«Las personas con las que trabajo han sufrido eventos violentos, como incursiones en el hogar, lesiones o la muerte de un miembro de la familia en la violencia relacionada con la ocupación.
Para cada paciente establecemos objetivos de trabajo específicos. Intentamos aminorar su sufrimiento y ayudar a las personas a ganar suficiente confianza para que puedan resolver sus problemas. Esto les permite recuperar un cierto sentido de control sobre sus vidas.
Vivimos en un lugar donde se producen muchos eventos traumáticos. Como consecuencia, se genera ira, preocupación y falta de esperanza sobre el futuro. Aquí, la mayoría de las personas afectadas son adolescentes, porque a esta edad quieren libertad. Son rebeldes, incluso contra sus familias.
Los jóvenes quieren vivir sus vidas. Quieren ver el futuro. Están llenos de energía. Pero son las personas que mueren aquí y que tienen más posibilidades de morir.
Decimos que cuando alguien sufre un evento traumático, es como romper cristales. A veces las personas pueden recoger las piezas y continuar con sus vidas solas. A veces necesitan a alguien que los ayude para hacer eso y ahí es donde podemos aportar.
Los principales síntomas que veo son ansiedad, problemas para dormir, sentimientos de tristeza o melancolía. Con los niños, los problemas de comportamiento y enuresis son comunes. Uno de mis pacientes es un hombre de 25 años. Después de tres semanas de trabajar con él, me dijo que se sentía como una persona nueva, capaz de ayudar a otros miembros de la familia, que podía comenzar a estudiar y trabajar, y controlar sus temores.
Los casos más complicados con los que trabajar son las madres de jóvenes que han sido asesinados debido a la violencia relacionada con la ocupación. Se enfrentan a problemas complicados de dolor, miedo y dinámica familiar.
Una consecuencia de la ocupación es el sentimiento de que uno no pueden vivir o desarrollarse normalmente como en otros países. Hay mucha frustración. No ven esperanza.
Ellos piensan, ‘bueno, vamos a trabajar o vamos a estudiar. ¿Y qué pasará después? ¿Para qué?’
Trabajamos con personas de todas las edades. Poco más de la mitad, el 54 por ciento, son mujeres. Más de dos tercios, o el 68 por ciento, son adultos. Pero también trabajamos con muchos niños. Cuando trabajamos con niños, involucramos a otros miembros de la familia. Para que pueden detectar problemas psicológicos en el futuro. La mayoría de los hombres que vemos han sufrido arrestos o lesiones.
Muchos de mis pacientes me dicen: «Quiero vivir, ser feliz, mirar hacia mi futuro», pero cada vez que intentan seguir adelante, sucede algo malo. Para mí es muy difícil.»