En Tapachulas, México, la población migrante es muy visible. Se agrupa en plazas y parques, en las casas de cambio o en la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (COMAR) para obtener permisos de tránsito y continuar su viaje hacia el norte.
Miguel Gil es un psicólogo de nuestra organización con 10 años de experiencia en proyectos de atención a personas migrantes. En esta entrevista, nos explica cuál es la situación en esta ciudad y nuestra tarea allí.
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¿Qué hace Médicos Sin Fronteras en Tapachula?
En un inicio, un experto en salud mental visitaba albergues y otras instituciones para pacientes víctimas de violencia extrema, tortura y tratos crueles e inhumanos que pudieran ser tratados en el Centro de Atención Integral (CAI), un espacio especializado para la atención de estos pacientes que Médicos Sin Fronteras opera en la Ciudad de México.
Desde hace un año hemos ampliado las actividades y, además de la atención a víctimas de tortura o violencia extrema, también brindamos atención en salud mental para las personas migrantes y atención a víctimas de violencia sexual, principalmente. A través de este proyecto hemos asistido a 173 personas.
¿Cuáles son las condiciones para los migrantes en la ciudad de Tapachula?
El municipio no tiene la capacidad suficiente para asistir a esta población, no se cuenta con espacios ni servicios básicos. Hay albergues de otras organizaciones, pero no tienen la capacidad para atender a tantas personas y existe una falta de acceso a la salud en general.
En lo que respecta a personas migrantes que han sido víctimas de violencia y/o tortura somos la única organización que ofrece atención especializada.
Algunos migrantes rentan viviendas. En la ciudad hay zonas delimitadas de acuerdo con sus nacionalidades. La población migrante sigue siendo muy visible, está en todas partes del municipio, muchos de ellos viven en las calles. La mayoría son haitianos, hondureños y recientemente ha crecido la población venezolana; estos suelen avanzar más rápido por medio de pequeñas caravanas que buscan evitar detenciones y deportaciones.
¿Cuáles son los síntomas más comunes de los pacientes migrantes?
La población que sufre violencia extrema presenta síntomas muy críticos. Los principales son estrés postraumático, depresión aguda y ansiedad. Algunos de nuestros pacientes no tienen deseos de seguir viviendo. Tenemos pacientes que han sido víctimas de violación, otros han sido heridos con armas de fuego, fueron mutilados o presenciaron el asesinato de algún familiar.
Para tratar de dimensionar un poco la severidad de estos síntomas podría decir que nunca había atendido a tantas personas con ideación suicida como aquí. Solo en el mes de agosto de 2022 fueron tres casos, eso es demasiado.
A esto se añaden otros factores que agravan estos síntomas como la falta de acceso a la asistencia humanitaria, esto es algo que también les afecta emocionalmente. Los cambios en las políticas migratorias también impactan en la salud mental, así como la incertidumbre y el rechazo.
¿Cómo es el acceso a la salud para las personas migrantes?
El acceso a la salud de las personas migrantes no está garantizado. Mucho menos la salud mental. Todavía está muy restringido en los centros de salud y se discrimina a la población migrante frente a la población local. Tenemos casos de pacientes psiquiátricos que están en riesgo y el acceso a la salud pública para ellos no existe, incluso para la población local. El único Hospital Psiquiátrico está en Tuxtla Gutiérrez, a más de 4 horas de aquí. Pareciera que se atiende a todos sin necesidad de papeles, pero los centros de salud y albergues asignan un determinado número de consultas y hay determinados servicios o medicamentos que se les niegan por ser migrantes.
Hay mujeres que necesitan control prenatal y no tienen acceso. Los hospitales tampoco se hacen cargo de los materiales de quirófano. Y hemos documentado casos de violencia obstétrica. Muchos pacientes nos han relatado que se les negó la atención o que no fueron tratados con respeto.
¿Cómo está conformado el equipo de Médicos Sin Fronteras en Tapachula?
Somos seis psicólogos, dos médicos, dos trabajadoras sociales, un agente de involucramiento comunitario psicosocial, una supervisora de salud mental y una responsable de equipo.
¿Cómo atendemos a los pacientes que han sufrido tortura?
Los casos más complejos son enviados al Centro de Atención Integral que tenemos en la Ciudad de México, donde personal médico, psicológico, de fisioterapia y trabajo social brinda atención especializada multidisciplinar tanto a personas migrantes, refugiadas como a población mexicana que han sido víctimas de violencia extrema y tortura.
¿Qué representa formar parte de un proyecto con población migrante?
Poder poner mi granito de arena. Que el equipo se sienta motivado en un contexto con tantas necesidades. Lograr hacer referencias al sistema de salud y que los pacientes puedan tener acceso y garantizar su salud es lo más satisfactorio para mí. Atender a esta población que está en el olvido. Creo que, de las 30.000 personas migrantes de Tapachula, el 5% de ellos ha sufrido violencia extrema.
Lo que esta población requiere de todos nosotros, en mi opinión, como seres humanos, como mexicanos que los recibimos, es empatía.
El último paciente que vi con intención suicida me dijo “te lo cuento a ti porque yo te veo como a un padre” y eso me afectó mucho. Son emociones muy fuertes. Creo que hace falta sensibilizar a la población local, exponer historias de vida y testimonios. Saber quiénes son los que vienen, sus historias, reconocer que muchos de los padres, de los abuelos o bisabuelos, ciudadanos de Tapachula, fueron migrantes.
Desafortunadamente, continúan las crisis que obligan a personas a salir de sus hogares y buscar refugio. Continúan la violencia y la crueldad que experimentan en sus países y en la ruta. A lo largo de los años, desde que llevamos el proyecto de atención de migrantes en México, la situación no ha mejorado, solamente se ha deteriorado. Los casos que nosotros atendemos de violencia extrema y tortura son solo la punta del iceberg.