La pandemia de COVID-19 ya se ha extendido a más de 100 países de todo el mundo. Incluyendo algunos cuyos sistemas de salud son frágiles y donde los equipos de Médicos Sin Fronteras (MSF) están presentes hace mucho tiempo, así como también regiones de Europa, donde las capacidades son más sólidas pero la epidemia es particularmente virulenta. Las restricciones de viaje generadas por el brote también afectan directamente el trabajo de MSF en todo el mundo.
Clair Mills, directora médica de MSF, explica los desafíos que la organización está enfrentando en este contexto.
¿Es razonable tener miedo al COVID-19?
Varios factores hacen que este virus sea particularmente preocupante. Al ser un virus nuevo, no hay inmunidad adquirida. 35 vacunas se encuentran actualmente en fase de estudio, pero los expertos coinciden en que no habrá una vacuna ampliamente disponible de aquí a por lo menos 12 o 18 meses.
La tasa de letalidad se calcula solo sobre la cantidad de pacientes diagnosticados y, por lo tanto, actualmente es difícil de estimar con precisión porque puede haber muchos casos sin diagnosticar. Hoy parece estar alrededor del 1%. Se sabe que al menos algunas de esas personas infectadas pueden transmitir la enfermedad antes de desarrollar síntomas, o incluso sin llegar a tener síntomas en ningún momento. Además, una proporción muy alta (alrededor del 80%) de las personas desarrolla formas muy leves de la enfermedad, lo que dificulta la identificación y el aislamiento rápido de los casos.
La confirmación del diagnóstico requiere capacidades de laboratorio y/o diagnóstico por imágenes médicas que solo están disponibles en estructuras de referencia, como los hospitales universitarios. Por lo tanto, no sorprende que haya resultado imposible contener la propagación del virus, que ahora está presente en más de 100 países de todo el mundo.
Esta epidemia, entonces, es muy diferente de otras como el sarampión, el cólera o el Ébola, en las que Médicos Sin Fronteras ha desarrollado su experiencia durante las últimas décadas.
Además, hoy se estima que aproximadamente el 15-20% de los pacientes con COVID-19 requieren hospitalización y el 6% requiere cuidados intensivos durante un período de entre tres y seis semanas.
Esto puede saturar rápidamente el sistema de salud, como pasó en China al comienzo de la pandemia y ahora pasa en Italia. Hay actualmente más de 1.100 pacientes en unidades de cuidados intensivos en Italia y el sistema hospitalario del norte del país, aunque bien desarrollado, se ha visto sobrepasado por el rápido aumento en el número de pacientes.
Como suele pasar durante este tipo de pandemias, los miembros del personal médico están particularmente expuestos al contagio. En China, entre mediados de enero y mediados de febrero, más de 2.000 trabajadores de la salud se infectaron con el COVID-19 (representando el 3,7% de todos los pacientes).
Es probable que esta pandemia conduzca a la interrupción de los servicios médicos básicos e instalaciones de emergencia, a la des-priorización de tratamiento para otras enfermedades (que también pueden ser mortales) y otras enfermedades infecciosas crónicas; especialmente en algunos países donde el sistema de salud ya es frágil.
Algunas personas sienten que la respuesta a esta epidemia es exagerada y que las medidas tomadas (cierres de fronteras, cuarentena, etc.) probablemente sean peores que la enfermedad. ¿Está ésto justificado?
Aunque no pueden evitar que el brote se propague, las medidas que están tomando actualmente muchos países pueden retrasarlo al reducir el aumento de casos y limitar el número de pacientes graves que los sistemas de salud deben manejar al mismo tiempo.
El objetivo no es solo reducir el número de casos, sino también desperdigarlos a lo largo del tiempo, para evitar la congestión en las unidades de emergencia y cuidados intensivos.
¿Cuáles son las prioridades y principales preocupaciones de Médicos Sin Fronteras en este contexto?
Las prioridades de intervención de MSF varían de un contexto a otro. En algunas áreas que hoy parecen estar a salvo de esta epidemia, como la República Centroafricana, Sudán del Sur o Yemen, pero donde los sistemas de salud frágiles o devastados por la guerra ya están luchando para satisfacer las necesidades de salud de las personas, se necesita proteger al personal sanitario y limitar los riesgos de propagación de la enfermedad tanto como sea posible.
Esto se logra mediante la implementación de programas de prevención, identificando áreas o poblaciones en riesgo; realizando actividades de sensibilización e información sobre salud; distribuyendo jabón y equipos de protección para el personal sanitario; reforzando las medidas de higiene en las estructuras médicas, para evitar que los hospitales y clínicas se conviertan en lugares de transmisión de la enfermedad.
En los países donde MSF tiene presencia hace mucho tiempo, queremos contribuir a los esfuerzos contra el COVID-19 al mismo tiempo que garantizar la continuidad del tratamiento contra la malaria, el sarampión, las infecciones respiratorias y otras enfermedades.
Esta continuidad ahora se ve debilitada por las restricciones (prohibición de ingresar al país, aislamiento preventivo durante 14 días, etc.) impuestas por los gobiernos al personal de ciertos países como Italia, Francia y Japón, de donde proviene parte de nuestro personal internacional; así como por el cierre de fronteras y la suspensión de ciertas rutas aéreas.
A pesar de estas limitaciones, la fortaleza de MSF radica en que podemos confiar en todo el personal contratado localmente en los países donde intervenimos. Representan el 90% de nuestros empleados en el terreno.
En países donde los sistemas de salud son más robustos pero donde la epidemia es particularmente activa, como en Italia o Irán, el principal desafío es evitar sobrecargar las capacidades de atención hospitalaria. En estos contextos, podemos contribuir a los esfuerzos de los equipos médicos nacionales haciendo que el personal de MSF esté disponible para apoyarlos o ayudarlos cuando sea necesario.
También podemos ayudar compartiendo nuestras experiencias en procedimientos de triage y control para infecciones adquiridas durante epidemias. En Italia, hemos dispuesto equipos de apoyo para cuatro hospitales en el norte. También hemos ofrecido ayuda a las autoridades iraníes para atender a pacientes graves. Dependiendo de la evolución de la epidemia en Francia, pondremos nuestra experiencia, logística y el conocimiento de nuestro personal a disposición.
Una de las claves en la lucha contra el COVID-19 es la disponibilidad de equipos de protección para el personal sanitario, en particular máscaras y guantes para exámenes médicos. La anticipación de la escasez conduce a que muchos países soliciten estos materiales, lo que a su vez puede generar una reacción de parte de otros países para monopolizar estos preciados recursos.
En este momento, dicho equipo debería considerarse más bien como un bien común; ser utilizado de manera racional y apropiada, y ser asignado como una prioridad a los trabajadores de la salud expuestos al virus, en cualquier parte del mundo.
En términos generales, esta pandemia requiere solidaridad no solo entre países sino a todos los niveles, basada en la ayuda mutua, la cooperación, la transparencia, el intercambio de recursos y, en las áreas afectadas, solidaridad hacia las poblaciones más vulnerables y hacia quienes proveen cuidados.