En los últimos meses, la pequeña ciudad de Borno, situada junto en la frontera con Camerún, se ha convertido en un destino para miles de personas. A diario, llegan huyendo de las operaciones militares del Ejército nigeriano, de los ataques de Boko Haram, y en busca de alimentos y servicios básicos. Nuestro coordinador de proyecto en la ciudad, Danca Paiva, analiza la situación.
¿Qué está haciendo MSF en Pulka?
Pusimos en marcha este proyecto en octubre de 2016 porque la población carecía de atención médica. En un contexto marcado por la difícil situación de seguridad y la ausencia de asistencia, era esencial conseguir que los servicios fueran accesibles para todos. Ahora gestionamos una clínica que brinda tratamiento contra la desnutrición infantil y proporciona atención prenatal a mujeres embarazadas. Nuestros equipos también llevan a cabo actividades de agua y saneamiento como el transporte de agua con camiones cisterna y la construcción de letrinas. El objetivo de estas acciones es asistir, sobre todo, a desplazados procedentes de diferentes aldeas de Gwoza; especialmente de las localidades fronterizas con Camerún. Estas familias han buscado cobijo en el mismo recinto donde se ubica nuestra clínica.
¿Cuál es la situación con respecto a los recién llegados?
Recientemente, Pulka ha registrado un aumento drástico de nuevas llegadas: desde enero, más de 11.300. La población estimada alcanza ya los 42.000 habitantes; la gran mayoría son desplazados. Huyen del conflicto y proceden de diferentes áreas de Borno, donde los combates continúan. Nos cuentan que los hospitales y los mercados no funcionan porque los han quemado y que apenas pueden cultivar o conseguir leña para cocinar. La mayoría de los recién llegados se instalan primero en el recinto del hospital donde prestamos atención primaria. En el recinto, también prestamos otros servicios junto con otras ONG y actores dado que los campos, recién construidos, no tienen suficiente capacidad en materia de agua y saneamiento. En marzo, se trasladaron a unas 1.000 familias a estos nuevos campos, pero otras muchas necesitan un lugar adecuado para vivir con servicios apropiados, tales como letrinas, y con un suministro regular de agua asegurado. Nuestros equipos suelen estar preparados para recibir nuevas oleadas de desplazados. Realizamos exámenes médicos y nutricionales, revisamos su estado general de salud y derivamos a quienes requieren una atención médica específica a la clínica. La mayoría llega con las manos vacías.
Les damos galletas de alto contenido energético BP-5 para ayudarles a recuperar las fuerzas. A menudo están muy débiles y presentan hipoglucemia. Son personas que llevan atrapadas en el conflicto durante mucho tiempo en zonas donde no hay actores humanitarios y donde entendemos que no han tenido acceso a la atención sanitaria. Por ejemplo, la mayoría de los niños nunca habían sido vacunados. Por ello, identificamos a los niños de 6 meses a 10 años de edad para incluirlos en un programa ampliado de inmunización contra el sarampión y la tos ferina, entre otras enfermedades. Posteriormente, les facilitamos alimentos y artículos de primera necesidad que les deben servir hasta que estén registrados y puedan recibir la distribución de alimentos del Programa Mundial de Alimentos (PMA).
¿Cuáles son los principales desafíos en el área?
Las patologías más frecuentes entre los pacientes son infecciones respiratorias y diarreas acuosas agudas, malaria, gastritis y conjuntivitis. Nuestro principal objetivo es atender sus necesidades sanitarias, pero debido a la magnitud de la crisis y a la falta de otras alternativas, también hemos tenido que facilitar refugio a los desplazados.
La gente vive al raso y está muy expuesta al sol, así que tratamos de proporcionarles sombra y cobijo. Hay riesgos para su salud porque el peligro de brote de enfermedades contagiosasen el campo es alto. Por ello, también hacemos mucha promoción de la salud para garantizar que los recién llegados mantienen un alto nivel de higiene personal.
Se trata pues de uno de los proyectos más complejos que tenemos en Nigeria en términos de necesidades, contexto y retos.
¿Es necesario incrementar la asistencia sanitaria y humanitaria?
A medida que la población de Pulka aumenta, también lo hace la presión sobre los recursos existentes que facilitan los pocos actores humanitarios presentes en la ciudad. Por ejemplo, comprobamos que la demanda de agua era muy alta y que la gente se peleaba por conseguirla, así que tuvimos que cubrir esa carencia. Para ello, hemos creado una gran cantidad de puntos de agua en el campo y hemos organizado dos camiones cisterna que trasladan agua a diario. Actualmente, proporcionamos 4.000 litros de agua al día a las aproximadamente 1.800 personas que viven en el recinto hospitalario. Esto equivale a un promedio de unos tres litros al día por persona. En los campos recién construidos, Oxfam construyó varios pozos y la población también recibe 16.000 litros de agua diaria proporcionada por Oxfam y nuestra organización en otro de los centros.
Las necesidades son enormes y, por encima de todo, está el desafío de establecer un sistema de derivación integral de pacientes que presentan enfermedades que no pueden tratase aquí. No existe atención secundaria de salud en la zona. Ahora mismo, si le pasa algo a alguien durante la noche, o incluso durante el día, que requiera un traslado urgente, no podemos evacuarla porque el helicóptero no está médicamente equipado. Tampoco podemos trasladarla por carretera ya que nuestros vehículos no pueden salir fuera de aquí por motivos de seguridad.
Prestamos asistencia sanitaria a los desplazados por la violencia y a las comunidades de acogida en el noreste de Nigeria desde mediados de 2014. En la actualidad, gestionamos 12 centros médicos en siete poblaciones de Borno: Maiduguri, Monguno, Damboa, Gwoza, Pulka, Ngala y Benisheikh. Nuestros equipos también proporcionan atención periódica en Bama, Banki, Dikwa y Rann.