Estamos profundamente preocupados por el impacto de las graves inundaciones en Gran Pibor, en Sudán del Sur, que han provocado el desplazamiento de miles de personas y empeorado lo que ya era una gran emergencia humanitaria. Urgimos a las organizaciones de la zona a que incrementen su respuesta para prevenir un mayor desastre.
“Cuando volvieron a empezar los combates [en junio de 2020] huimos al bosque con nuestros rebaños”, dice Martha. “Nos robaron 40 vacas, pero aún nos quedaban 60. Entonces llegaron las inundaciones y el ganado que nos quedaba enfermó y murió. Ahora no nos queda nada”.
Su nieto de 6 meses, Kony, se está recuperando de una malaria cerebral en la clínica de Pibor. Marta y su nuera llevaron a cuestas a Kony durante dos días desde el asentamiento de Neemach al pueblo de Pibor para conseguir atención médica.
Las crecidas de los ríos y las inundaciones están barriendo las comunidades de la región del Gran Alto Nilo a una velocidad alarmante por segundo año consecutivo. Desde julio, las inundaciones han desplazado a centenares de miles de personas, y han dejado a muchas más sin un acceso seguro a alimentos y agua limpia. Están expuesto a la malaria, a enfermedades de transmisión por el agua, mordeduras de serpiente e inseguridad alimentaria, mientras las inundaciones arrollan sus casas y sus campos.
En la población de Pibor, en la que estamos brindando cuidados médicos que salvan vidas, la situación humanitaria está volviéndose desastrosa. En 2019 las inundaciones masivas devastaron la zona, forzándonos a reducir nuestras actividades y dando de alta a los pacientes cuando el hospital y el recinto se quedaron totalmente sumergidos. Las hostilidades que se reanudaron en la primera mitad de 2020 han causado desplazamientos a gran escala, y pérdida de vidas y recursos.
“Han sido 12 meses duros para esta comunidad”, dice Josh Rosenstein, adjunto a nuestro coordinador general en la zona. “Muchas veces MSF hemos dado respuesta a emergencias diversas, y una vez más nuestra última respuesta de emergencia a desplazamientos por conflicto se está transformando en una respuesta a las inundaciones. Nuestro objetivo está fijado en malaria, sarampión e inundaciones”.
“Hoy estamos llegando a las comunidades mediante clínicas móviles diarias, tratando las enfermedades más graves”, añade Rosenstein. “También estamos implementando nuestro plan de contingencias para inundaciones, que incluye construir defensas adicionales frente a las inundaciones alrededor de la clínica para asegurar que podamos continuar brindando servicios médicos, ya que el nivel del agua sigue subiendo a una velocidad alarmante”.
Hoy, el río Pibor se ha desbordado, y el agua está en una zona de Pibor, dejando partes de la población inaccesibles. No se puede llegar a pie a muchos barrios porque el agua está demasiado alta, y un sistema de ferry locales es demasiado caro para muchas de las personas que viven en la zona. Uno de nuestros equipos móviles, compuesto por un oficial clínico, una enfermera y un técnico de educación sanitaria, ha estado brindando cuidados médicos para prevenir y tratar las afecciones más serias en zonas de difícil acceso.
“No puedo creer lo que han visto mis ojos en Pibor: tanta destrucción de infraestructuras y recursos”, dice Simon Peter Olweny, coordinador de agua y saneamiento en Pibor. “Hay ausencia de baños públicos en la población. En nuestra clínica, solo tenemos dos baños y no hay espacio para construir más y poder llegar al mínimo requerido para los cientos de pacientes que tratamos cada día. Estas condiciones son un caldo de cultivo de enfermedades”.
Estamos preocupados por el empeoramiento de la situación. Las emergencias locales recurrentes, los impactos de la pandemia global de COVID-19 en la capacidad de asistencia de emergencias y la creciente inseguridad alimentaria en la región son todos motivos de preocupación hoy y en el futuro cercano.
“La emergencia de hoy es solo otra situación más que está teniendo un efecto agravado sobre la comunidad local”, dice Rosenstein. “Lo peor de las inundaciones aún está por suceder, y la comunidad ya está sufriendo las tensiones de la inseguridad alimentaria. La falta de acceso a la atención médica irá a peor en las próximas semanas y meses, y las condiciones se volverán más y más precarias para todos”.
Desde julio, hemos proporcionado agua potable, distribuido 7.252 mosquiteras, tratado a 1.493 niños menores de 5 años con malaria y a 79 pacientes con sarampión.
En un país con una de las tasas más altas de enfermedad y muerte infantil, instamos a todas las organizaciones a movilizar recursos y ampliar su respuesta en el Gran Pibor, tanto en alimentos y otros artículos de socorro, como en refugio, agua y servicios médicos, para ayudar a prevenir un desastroso impacto en las personas como el que ya sucedió en octubre del año pasado.