Alertamos de la situación en Riang, en el estado de Jonglei, en este de Sudán del Sur, donde la situación sanitaria de las comunidades se deteriora cada vez más. Uno de nuestros equipos de emergencia visitó la semana pasada Riang y encontró comunidades remotas que sufren enormes dificultades por acceder al agua potable y a la atención médica básica y presentan graves carencias en materia de saneamiento y letrinas.
Años de inundaciones prolongadas y violencia se han cobrado un gran precio en la región, aumentando la vulnerabilidad de las comunidades, en particular en los niños y niñas menores de 5 años.
Del 9 al 14 de enero, proporcionamos consultas médicas a 766 personas en Riang. También distribuimos kits con mosquiteros, mantas, baldes, jabón, purificadores y filtros de agua, toldos y cuerdas para la construcción de refugios a más de 1.000 familias. Además de ofrecer dignidad a las familias afectadas por las inundaciones, estos lotes de materiales ayudan a reducir su exposición a enfermedades mortales como malaria, infecciones respiratorias y enfermedades transmitidas por el agua.
“Un preocupante 60% de los niños y niñas menores de 5 años tratados en nuestra clínica móvil la semana pasada dieron positivo por malaria; algunos de ellos ya se encontraban en estado grave. También vimos personas que padecían enfermedades no tratadas, incluida una gran cantidad de mujeres con síntomas compatibles con infecciones urinarias, lo que refleja la falta de agua potable”, explica, Roberto Wright, nuestro coordinador de emergencias. “Los países e instituciones donantes internacionales solo han asegurado la financiación para otras organizaciones de salud que trabajan en Jonglei hasta el próximo mes, por lo que la situación en la región puede deteriorarse aún más y a mayor velocidad”.
La caída de la financiación en Jonglei refleja una tendencia general en Sudán del Sur, que se ha traducido en una parte importante de la población sin acceso a la atención médica básica. Estamos pidiendo a los donantes internacionales que garanticen que continúan los fondos para otras organizaciones de salud que trabajan en el estado de Jonglei, de modo que puedan facilitar atención médica y asistencia humanitaria urgente, incluidos alimentos, agua y letrinas, a las personas que viven en áreas de difícil acceso como Riang. Rodeadas de pantanos, estas comunidades rurales afrontan meses de inundaciones durante las temporadas de lluvias y violencia generalizada, agravada por la escasez de recursos, como víveres y ganado, durante las estaciones secas.
Las personas que viven en estos pueblos tienen que caminar más de una hora para llegar a la atención médica gratuita más cercana, cruzando pantanos mientras llevan a los pacientes en cestas o sobre lonas. Durante la temporada de lluvias, el agua alcanza tal altura que solo se puede cruzar los pantanos a nado. Hasta que bajan los niveles del agua, quienes requieren un tratamiento especializado deben ser trasladados a nuestras instalaciones en Lankien, un viaje que supone varios días y noches de camino a pie.
Con la única ayuda de una larga vara donde apoyar sus pasos, Nyadeng Wal, de 47 años, caminó junto a su nieta adolescente para llegar a la clínica móvil de nuestro equipo de emergencia. La niña llevaba a su hermano inconsciente de dos años en una canasta sobre su cabeza. “Cruzamos el pantano durante la noche para llevarlo a una clínica en Pathai. Le dieron medicamentos, pero no mejoró”, afirma Nyadeng. Le recomendaron que acudieran a nuestras instalaciones en Pieri, donde el pequeño fue ingresado para recibir tratamiento. Nuestro equipo médico le diagnosticó malaria grave.
Elizabeth Nyechot Koeng también llevó a su hija de 7 años, Nyepay Riek Puor, a nuestra clínica móvil en Riang. La niña presentaba una gran herida abierta en un lado de la cabeza producida en septiembre. “Nuestra casa en el pueblo de Pieth se inundó con alrededor de medio metro de agua. Esa noche llovió tanto que la pared se derrumbó y le golpeó en la cabeza”, recuerda Elizabeth. “Toda la familia tuvo que huir. Mi esposo se fue con nuestros hijos y su madre en busca de un lugar más seguro. Nyepay estaba sangrando, así que crucé el pantano con un familiar para llevarla a Pulchol. Pasamos tres días en una clínica y luego regresamos a Riang para reunirnos con nuestra familia”. Acudieron varias veces más a una clínica privada en Pathai, donde podían hacerle seguimiento, pero la familia no tenía suficiente dinero para terminar su tratamiento.
“La desgarradora experiencia de Nyepay y su familia representa la situación en muchas otras zonas de Sudán del Sur. Hay una emergencia tras otra. Las inundaciones continuas, la violencia en curso y la falta de instalaciones sanitarias gratuitas han reducido gravemente el acceso a la atención médica y se traducen en que muchas heridas no se tratan adecuadamente. Es habitual que incluso quienes logran recibir algún tratamiento reciban escaso seguimiento o no tengan el tiempo necesario para que sus lesiones sanen”, afirma Wright.