Después de 10 años trabajando en la región de Busia, MSF ha traspasado sus actividades de otra organización.
Sentado en su consulta en el hospital del distrito de Sioport, el responsable clínico Kennedy Ndonga recuerda cómo solían ser las cosas para esta comunidad en la zona rural de Kenia. Hace 10 años, tenían que traer a la gente literalmente a cuestas para recibir tratamiento en el hospital. Veías a sus familias cargándoles en bicicletas, carretillas o incluso a sus espaldas. El estigma y la discriminación en torno al VIH/sida eran tan fuertes que únicamente las personas que estaban muy enfermas acudían en busca de asistencia. El miedo era tal que incluso en las estructuras de salud encontrabas a personas VIH-positivas esperando a morir, abandonadas por los rincones donde les habían dejado los trabajadores sanitarios temerosos de tratarles.
Fue por aquel entonces, sin actores que tratasen el VIH, sin terapia antirretroviral (TAR) disponible y con un Ministerio de Salud incapaz de hacer frente a la enorme carga que suponía tratar la enfermedad, cuando MSF empezó a proporcionar atención para el VIH/sida en Busia, una región rural al oeste de Kenia. En el año 2000, la prevalencia nacional de VIH en el país se estimaba en un 14%. En Busia era más del doble (un 30%). A lo largo de los últimos 10 años, trabajando estrechamente con el Ministerio de Salud, el personal de MSF en Busia ha tratado y atendido a más de 13.300 personas afectadas, de las que más de 4.000 han sido sometidas a la TAR.
Ofrecer atención integrada al VIH ha sido la clave de este éxito. Fuera de la consulta de Kennedy, la sala de espera del hospital Sioport está abarrotada de hombres, mujeres y niños. Cada día, el personal de MSF y del Ministerio de Salud, trabajando codo con codo, atienden a una media de 100 personas en las consultas. Algunas son VIH-positivas, otras no. Y ésta es la esencia de la atención integrada, incorporar la atención al VIH a la atención sanitaria regular para que la gente seropositiva pueda acceder a servicios sanitarios igual que cualquier otra persona.
Este enfoque ha tenido un enorme impacto en el aumento del número de personas VIH-positivas que buscan tratamiento en Busia y también ha conseguido reducir el estigma y la discriminación en torno a la enfermedad. En lugar de tener que acudir a diferentes consultas, en días diferentes y tener que sentarse en salas de espera separadas, la gente VIH-positiva viene aquí a ver al médico como todo el mundo, explica Kennedy. Una mujer embarazada seropositiva, por ejemplo, puede venir aquí para su revisión habitual controles prenatales, prevención de la transmisión del VIH de madres a hijos, planificación familiar e inmunización de sus hijos todo ello en un mismo día. Se trata de un servicio integrado.
Integrar la atención no es tarea fácil y MSF tuvo que invertir mucho para que este sistema funcionase. Mantener un diálogo regular y abierto con el Ministerio de Salud fue decisivo. En algunas clínicas MSF tuvo que asignar a personal adicional para poder atender al cada vez mayor número de personas que acudían para recibir tratamiento. La organización ofreció formación frecuente y acompañamiento constante. Una serie de clínicas tuvieron que ser renovadas y tuvieron que construirse más salas. Pero la inversión ha valido la pena puesto que tanto el personal como los pacientes ahora se benefician enormemente de esta atención integrada de VIH/sida.
Tras 10 años en Busia, MSF puede ahora traspasar sus actividades a otra organización. Lo que parecía imposible, ofrecer atención para las personas infectadas con el VIH en un entorno rural con recursos limitados, se ha conseguido con gran éxito. Los retos siguen siendo muchos pero la atención integrada que se dispensa ahora puede hacer mucho para superarlos.
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La historia de Víctor. De la discriminación a una vida positiva