En respuesta al terremoto que azotó a México el pasado 19 de septiembre, Médicos Sin Fronteras (MSF) ha desplegado equipos psicosociales en Ciudad de México y ha enviado equipos móviles a las zonas más alejadas para brindar atención médica y psicológica a los afectados.
Carmen Rodríguez, Referente de Salud Mental de MSF en México, da más detalles acerca del trabajo de los equipos y cuáles son los desafíos que afronta la población después de un evento como este.
¿Cómo es la situación y qué está haciendo MSF en respuesta al terremoto?
Es importante recordar que han sido dos terremotos y no solo uno: el primero en Oaxaca, el 7 de septiembre, y el del día 19 en la Ciudad de México. Y a eso hay que añadirle todas las réplicas posteriores, que hacen que la gente permanezca todavía en una situación de alerta y de estrés constante.
Pasadas pocas horas del sismo en Oaxaca, MSF envió un equipo para evaluar si nuestra intervención allí era necesaria. En el sismo del día 19, que afectó sobre todo a los estados de México y Morelos, hicimos lo mismo. La capacidad de respuesta de México ante este tipo de catástrofes suele ser rápida y buena, pero a pesar de ello siempre quedan algunas necesidades que no están cubiertas.
En este caso, vimos que había algunos vacíos en el campo de la atención en salud mental y psicosocial, así que decidimos llevar varios equipos compuestos por un psicólogo, un médico y un trabajador social a las comunidades más alejadas.
¿Con qué se encontraron los equipos en el terreno?
Nuestros equipos están trabajando principalmente con personas que no han perdido a seres queridos, pero que sí han perdido sus hogares.
Ese es el caso por ejemplo de quienes viven en San Gregorio. Allí nuestros equipos han atendido a las personas prácticamente casa por casa. Los niveles de angustia, miedo e híper alerta que hemos visto son altos. Por ejemplo, una señora en San Gregorio nos comentaba que su niño no se separa de ella en ningún momento, que se asusta y llora cada vez que escucha una sirena. O en Juchitán, donde la tierra no deja de temblar, los vecinos y vecinas duermen en la calle por miedo a que se caigan sus casas. Muchos otros no acuden a sus puestos de trabajo porque no quieren permanecer en lugares cerrados. Los supermercados siguen sin abrir porque los trabajadores no se sienten seguros para volver allí. El miedo, la angustia, el estar alerta son sentimientos que aparecen después de vivir experiencias intensas como la de un terremoto, ya que son momentos que representan una importante amenaza a la vida de uno y la de sus seres queridos. Les explicamos que teniendo en cuenta lo que les está tocando vivir, las reacciones que están teniendo ahora mismo son totalmente normales. Nuestro trabajo consiste sobre todo en ayudarles a que pongan en marcha sus mecanismos de afrontamiento.
¿Cómo es el trabajo diario de los equipos?
El trabajo de los equipos psicosociales consiste en prestar apoyo a la población afectada a través de consultas individuales o grupales. Visitamos los albergues donde están acogidas las familias afectadas y vamos a los lugares donde aún se están tratando de llevar a cabo rescates. También intentamos estar presentes en el momento en el que las casas que resultaron dañadas van a ser demolidas, ya que las familias que habitaban en ellas y que lo han perdido todo suelen necesitar apoyo emocional. También hacemos difusión de mensajes que sirvan para ayudar a que la población afectada pueda comprender qué es lo que están sintiendo en estos momentos y cómo afrontarlo. Tratamos de llevar a cabo acciones de sensibilización y proporcionamos información para que la gente sepa cómo afrontar los días y semanas que les quedan por delante.
¿Cuál es la importancia de la salud mental tras un evento de este tipo?
Un buen acompañamiento psicosocial puede marcar la diferencia en el momento de la recuperación y del restablecimiento de los afectados. Las consecuencias individuales a mediano y a largo plazo van a depender de muchos factores. Obviamente, para aquellos que han perdido sus casas o sus seres queridos, la recuperación va a ser mucho más difícil. También hay que tener en cuenta si una persona pertenece a grupos de población vulnerables y si cuentan con apoyo familiar o social.
En general, el dolor y la aflicción irán disminuyendo con el transcurso del tiempo, muy poco a poco, pero siempre hay personas a las que les resulta más complicado poner en marcha los mecanismos de afrontamiento necesarios para ir restableciéndose emocionalmente. Muchos de ellos acaban desarrollando trastornos relacionados con el estrés.
Para muchas personas en Ciudad de México, este temblor ha sido un revivir las heridas sufridas durante el terremoto de 1985. Muchas personas presentan recuerdos intensos y han revivido emociones vinculadas a los eventos experimentados en el ’85. Por ejemplo, las personas no quieren regresar a sus casas porque tienen miedo a que se derrumben. Una persona con la que hablamos había perdido a su hermano en el derrumbe de su casa una semana después del terremoto del 85. Y claro, esas cosas no se olvidan.
¿Qué diferencias hay entre el enfoque adoptado por MSF en Oaxaca y el trabajo que están haciendo los equipos en Ciudad de México?
En Oaxaca han pasado ya unas semanas desde que tembló la tierra. Durante este tiempo, aunque luego se han producido bastantes réplicas, la gente ha podido ir organizándose y las redes de apoyo ya están mucho más estructuradas. En estos lugares podemos comenzar a trabajar problemas y dificultades mucho más específicos.
En Ciudad de México estamos todavía en una fase inicial en la que población está más centrada en solventar las necesidades básicas y comenzar a organizar tanto la ayuda como las actividades. En este caso, el miedo es aún la emoción más predominante.
¿Qué es lo que se puede esperar en los próximos días y de aquí en adelante?
Las ayudas están llegando y la respuesta de la población es buena. Cuando todo el apoyo inicial se vaya retirando, pueden producirse sintomatologías más intensas. Depende sobre todo del tiempo que le lleve a cada uno retomar, en la medida de lo posible, la vida que tenían antes del terremoto.