El testimonio de Andrés
“Mi nombre es Andrés*, soy de El Salvador y hace cuatro años tuve que escapar de mi país por persecución política. Me amenazaron un viernes y me dijeron que en una semana me iban a matar. Entonces tomé un bolso con tres pantalones y tres camisetas, calcetines y con eso salí. Tomé un autobús a Guatemala y dejé toda mi vida atrás.
Durante todo este tiempo estuve pidiendo asilo en Guatemala, pero las personas que me estaban persiguiendo desde El Salvador me encontraron allí. Todavía no puedo dormir, siempre tengo miedo, en las noches brinco, sueño que me persiguen, que me van a matar. No podía seguir esperando a que me dieran refugio porque mi vida corría peligro y no estaba en paz. Entonces abandoné Guatemala para venir a México y empezar un nuevo proceso de asilo.
Para salir de Guatemala y llegar a Ciudad de México le pagué a un grupo de traficantes. Como iba hasta la Ciudad de México, me cobraron 3 mil dólares, pero a los que tienen como destino final los Estados Unidos les cobran mucho más.
Luego de cruzar a México, los traficantes me llevaron a una bodega en Chiapas con otras 29 personas migrantes. Allí estuvimos dos días, hasta que nos movieron a otra bodega escondida donde éramos 45 personas, tiradas en el piso en colchones, con muy poco espacio, un solo baño, y todos los días llegaba más gente. Era una casa vieja, la insalubridad que había ahí era horrible. Todos tienen una historia, hay mujeres, hay niños.
Mientras los traficantes organizan el dinero para pagarle a la policía que encuentren y también al cartel que rige en las zonas que se van atravesando, los migrantes estamos encerrados en las bodegas.
Nos sacaron de esa casa y nos llevaron por carretera a la costa, en Tabasco, y caminamos hasta la playa. No sabíamos qué pasaba, ya era de noche. En la playa nos esperaban 5 lanchas, con las que nos adentramos mar adentro durante 40 minutos, andando a 150 km por hora para poder evadir a la naval.
La lancha se levantaba y volvía a caer, golpeaba fuerte, el mar estaba muy revuelto. Finalmente llegamos a la zona donde domina el cartel: cuando bajamos de la lancha estaban ahí, con sus caras tapadas, contando a los que íbamos bajando. Desde ahí nos llevaron a otra bodega en Veracruz. Pasamos tres días durmiendo en el suelo, y compartiendo un solo baño entre 30 personas, mientras nos obligaban a estar callados.
Tres días después viajamos tan lejos y por tantas horas que perdí la noción del tiempo, nos subimos y nos bajamos de distintos autobuses. No comí por dos días. Nos bajaron en un motel donde nos separaron en grupos y nos amontonaron a nueve personas en un auto pequeño para llegar a mi destino. Fueron nueve días de travesía e incertidumbre desde la frontera de Guatemala hasta Ciudad de México. Siempre en el camino se sufre, le pasa de todo a uno.
Llegué hace dos meses a Ciudad de México y todavía estoy muy tenso, me duele todo el cuerpo.
Yo solo pido lograr la tranquilidad de ser libre, de sentirme seguro y de llevar una vida normal. Espero poder hacerlo aquí, lamentablemente no podía hacerlo en mi país. Nadie desea salir de su país para venir a sufrir a otro. Pero no tenía otra opción.
Estoy en un albergue. En el cuarto dormimos 15 hombres en camas de catre, tenemos dos tiempos de comida. Somos 40 personas los que estamos ahí. Me siento seguro ahí, no tengo ningún problema. Con no estar en la calle, estoy bien. Necesito una ayuda psicológica para sentirme digno, que valgo la pena, que soy un ser humano como cualquier otro.
Hablé con los profesionales de MSF que brindan asistencia en la COMAR y voy a empezar a tener sesiones con profesionales de la salud mental para poder sentirme mejor.
Si me dan los papeles, creo que puedo tener buenas oportunidades laborales por mis estudios, me gradué en administración de empresas y relaciones internacionales, hablo 5 idiomas y trabajé un tiempo para organismos internacionales. Todo eso me puede dar oportunidades aquí en México. Tengo fe que voy a conseguir un trabajo para poder vivir bien.
Nuestras actividades para asistir a la población migrante
Las actividades que realizamos en México para asistir a la población migrante comenzaron en 2010 en la frontera con los Estados Unidos. Nuestros proyectos se han adaptado a los múltiples cambios del contexto en el territorio mexicano como el aumento de la violencia en el tránsito y el surgimiento de las caravanas migrantes, entre otros.
En la Ciudad de México, ofrecemos atención multidisciplinaria, médica, de salud mental y trabajo social en el Centro de Atención Integral (CAI) a personas víctimas de violencia extrema, tortura, tratos inhumanos, crueles y degradantes.
Allí gestionamos servicios médicos especializados para garantizar una atención integral que permita la completa rehabilitación de las y los pacientes. También desplegamos un proyecto de emergencia para brindar orientación y servicios de salud mental a las personas migrantes y solicitantes de refugio a las afueras de la Comisión de Ayuda al Refugiado (COMAR).
Entre noviembre de 2021 y junio de 2022, nuestros equipos han brindado más de 200 kits de higiene y otros apoyos en transporte a la población más vulnerable, 650 orientaciones individuales por parte del equipo de trabajo social y han ofrecido más de 200 consultas de salud mental.
Buscamos aumentar la accesibilidad a la población migrante hacia las múltiples y diferentes entidades que trabajan con la población en movimiento de la ciudad.