Médicos Sin Fronteras (MSF) hace pública hoy una revisión interna en la que analiza lo acontecido en su hospital de Kunduz (Afganistán) antes, durante y después del brutal ataque aéreo del pasado 3 de octubre por parte de las fuerzas estadounidenses. El documento realiza una revisión cronológica de los hechos y demuestra que no hay justificación alguna para el ataque a su hospital. Los datos recopilados por MSF atestiguan que no había combatientes armados ni enfrentamientos en el interior del centro médico ni en sus cercanías.
El análisis de MSF describe que hubo pacientes que fallecieron quemados vivos en sus camas y trabajadores sanitarios que sufrieron amputaciones o fueron decapitados por las explosiones. Así mismo,
algunas personas recibieron disparos desde el aire mientras huían del edificio en llamas.
Al menos 30 personas murieron a causa de estos atroces ataques: 13 miembros del personal de MSF, 10 pacientes, y otras 7 personas que aún no han podido ser identificadas debido al estado irreconocible en que quedaron sus cuerpos.
«Desde el interior del hospital, la percepción evidente es que este ataque se llevó a cabo con el propósito de matar y destruir«, afirma Christopher Stokes, director general de MSF. «La cuestión es que no sabemos por qué. No sabemos qué sucedió en el interior de la cabina del piloto que bombardeó el hospital, ni qué ocurrió en la cadena de mando entre los militares estadounidenses y afganos«.
El documento incluye detalles sobre la comunicación a todas las partes de las coordenadas GPS del hospital, así como el registro de las llamadas telefónicas realizadas por MSF a las autoridades militares en un intento por detener el ataque aéreo. MSF había llegado a un acuerdo con todas las partes en conflicto para que respetaran la neutralidad del hospital, en aplicación de lo establecido por el Derecho Internacional Humanitario.
«Nosotros cumplimos nuestra parte del acuerdo: el centro de traumatología de urgencias de MSF en Kunduz funcionaba a pleno rendimiento, con cirugías desarrollándose en el preciso momento del ataque aéreo de las fuerzas estadounidenses«, denuncia Joanne Liu, presidenta internacional de MSF.
«La política de no permitir la entrada de armas en recintos de MSF –incluido el hospital de Kunduz– fue respetada.
El personal del centro tenía la totalidad de la instalación bajo su control antes y en el momento del ataque aéreo».
Entre los 105 pacientes en el momento de los ataques aéreos había combatientes heridos de ambos bandos del conflicto, como así también civiles, entre ellos mujeres y niños.
«Están circulando algunos informes en los que se afirma que el ataque a nuestro hospital podría justificarse porque estábamos tratando a los talibanes», dijo Stokes. «Recordamos que bajo el Derecho Internacional, los combatientes heridos son pacientes, y deben estar libres de ataques y ser tratados sin discriminación alguna. El personal médico nunca debe ser castigado o atacado para proporcionar tratamiento a los combatientes heridos«.
El documento de MSF -que forma parte de una revisión en curso de todas las acciones llevadas a cabo por MSF en ese fatídico día-, se basa en sesenta entrevistas con trabajadores nacionales e internacionales de MSF que trabajaban en el centro de trauma de 140 camas, en funcionamiento desde 2011. Es una información interna y pública, antes y después de los hechos, que incluye entrevistas, análisis de fotografías, correos electrónicos y los registros de llamadas de teléfono.
«El ataque destruyó nuestra capacidad para tratar a los pacientes en un momento de mayor necesidad«, afirma la doctora Joanne Liu, presidente internacional de MSF. «Un hospital en funcionamiento que brinda atención a pacientes no puede simplemente perder su estatus de protección y ser atacado«.