Casi un mes después de la firma del tratado entre la Unión Europea y Turquía, la situación a lo largo de Grecia sigue siendo inhumana y caótica. En campos improvisados y centros de detención a lo largo del país alrededor de 50.000 personas están varadas en condiciones terribles. Bajo un calor que se está convirtiendo en insoportable, muchos no tienen la posibilidad de acceder al sistema de asilo y están perdiendo rápidamente las esperanzas de juntarse con sus parientes o encontrar un lugar donde vivir en paz.
Las 10.000 personas atrapadas en Idomeni no deben pagar con su salud las mediocres políticas europeas
Después del cierre de la ruta de los balcanes hacia Europa, en Idomeni miles quedaron atrapados en el campo y expuestos a los estallidos de violencia de la policía fronteriza o los traficantes. Los equipos de Médicos Sin Fronteras (MSF) trataron bebés de sólo seis semanas de edad que estuvieron expuestos a gases lacrimógenos y niños de diez años con heridas de balas de goma.
Los equipos de MSF están atendiendo también las consecuencias que generan en la salud de las personas asentarse a largo plazo en un campo que no ofrece refugio adecuado, provisiones de salud o sanitarias. MSF actualmente colabora con las autoridades nacionales para llevar a cabo una campaña de inmunización que proteja a los niños de enfermedades prevenibles con vacunas.
“Algunos de estos niños nacieron en suelo europeo, otros han sido desplazados por meses, algunos por años, y la mayoría de ellos no recibieron las vacunas de rutina que necesitan” dice Emmanuel Massart, coordinador de terreno para MSF en Idomeni. “Europa decidió evitar el movimiento de miles de personas a través de Grecia pero no planeó satisfacer sus necesidades más básicas. Esta es una crisis completamente predecible, causada por la negligencia deliberada de los gobiernos e instituciones europeas”
[Actualización 25/05/2016: El campo de Idomeni fue desalojado. Más información aquí]
Impotencia y frustración se suman a la tensión en Atenas
La situación no es mejor en Atenas donde, a pesar del alivio que proporcionan voluntarios y asociaciones locales de caridad, no existen condiciones básicas de vida. Impotencia y frustración se suman a la tensión entre los refugiados que sienten que sus casos son categorizados arbitrariamente de acuerdo a sus nacionalidades.
“Todas las noches estallan discusiones entre sirios y afganos” explica Mohammad, un refugiado sirio de Latakia que llegó al puerto a mediados de marzo. “La decisión de aceptar a sirios e iraquíes como refugiados pero no a los afganos no es justa para nada, porque el sufrimiento de muchos afganos fue aún peor que el de los sirios” dice Mohammad. En el campo de Elliniko hay alrededor de 4000 refugiados, la mayoría de Afganistán, que empezaron una huelga de hambre hace dos días en protesta por las nefastas condiciones de vida del campo.
Oficiales de policía vienen al campo de Pireaus varias veces al día para persuadir a las familias de que suban a buses que los llevan a campos dirigidos por el gobierno hasta que lleguen sus papeles. Pero muchos lo rechazan, a pesar del riesgo de ser desalojados.
Los servicios en los campos dirigidos por el ejército están lejos de lo prometido
Una vez dentro de los campos dirigidos por el gobierno no es difícil entender por qué la gente no quiere ir allí. Los servicios que ofrecen están lejos de lo que promocionan en Pireaus. Cerca de la frontera albanesa, en la ciudad de Ioannina, el campo dirigido por los militares hospeda a 15.000 solicitantes de asilo que pasan sus días en el calor y se congelan por las noches. Duermen en carpas sin colchones y no tienen más que sábanas para separar sus cuerpos del frío, duro y pedregoso suelo. Un camión del ejército griego viene dos veces al día a distribuir comida y agua. Las personas se la pasan tratando de evitar serpientes y escorpiones, mientras hacen fogones para proveerse de calor y esterilizar agua para prevenir a sus hijos de sufrir más episodios de diarrea.
“Tal vez tengamos suerte porque no estamos atascados en las islas pero no estamos mucho mejor que allí. También estamos atascados en este lugar terrible sin idea de cuánto tiempo vamos a vivir aquí y cómo vamos a sobrevivir” dice Khaled, un hombre Yazidi de las montañas de Jebel Sinjar en el Kurdistán iraquí. “No esperábamos vivir así en Europa, vinimos buscando seguridad después que ISIS nos matara, secuestrara y violara a nuestras mujeres y nos exiliara. ¡Todo el mundo estaba mirando nuestra tragedia pero nadie hizo nada para ayudar a mi gente!”
Las “islas-prisión” griegas
En las costas de las islas griegas, miles de personas, la mayoría de ellas huyendo de guerras en Siria, Irak y Afganistán, están detenidas detrás de capas de alambre de púas. Siguiendo la apresurada implementación del tratado entre UE y Turquía, hombres, mujeres y niños están encerrados sin cargos, muchos más allá del período máximo de 25 días, en espacios putrefactos diseñados para alojar temporalmente a personas por pocos días.
“El centro de recepción de Samos actualmente supera cuatro veces su capacidad, las condiciones son lamentables y la tensión está a punto de estallar” dice Julien Delozanne, coordinador de terreno de MSF en Samos. “Tan poca información se provee a quienes están encarcelados aquí que no pueden ver qué les depara el futuro. Hasta donde entendemos, los menores sin compañía y otras personas vulnerables están excluídas del tratado UE-Turquía y no van a ser devueltos a Turquía, pero igual son detenidos. La mala gestión y el poco planeamiento que Europa está demostrando en Samos va más allá de lo creíble”.
Mientras tanto en Lesbos, a aquellos que fueron detenidos por más de 25 días se les permite moverse por la isla pero se les deja virtualmente sin asistencia. Familias y menores sin compañía son separados de los hombres adultos solteros, pero muchos casos vulnerables son pasados por alto y las condiciones en los campos permanecen muy por debajo de lo aceptable.
“En nuestros proyectos alrededor de toda Grecia estamos presenciando las consecuencias de políticas inhumanas que han dejado a miles de personas atrapadas y olvidadas sin acceso a servicios básicos o información” dice Stefano Argenziano, coordinador de operaciones para los proyectos de migración de MSF. “Los Estados y autoridades europeos decidieron hacer de la disuasión su única prioridad y desistieron de proveer protección y asistencia a estas personas, a pesar de la responsabilidad moral y legal de hacerlo”.