Para muchas personas, la diabetes es una condición común a largo plazo. De hecho, la mayoría de las personas probablemente conocen al menos a alguien que vive con la enfermedad. Puede que también hayamos oído hablar de la insulina: un medicamento sencillo que salva vidas.
Sin embargo, cuando un conflicto, un desplazamiento o incluso las prácticas empresariales dejan a una persona diabética sin atención médica, esta condición común puede complicarse rápidamente y poner en peligro su vida.
¿Por qué trabaja Médicos Sin Fronteras para atender la diabetes?
La diabetes es una enfermedad crónica que se produce cuando el cuerpo no puede producir suficiente insulina, una hormona que regula los niveles de glucosa (azúcar) en nuestra sangre. Sin un tratamiento regular, con tabletas orales o inyecciones de insulina, estos niveles más altos de azúcar en la sangre pueden llevar eventualmente a enfermedades cardiacas e insuficiencia renal, así como a daños en los nervios y causar ceguera.
Se estima que 463 millones de personas viven con diabetes en todo el mundo, cifra que casi se ha duplicado en los últimos 30 años. Es preocupante que los casos aumenten mucho más rápido en los países de ingresos bajos y medios, incluidas las regiones en las que las personas viven en condiciones de inseguridad u otras crisis sanitarias.
En particular, el acceso a la insulina es un desafío. Esto significa que en innumerables comunidades, las personas que viven con diabetes y que necesitan insulina se enfrentan a obstáculos para recibir los medicamentos y la atención que necesitan para mantenerse saludables.
Una emergencia humanitaria
Para conmemorar el Día Mundial de la Diabetes de este 2020, te explicamos ocho razones por las que en muchos lugares, la diabetes es una emergencia sanitaria:
1 – Enfermedad invisible
A pesar de que la diabetes es un problema creciente en todo el mundo, se cree que las tasas de diagnóstico entre las personas que viven en crisis humanitarias son en realidad muy bajas. Por lo tanto, si se considera que los casos de diabetes aumentan rápidamente en los países de bajos ingresos, el número de personas que viven con esta condición sin tratarse podría ser muy elevado.
2 – Viajar puede ser peligroso
Para las personas que viven con diabetes en zonas de conflicto o regiones que sufren de inseguridad, hacer viajes regulares a centros de salud para recoger insulina o recibir tratamiento puede ser extremadamente peligroso, particularmente cuando muchos y muchas pacientes pueden no tener acceso a transporte.
3 – La insulina no siempre está disponible
En lugares remotos y rurales, o en regiones con acceso limitado a los recursos, un centro médico puede no tener un suministro fiable de insulina, lo que significa que algunos pacientes terminan racionando su suministro o incluso prescindiendo de él, arriesgándose a que su salud sufra consecuencias, o incluso a la muerte.
4 – Los precios de las grandes farmacéuticas
Sólo tres empresas -Novo Nordisk, Eli Lilly y Sanofi- controlan el 90 por ciento de todo el mercado de la insulina. Estas corporaciones farmacéuticas fijan precios altos que tienen un impacto significativo en los y las pacientes y en las organizaciones sanitarias de todo el mundo. Sin embargo, hay varias empresas que trabajan con la Organización Mundial de la Salud para producir versiones genéricas de insulina que podrían ser mucho más baratas y estar mucho más disponibles.
5 – Inseguridad alimentaria
Una parte fundamental del control de la diabetes es también el control de la dieta y, por lo tanto, del azúcar en la sangre. Sin embargo, cuando la comida es escasa, o cuando eventos como un conflicto causan que el costo de los alimentos básicos aumente – por ejemplo en Yemen -, mantener un horario de comidas regular y consumir porciones adecuadas puede ser increíblemente difícil.
6 – Agujas, jeringas y desechos
Junto con el acceso a la insulina en sí, el problema de encontrar y proporcionar el conjunto de herramientas necesarias – como agujas, jeringas y dispositivos de vigilancia – puede ser todo un desafío. Incluso con un suministro fiable, mantener limpios estos artículos vitales y deshacerse de ellos de forma segura también es difícil, especialmente para los y las pacientes que se han visto obligados a abandonar sus hogares o que ahora viven en campos de desplazados.
7 – El mito de la heladera
En muchos lugares, las temperaturas diarias pueden superar con creces el rango de almacenamiento recomendado para la insulina. Normalmente, la insulina se almacena en un frigorífico, pero esto es un problema cuando una persona no tiene uno, ya sea a causa de la pobreza, la limitación de energía eléctrica o porque se ha visto obligada a abandonar su hogar. En cambio, los y las pacientes suelen hacer múltiples viajes al día para llegar a una clínica, lo que cuesta tiempo, dinero y potencialmente arriesgando seguridad. Sin embargo, por experiencia, sabemos que las soluciones de almacenamiento alternativas simples (como las ollas de arcilla básicas) pueden proporcionar una forma de mantener temperaturas frescas y estables que permiten almacenar la insulina durante algún tiempo.
8 – El ciclo de complicaciones
Cuando una persona que vive en medio de una crisis humanitaria es incapaz de controlar su diabetes, aumenta considerablemente el riesgo a largo plazo de sufrir complicaciones graves, como la insuficiencia renal, enfermedades cardíacas y pérdida de visión. Y, cuando tales condiciones llegan a un punto donde se necesita atención médica urgente, la disponibilidad de acceder a una atención especializada y de emergencia puede no ser fácil. Dejar la diabetes sin tratamiento se convierte en un círculo vicioso que da lugar a condiciones más complicadas que requieren tratamientos más avanzados, mismos que tienen aún menos probabilidades de estar disponibles en medio de una crisis humanitaria.