Por Felipe Reyes, uno de nuestros psicólogos en México; trabaja en la Línea de Atención Psicológica que apoya a personas migrantes y solicitantes de asilo.
Karina* es una solicitante de asilo que espera en México junto a su familia. Tuvo que salir de Honduras hace ya varios meses con su familia; su pareja y dos niñas de 4 y 9 años. Vivía amenazada por su anterior pareja, miembro de una pandilla y que tras la ruptura amenazó con matarla a ella, a sus hijas y a su pareja actual. Así que no tuvo más opción que salir huyendo de su país. Consiguió llegar a frontera norte de México para solicitar asilo en los Estados Unidos.
Debido al Programa de Protección al Migrante, Karina fue devuelta a territorio mexicano para esperar sus audiencias frente a un juez migratorio en el país del norte. De manera que, junto a su familia, espera su turno en la ciudad de Monterrey.
Allí supo que estaba embarazada. No lo sospechó al emprender su viaje a México, se enteró en esa ciudad norteña. Pensó que, si el bebé nacía en Estados Unidos, les iba a ser más sencillo pelear por el asilo o, en su defecto, solicitar la nacionalización para ella y su familia, porque estando en México se dio cuenta que tampoco es un lugar seguro para ella y su familia.
Se acercó el día de su primera audiencia. En su viaje hacia los Estados Unidos, Karina y su familia tomaron una camioneta en Monterrey con dirección al puente internacional de Nuevo Laredo, una de las ciudades más peligrosas para los migrantes, donde son frecuentemente asaltados.
Tan pronto entraron a Nuevo Laredo, fueron detenidos por una camioneta con hombres armados. Ordenaron al conductor que bajara la velocidad, se estacionara a un lado de la carretera y abriera las puertas del vehículo. El conductor accedió y los armados tomaron a dos personas que, como Karina, iban a presentarse a una audiencia de asilo en los Estados Unidos. Karina estaba aterrada, pensaba que se llevarían a sus hijas. Cuando todo pasó, comenzó a sentir un fuerte dolor en el vientre, mareos y muchas náuseas. Me contó que al llegar a la oficina de migración mexicana solicitó atención médica y se la negaron.
Una vez en los Estados Unidos, pensó que iba a poder recibir atención médica pero según su relato ahí también obtuvo un ‘no’ como respuesta. Después de pasar el día con intensos dolores, comenzó a sangrar profusamente y fue entonces que accedieron a brindarle atención.
Desafortunadamente, ya era tarde y había perdido a su bebé. La regresaron a su celda donde esperó su turno de audiencia para ser devuelta inmediatamente después con su familia a México a esperar la respuesta del juez.
Aún no sabe si le darán el asilo, si tendrá que quedarse en México o si será devuelta a su país.
La sola idea de que esto último pueda ocurrir le aterra de tal manera que sufre ataques de pánico. No hay día en que no piense en el bebé que no estará en sus brazos y en proteger a quienes aún tiene con vida.
Debido a las experiencias de violencia que ha sufrido en su vida, Karina tiene pesadillas recurrentes donde revive lo ocurrido. Siente un miedo constante, especialmente cuando sale de casa y no va acompañada. Todo el tiempo se encuentra en estado de alerta y por ello le cuesta mucho trabajo poder confiar en las personas, incluso en ella misma. A veces nota que está más irritable que otros días, hay días en los que le cuesta trabajo identificar razones para seguir con vida. Se aferra al amor que siente por sus hijas, su principal razón para seguir.
Hace más de un año que trabajo como psicólogo de la Línea de Atención Psicológica de Médicos Sin Fronteras para personas migrantes y refugiadas que viajan a lo largo de la ruta migratoria que atraviesa el país. Así conocí a Karina, que solicitó atención psicológica en nuestra línea telefónica gracias a que una firma de abogados en Estados Unidos que está llevando su caso le comentó sobre este servicio.
Con el tiempo he aprendido que, cuando el teléfono suena, del otro lado de la línea se encuentra una persona que realmente me necesita; ya sea porque su vida está en riesgo, se encuentra perdida o acaba de ser violentada sexualmente, asaltada o estuvo secuestrada o puede ser alguien que, después de una vida de lucha, está pensando en quitarse la vida porque ya no puede soportar más sufrimiento.
Su camino está lleno de imprevistos y adversidades. Por eso siempre estamos buscando maneras de acercar a estas personas nuestros servicios, ya sea médicos, de trabajo social y especialmente, de atención en salud mental, uno de los grandes ausentes en los servicios de salud en el país. Razón por la cual buscamos brindarles este servicio, ya sea por medio de las consultas directas que ofrecemos a lo largo de la ruta migratoria o vía telefónica. Todos los días recibo llamadas de casos que no dejan de impactarme; principalmente por la capacidad y resiliencia que muestran estas personas para salir adelante. Karina es una de ellas.
*El nombre de la paciente ha sido cambiado para proteger su identidad.
Artículo originalmente publicado en Europa Press.