobre Malaria de MSF. Con la malaria severa, la OMS tiene que asegurarse de que el cambio es mucho más rápido para que puedan salvarse más vidas de inmediato. Sencillamente, no hay excusa para no cambiar de tratamiento ya.
Médicos Sin Fronteras proporcionó tratamiento antipalúdico a aproximadamente un millón de personas en 2010. La malaria severa acaba cada año con la vida de más de 600.000 niños africanos menores de 5 años. Y cada año, unos ocho millones de casos de malaria simple se convierten en malaria severa: los pacientes presentan daños en órganos vitales como el cerebro, los pulmones, los riñones o los vasos sanguíneos.