Las lluvias que comenzaron el 19 de marzo en Irán han causado inundaciones repentinas, dejando graves daños, arrastrando casas, caminos y puentes. Los equipos de Médicos Sin Fronteras (MSF) visitaron las provincias para evaluar las necesidades entre el 8 y el 18 de abril. En los próximos días, MSF planea distribuir artículos no alimentarios en la provincia de Golestan y brindar atención primaria de salud a través de clínicas móviles en la provincia de Lorestan.
Elham Miraghazadeh, jefa de misión adjunta, describe la situación que encontraron durante su evaluación:
“El 8 de abril, un equipo de MSF se dirigió a Golestan para visitar las tres ciudades más afectadas de la provincia: Gonbad-e Kavus, Aq Qala y Gomishan. Las carreteras por las que viajábamos estaban en su mayoría ocultas bajo las aguas de la inundación, así que era difícil distinguir entre carreteras, ríos y campos. Las inundaciones han destruido las casas de las personas y los campos, así como las carreteras y otras infraestructuras.
El primer lugar que visitamos fue el barrio de Afghan Abad, en Gonbad, hogar de muchos turcomanos afganos. Al estar cerca del río, algunas de las casas fueron arrasadas por completo, mientras que otras se encuentran total o parcialmente bajo el agua. Más de 400 familias han perdido todas o la mayoría de sus posesiones. Han sido evacuados del área y están alojados en tiendas de campaña o en campamentos existentes para personas desplazadas. A pesar de algunas distribuciones de artículos de primera necesidad esenciales, las personas necesitan mucha ayuda para satisfacer sus necesidades básicas.
Cuando nos acercamos a las otras dos ciudades, Aq Qala y Gomishan, los niveles del agua estaban tan elevados que los autos no pudieron seguir avanzando y tuvimos que regresar. Desde entonces, un segundo equipo de MSF logró llegar a las ciudades, y encontraron que las aguas de la inundación se habían retirado y las personas estaban regresando a sus hogares. Otro equipo de MSF viajó a la provincia de Lorestan, en el oeste de Irán, una región montañosa salpicada de pueblos aislados. A lo largo de más de 120 km del río, las inundaciones repentinas causaron grandes daños, arrastrando casas, carreteras y puentes. Algunas personas han perdido sus hogares, sus negocios y sus tierras.
La ciudad de Pol-e Dokhtar se vio particularmente afectada y sus edificios aún están bloqueados por el barro. Las personas viven en pequeños grupos en campamentos hechos de carpas. Cuando llegamos a la ciudad, las personas que vivían en un campamento temporal nos hablaron de los daños: «Si vas al centro de la ciudad, parece que lo hubiera golpeado una bomba nuclear«, comentaban. De hecho, el centro de la ciudad estaba totalmente devastado: todas las tiendas estaban dañadas y era como una ciudad muerta. Al haber muchos puentes destruidos, varios pueblos en la región de Pol-e-Dokhtar están bloqueados. La única forma de llegar a ellos es por bote o helicóptero.
Pudimos llegar a un pueblo, cuyo acceso por carretera había sido bloqueado, gracias a un bote que cruzaba el río continuamente, transportando suministros y permitiendo que las personas cruzaran de un lado a otro. Los habitantes nos dieron una cálida bienvenida. Visitamos el centro de salud, que habían comenzado a limpiar, pero todo el equipo estaba dañado.
Las consultas médicas básicas se estaban realizando en una tienda de campaña en el campamento temporal donde se alojan las personas. Un aviso pegado a un tablero le recordaba a las personas que debían tener cuidado con las mordeduras de serpientes y escorpiones, un riesgo que se corre al vivir en una tienda de campaña. Es imposible que las personas regresen a sus casas, ya que están llenas de barro y agua.
La provincia de Khuzestan, en el suroeste, es muy diferente geográficamente. Es un terreno plano, más que montañoso. En Ahwaz, la principal ciudad de la provincia, el nivel de daño no era tan obvio, pero cuando llegamos a las ciudades de Dehlaviyeh, Susangerd, Shoush y Elhaieh, pudimos ver cuán desastrosamente había sido afectada la provincia. Los ríos Karkheh y Dez se desbordaron, dejando algunos pueblos parcial o totalmente bajo el agua. Algunos pueblos estaban despoblados; en otros, pocos jóvenes o familias se habían quedado para cuidar el lugar y proteger las pocas pertenencias que podían salvar. Los suministros solo pueden llegar en barco o en helicóptero.
En algunos lugares, las personas fueron a un terreno más elevado cuando subieron las aguas, y ahora viven bajo los árboles, con temperaturas que pronto alcanzarán los 50 o incluso 55 grados centígrados.
En un pueblo, conocimos a una familia que todavía vivía en su hogar, en una tienda de campaña que habían instalado en el techo. Habían empezado a limpiar la casa, pero aún no se podía vivir allí. A pesar de la limitada cantidad de agua potable disponible, las personas no se olvidan de su hospitalidad, y tomamos té juntos mientras hablaban sobre sus dificultades: se enfrentaron a una sequía el año pasado y a las inundaciones este año.
En todas las provincias que visitamos, una de las principales quejas de la gente era que debían pasar mucho tiempo sin poder ducharse. No hay agua en los grifos. Las temperaturas se están elevando y la gente está luchando contra el calor y los insectos. Además, el Ramadán se está acercando. Se están distribuyendo alimentos, pero las personas prefieren recibir los ingredientes básicos y utensilios de cocina para poder cocinar por sí mismos.
Las instalaciones sanitarias que visitamos a menudo eran muy básicas. Muchos centros de salud de los pueblos y los equipos técnicos ya no pueden ser utilizados, los medicamentos fueron arrastrados por el agua y se arruinó la cadena de frío.
Estas personas esperaban que llegara la cosecha en dos semanas, pero ahora los cultivos y campos han desaparecido por completo. Lo han perdido todo: sus hogares, sus posesiones, sus trabajos, sus servicios públicos y, desafortunadamente, sus esperanzas«.