En la azotea del hotel-campamento Captain Elias, Muhammed, de 26 años, que abandonó Afganistán hace poco más de un mes, relata su experiencia de ser un solicitante de asilo. Llegó a Kos a través de Irán y Turquía. Está preparando una comida para él y sus tres compañeros de viaje en una pequeña chimenea, entre cristales rotos y escombros.
“En Afganistán estuve llevando una farmacia y ejerciendo la docencia en una escuela local. También quería enseñar a las mujeres en el pueblo hábitos saludables y cómo cuidar a sus hijos. Un día, algunos de los hombres de la aldea vinieron a mí acusándome de enseñar ideas cristianas a los niños. Me dijeron: `tú no eres un verdadero musulmán, muy pronto vas a ser decapitado´. Al mismo tiempo descubrí que habían destrozado mi farmacia, y que mi padre había desaparecido sin explicación alguna. Hace ya tres meses que no sé nada de él. No sé si está vivo o muerto. Por esta razón decidí escapar de Afganistán, al tiempo que ocultaba a mi familia en otra parte del país. He venido aquí con la esperanza de que los gobiernos de Europa nos dejen vivir como seres humanos y no como animales”.
Muhammed es uno de los 14 mil refugiados que ha llegado en barco a Turquía desde a las islas del Dodecaneso desde comienzos de año. Más del 90% proceden de países que sufren el conflicto y la guerra, principalmente Siria, Afganistán, Irak y Somalia.
«Viajé a pie, en autobús y en barco. El viaje en barco desde Turquía hasta aquí, hasta Kos, fue muy peligroso. Pagas un contrabandista para llegar a bordo de un bote de goma. Cuando le pagas, te dice que solo habrá 25 personas a bordo. Y en la noche que embarcas, ves que ya hay medio centenar de personas que se sientan contigo en el barco y no se puede decir no. Llevan armas y dicen que te van a matar si no entras. Cuando llegué al barco estaba pensando en mi familia, no en mí. En esta situación tienes que ser valiente. Algunas personas en el barco estaban llorando. El bote era demasiado pequeño para todos, solo ocho metros de eslora. Me siento afortunado de estar aquí, seguro«.
Muhammed prosigue: «desembolsé 4.000 dólares a los contrabandistas para que me trajeran aquí. Era el dinero que había ahorrado durante más de seis años con la farmacia, junto con algo de dinero prestado. Le di unos 1.000 dólares a mi familia para sobrevivir en Afganistán. Después de esto iré a Atenas, y luego Alá dirá. Es mejor salir de Grecia porque es el país más pobre de Europa; hay que ir más allá. Pero se tiene que pagar mucho dinero para esto, y ya no lo tengo, por lo que tendré que tratar de hacerlo por mi cuenta”.