24.000 hombres, mujeres y niños que buscan protección en Europa están atrapados en las islas griegas en terribles condiciones. Compartimos tres de estas historias de personas vulnerables en Lesbos (Grecia) que continúan en condiciones de hacinamiento e inseguridad, sin acceso a la atención médica y de salud mental.
Todas las mañanas, en la sala de espera de nuestra clínica pediátrica instalada frente al centro de recepción de Moria, en la isla de Lesbos, docenas de familias esperan pacientemente a que un miembro del equipo pase consulta a sus hijos.
Fátima, una niña de 9 años, y su padre están entre el grupo de las personas que esperan.
Cuando llega su turno, el padre entra con Fátima en la consulta. No puede caminar porque sufrió una grave herida en la pierna en una explosión de bomba en su Afganistán natal.
Fátima es uno de los 52 casos complejos y crónicos que los médicos de nuestra clínica pediátrica en Moria han remitido al hospital local para un examen y tratamiento adicionales desde principios de julio.
Según las cifras oficiales, casi el 40% de los solicitantes de asilo que viven en Lesbos son reconocidos oficialmente como «vulnerables« y, por lo tanto, se les permite trasladarse a Grecia continental para recibir atención especializada.
“En 2015, una bomba explotó en la calle donde estaba nuestra casa. Mi hijo de 4 años murió y Fátima, que estaba afuera en el momento de la explosión, fue arrojada al otro lado de la carretera por la detonación. Se ha sometido a tres intervenciones quirúrgicas en Afganistán, pero decidimos salir del país para buscar un mejor tratamiento», explica el padre de Fátima.
Un mes después de la explosión, la familia logró entrar en Turquía, donde permanecieron durante otros tres años antes de decidir comenzar el peligroso viaje a Grecia. “En Turquía, operaron a mi hija de nuevo, pero los médicos turcos nos dijeron que había un problema con su médula espinal y que no podían hacer nada más. No tuvimos otra opción que venir aquí”, continúa.
Ahora, en el campo de Moria, las seis personas que componen la familia de Fátima se ven obligadas a vivir en un contenedor de transporte que comparten junto a otras 11 personas. El espacio donde vive la familia es de solo cuatro metros cuadrados.
Lo único que separa su recinto de otras cuatro familias son algunas mantas. Como Fátima no puede caminar, su padre tiene que cargarla cuando necesita moverse. Este también le dijo a nuestro médico que Fátima llora a menudo por la noche y que se ha distanciado mucho de sus otros hijos.
Zeyneb, tiene 12 años y es de Afganistán. Vive en una tienda de campaña a pocos metros de Fátima.
Zeynab fue derivada por uno de nuestros médicos al hospital local para pasar un examen, ya que hace seis meses le diagnosticaron un tumor cerebral en Turquía. Ella y los seis miembros de su familia, incluido su abuelo de 97 años, tienen que compartir una tienda de campaña con otras cuatro familias. La carpa se divide en cuatro partes de unos cuatro o cinco metros cuadrados cada una.
«Cuando intentamos dormir, ni siquiera tenemos espacio para estirar las piernas. Zeyneb sufre recurrentes crisis epilépticas. Hace unos días tuvo un episodio en medio de la noche, pero ningún doctor o miembro del personal médico estuvo aquí para ayudarnos”, dice su hermano, visiblemente frustrado.
George*, un joven de África occidental, ha estado viendo a un psicólogo y un psiquiatra de MSF desde abril. Toda su familia fue brutalmente asesinada en un ataque terrorista en 2015 y fue capturado y torturado hasta que logró escapar. “Cuando llegó por primera vez a nuestra clínica, George tenía pensamientos suicidas, alucinaciones y a menudo se disociaba de la realidad. Tenemos un gran volumen de pacientes con síntomas psicóticos como los que padece George, pero el tratamiento que brindamos a menudo es en vano.
Después de ser estabilizados, los pacientes tienen que regresar a Moria donde se enfrentan a muchos factores que les recuerdan horribles experiencias pasadas. Para alguien que ha sufrido tortura, incluso ver el alambre de espino o de soldados puede provocar paranoia”, explica nuestro psicólogo, Greg Kavarnos.
* El nombre se ha modificado para proteger la identidad del paciente.