«Hace 25 años, después de terminar mis estudios de medicina en Rosario, Argentina, no tenía idea de que me iba a enfrentar tan directamente a una enfermedad que, en ese momento, a comienzos de la década del noventa, estaba matando a millones de personas en el mundo: El Virus de Inmunodeficiencia Humana (VIH)», dice el médico argentino Marcelo Fernández, jefe de misión de Médicos Sin Fronteras (MSF) para México y Centroamérica
Fernández recuerda que, cuatro años después de que comenzara la era del Tratamiento Antirretroviral, en 1999, viajó a San Lucas de Sacatepéquez, Guatemala, para su primera misión con la organización, en donde trataban a personas con VIH en un hospicio.
«Tras hacer una revisión exhaustiva de la farmacia, encontré algunos medicamentos para contrarrestar el VIH, a partir del Tratamiento Antirretroviral (TAR). Decidí aplicárselo a los pacientes teniendo en cuenta que podrían continuar con este a través del Seguro Social, donde ya estaba disponible el TAR», recuerda.
La decisión fue arriesgada porque en ese tiempo ese tratamiento no se usaba, pero ya estaba científicamente demostrado que era el mejor procedimiento para tratar a los pacientes infectados con esa enfermedad.
Un año después, recuerda el médico, MSF decidió concentrarse en contrarrestar la mortalidad del VIH y logró, junto con la sociedad civil, a través de campañas de acceso a los medicamentos, que los gobiernos prestaran atención al problema y las farmacéuticas disminuyeran el altísimo costo del tratamiento
«Entonces, tras años de esfuerzos, sucedió el milagro: el tratamiento pasó de costar 10 mil dólares anuales por persona, a 150 dólares», señala.
En 2001, Fernández se desplazó a los primeros proyectos que Médicis Sin Fronteras abrió en Malawi y Camboya.
«El 6 junio de ese año, nunca se me va a olvidar la fecha, atendí mi primer paciente ‘oficial’ con esta enfermedad. Fue esperanzador», remarca.
Durante los primeros años de esa década, MSF se concentró en disminuir la larga lista de pacientes que habían estado en el olvido, aunque también tuvo que hacer frente a las otras afecciones derivadas del VIH, como la tuberculosis.
«Esta retrospectiva personal me recuerda los valiosos avances que ha tenido la lucha contra el VIH, pero también que los desafíos continúan porque ahora tenemos la necesidad de diagnosticar y tratar más rápido», explica.
Gracias a los adelantos, ahora el tratamiento pertenece a las personas, señala el especialista.
«Ya no se requiere tener todo el tiempo al lado a un especialista. Contamos con el autotest, una innovación que rápidamente diagnostica la enfermedad. Por eso, en MSF sabemos que una de las formas más efectivas en la lucha contra esta enfermedad es integrar a la comunidad, para que ella misma haga parte de la promoción, prevención y tratamiento de la misma», argumenta.
A principios de 2019, MSF y el Departamento de Salud de Sudáfrica demostraron que es posible alcanzar el objetivo de los 90-90-90, es decir, que el 90 por ciento de las personas que viven con el VIH conozcan su estado, el 90 por ciento de los que son VIH positivos estén tratándose con antirretrovirales y el 90 por ciento de las personas en tratamiento tengan una carga viral indetectable.
Ambos organismos también advirtieron sobre una posible reducción de la incidencia de VIH en Eshowe, provincia de KwaZulu Natal, en Sudáfrica, a través servicios comunitarios intensivos vinculados a la atención primaria y apoyados por formación, tutorías y monitoreo.
«Mirar 25 años hacia atrás es un ejercicio de memoria, pero sobre todo de reacción, porque esta lucha no ha terminado.»
«Como dijo Gilles Van Cutsem, coordinador de grupo de trabajo de VIH/sida de MSF: ‘No podemos celebrar ni hablar de éxito, mientras que cientos de miles de personas siguen muriendo por causas relacionadas con el sida cada año, porque no tienen acceso a la atención básica para el VIH, ya sea porque viven en países abandonados, porque son parte de grupos de población olvidados o por políticas que los ignoran’, advierte Marcelo Fernández.»
Este testimonio fue originalmente publicado en El Financiero (2019)