Escrito por Ana de Lemos, Directora Ejecutiva de Médicos Sin Fronteras en Brasil.
Incluso para una organización como Médicos Sin Fronteras (MSF), para la que combatir epidemias es una labor central, la pandemia de COVID-19 ha planteado un desafío sin precedentes.
Durante el año pasado, respondimos ante la incesante demanda por suministros médicos y recursos humanos, y seguimos trabajando en los lugares donde las necesidades son más urgentes. En abril de 2020 comenzamos nuestra respuesta ante el COVID-19 en Brasil, pues las necesidades de las comunidades vulnerables se hicieron evidentes rápidamente. Desde entonces, implementamos nuestra mayor respuesta desde que nuestra organización comenzó a brindar servicios médicos en Brasil a principios de la década de 1990.
Cientos de nuestros empleados y empleadas han participado en el tratamiento de pacientes con COVID-19 en Brasil. Muchas de estas personas son brasileños y brasileñas con una gran experiencia internacional en proyectos de MSF, a quienes, por primera vez, se les ha pedido que respondan a una crisis en su propio país.
Hemos trabajado en varios estados brasileños ayudando a personas sin hogar, migrantes, comunidades indígenas y personas en las cárceles. En el norte del país, apoyamos los sistemas de salud locales en los estados de Amazonas y Roraima, y comenzamos un proyecto en Rondonia para mitigar los impactos del COVID-19.
«Estamos ante una epidemia fuera de control»
Debo admitir, sin embargo, que el desafío que Brasil enfrenta hoy —y seguirá enfrentando al menos durante las próximas semanas— no tiene precedentes. En marzo de 2020, cuando teníamos menos de 300 muertes por COVID-19 y unos 6.000 casos en total, las cifras ya eran extremadamente preocupantes. Ahora, como nuestro promedio diario supera las 2.000 muertes y más de 70.000 nuevos contagios, observamos un panorama muy sombrío. Nos enfrentamos a una epidemia que está fuera de control. Los sistemas de salud en la mayoría de los estados brasileños están al borde del colapso o ya se encuentran en ruinas.
Por ello vale la pena reflexionar sobre cómo llegamos hasta aquí. Brasil es hoy el epicentro de la pandemia mundial de COVID-19, y cuenta con el mayor número de muertes diarias. Contamos con alrededor del 3 por ciento de la población mundial, pero actualmente representamos alrededor del 15 por ciento de todos los casos nuevos en el mundo. Es obvio que esto podría haberse evitado.
Desde el comienzo de la pandemia, ha habido una falta de dirección clara y cohesiva por parte de las autoridades con respecto al distanciamiento físico, el confinamiento, el uso de mascarillas e incluso las vacunas. Con demasiada frecuencia, los mensajes de los funcionarios públicos han disuadido a las personas de usar mascarillas o vacunarse. Las autoridades invirtieron recursos públicos para promover tratamientos que no fueron efectivos contra la enfermedad.
Nuestra experiencia en epidemias anteriores nos ha enseñado que las medidas difíciles pero necesarias se aceptan y adoptan más fácilmente cuando se presentan a las personas de una manera clara y coherente. Puede parecer obvio, pero lo obvio merece repetirse en este momento: superar la pandemia y reducir su impacto social y económico solo será posible con la solidaridad y las acciones de toda la sociedad.
Reconocemos el valor esencial y el papel del sistema de salud pública brasileño en la respuesta a esta crisis de salud. En los lugares donde trabajamos juntos, hemos visto el excelente trabajo de las y los profesionales de la salud, pero sabemos que el sistema está siendo llevado a su mayor límite. La excesiva carga de trabajo ha dejado a muchos profesionales de la salud de todas las especialidades con problemas de salud mental.
“Es momento de actuar”
Incluso ante esta situación tan difícil, creemos que hay formas de reducir el costo de vidas humanas que estamos pagando durante la pandemia.
Las autoridades sanitarias pueden mejorar las prácticas para realizar testeos con la adopción de las pruebas de PCR a mayor escala o, en su defecto, pruebas rápidas de antígenos. Estas detectan si una persona tiene el virus y, con esta información, es posible aislarla de manera eficiente. Las pruebas rápidas de anticuerpos, ampliamente utilizadas en Brasil, no son adecuadas en muchos casos porque una persona puede dar positivo a pesar de no tener el virus activo en su cuerpo.
Lamentablemente, el programa de vacunación tuvo un comienzo lento y no sabemos cuándo se inmunizará a una parte considerable de la población.
Además de esas acciones, Brasil debe adoptar inmediatamente medidas colectivas que reduzcan el movimiento de las personas, garantizando al mismo tiempo que los grupos vulnerables tengan los medios básicos de subsistencia en compensación por la interrupción de sus actividades económicas.
De esta forma reduciremos la propagación del virus. Si los contagios no se reducen, ciertamente habrá un aumento en el número de pacientes con COVID-19 en un corto período de tiempo, lo que afectará aún más a un sistema de salud ya abrumado.
Por eso, ahora más que nunca debemos unirnos detrás de las medidas necesarias para evitar una escalada aún mayor en el número de casos y muertes que pueden ocurrir en unas pocas semanas. Como organización médica, es nuestro deber hablar sobre las muertes que se pueden evitar. Todos, tanto los individuos como los que tienen el poder público, no tienen más tiempo que perder. Ha llegado el momento de actuar.