El miércoles 8 de abril de 2020, un hospital que gestionamos conjuntamente en Idlib (noroeste de Siria), recibió a un hombre de 65 años que padecía una afección cardíaca y presentaba síntomas el COVID-19, como dificultad respiratoria aguda y fiebre.
A su llegada, ingresó inmediatamente en una tienda de observación fuera del hospital que instalamos como parte de nuestra respuesta contra el COVID-19. El equipo le proporcionó oxígeno y le brindó la mejor atención médica posible, mientras esperaba que una ambulancia lo derivara a una estructura dedicada a tests y seguimiento, según los planes de referencia acordados entre la Organización Mundial de la Salud (OMS) y las instituciones sanitarias de la región.
Seguidamente, el personal médico trató de organizar la derivación del paciente contactando dos instalaciones, una gestionada por la OMS y otra por las autoridades sanitarias locales, para tratar los casos sospechosos o confirmados de COVID-19.
Sin embargo, ninguno de los dos hospitales pudo recibirlo. Los suministros necesarios para su tratamiento no estaban disponibles en una de las instalaciones médicas y en la otra no estaban listos todavía para admitir pacientes sospechosos o confirmados de COVID-19. El servicio de ambulancia contactado tampoco estaba listo para el traslado del paciente.
«A pesar de las diferentes negativas, el equipo médico en el sitio siguió buscando soluciones para este paciente», explica Cristian Reynders, nuestro coordinador de terreno para el noroeste de Siria.
Una hora después de la llegada del paciente a dicho hospital, el equipo de vigilancia de enfermedades de la OMS vino a recoger una muestra para un test que confirmó, 24 horas después, que el paciente no padecía COVID-19.
Más tarde ese día, se movilizó otra ambulancia para transportar al paciente al primer hospital contactado que, durante este tiempo, hizo todo lo posible por encontrar los suministros necesarios para poder ingresarlo en el hospital, a pesar de la escasez, incluso en equipos de protección para ser capaz de tratar a estos pacientes.
“Estos hechos muestran dos lecciones importantes. Una que ya conocíamos y otra que nos preocupaba: es bien sabido que el sistema de salud en Idlib está completamente sobrecargado y tiene muy pocos suministros. Y esta situación, ya de por sí desafiante, para mantener sanas a las personas se desbordará si el COVID-19 se propaga aquí. Solo un caso sospechoso ha demostrado que esta región tendrá dificultades para hacer frente a esta pandemia”, explica Cristian Reynders.
«En los últimos meses y años, desde MSF hemos alzado la voz sobre la situación crítica que se vive en el noroeste de Siria, pero también hemos subrayado las limitaciones que tanto nosotros y como otros actores médicos enfrentamos para responder adecuadamente a las necesidades y ofrecer un tratamiento adecuado a los pacientes», agrega Reynders.
“Hoy luchamos por llevar suministros y recursos humanos al noroeste de Siria y esto está obstaculizando enormemente nuestra capacidad para ampliar nuestra respuesta. Nos coordinamos con otros actores en el terreno, pero muchos enfrentan desafíos similares. Sin embargo, nuestras actividades, nos recuerdan constantemente cómo se necesita urgentemente asistencia médica, aún más ante una pandemia».
El jueves 9 de abril de 2020, el paciente murió de una insuficiencia cardíaca. «Estamos tristes por la muerte de esta persona. Y aunque la prueba resultó negativa, esta experiencia ha demostrado que la región no está lista para hacer frente a la pandemia. Se necesitan esfuerzos urgentes para poder estar preparados para enfrentar la tormenta que se avecina”, advierte Reynders. Esta semana, seis pacientes más con síntomas de COVID-19 llegaron a dicho hospital, cuyo sistema de admisión se ha adaptado para cribar, detectar y derivar pacientes con estos síntomas; para proteger al personal médico y a otros pacientes de infecciones. Pero aún queda mucho por hacer ante esta situación.
«Todos hacemos lo mejor posible con los medios disponibles y en el contexto con el que tenemos que lidiar», concluye Reynders.
“Pero nuestra incapacidad para ampliar nuestras actividades en Idlib y hacer más frente a esta emergencia de salud es una realidad diaria que podría tener consecuencias dramáticas. Reiteramos nuestro llamamiento a las autoridades turcas para facilitar el tránsito urgente de suministros esenciales y el acceso de personal al noroeste de Siria, con el fin de permitir la ampliación de nuestra respuesta humanitaria y médica allí.»