Alfonso Laguna acaba de volver a España después de casi un año como coordinador general de Médicos Sin Fronteras en Somalia. Su relevo lo toma ahora Mónica Camacho, recién llegada de otro contexto complicado como es el de Sudán, y que afronta este nuevo reto con muchas ganas.
Por Fernando Calero
Ambos estuvieron durante unos días en Barcelona para intercambiar opiniones, experiencias y análisis con otros coordinadores generales de la organización. Así que decidimos aprovechar la ocasión de tenerles juntos para preguntarles sobre la situación de la población somalí y los desafíos a los que nos enfrentamos en el país.
Alfonso, ¿cómo valoras la experiencia de estos meses como coordinador general de MSF en Somalia?
AL: Trabajar con el personal somalí ha sido una experiencia muy positiva y los proyectos que tenemos en el país me parecen absolutamente pertinentes. Hay que tener en cuenta que en un contexto de conflicto como este, hay mucho lugares en los que sólo está MSF y que no hay prácticamente ningún otro servicio médico al que la gente pueda acudir. Además, trabajar en estas condiciones de seguridad en las que los expatriados no pueden ejercer su labor en el terreno , ha sido algo complicado, pero sin duda interesante.
¿Qué hemos contribuido a cambiar a lo largo de estos casi 20 años que llevamos trabajando en Somalia?
AL: Lo que de verdad ha cambiado, para mí, es que la gente tiene acceso a la salud en los sitios donde estamos. Si no estuviéramos, la gente no tendría adónde ir. Hemos conseguido mejorar la situación, en términos de salud, de la población que vive en los sitios donde estamos.
¿Cuáles son los principales retos de futuro para Médicos Sin Fronteras en Somalia?
MC: Debido a las circunstancias especiales de Somalia, la no presencia de expatriados es un reto que afrontamos día a día. Contamos con personal nacional con un nivel de calificación bastante alto, pero además se ha creado un modelo de gestión compartida en el cual afrontamos el desafío de cómo apoyarles, formarles más y garantizar de esta manera un mínimo de actividades, de calidad y unas condiciones mínimas de trabajo. El reto principal y mayor es cómo mantener las actividades y también, en lo posible, ampliar algunos servicios. Estamos hablando de un número importante de mujeres no atendidas en Mogadiscio, por lo que la apertura de una maternidad, aunque no a corto plazo, es un reto al que le estamos dedicando una gran atención.
Mónica, ¿Cómo afrontas una misión tan complicada después de haber sido coordinadora general en Sudán, un país igualmente muy difícil?
MC: Son contextos bastante difíciles, pero al final del día son poblaciones igual de afectadas y que tienen un grado de vulnerabilidad muy importante. Personalmente adquirí mucha experiencia en Darfur en manejo de la gestión de seguridad y de equipos y ahora en Somalia será el momento para aplicar de nuevo todo este conocimiento. Todo esto, con el punto adicional de manejar un modelo como es la gestión remota de actividades, que en Médicos Sin Fronteras no es el habitual. Es un desafío muy interesante y con muchas ganas y mucha ilusión voy a intentar cubrirlo.
Alfonso, como Mónica comentaba, los proyectos en Somalia llevan más de un año siendo gestionados desde Kenia, y en el terreno sólo puede trabajar el personal nacional somalí. ¿Han tenido que suspenderse algunas actividades médicas debido a esto?
AL: No, afortunadamente no habíamos tenido que suspender ninguna actividad hasta que hace unos días tuvimos que cerrar temporalmente nuestras instalaciones en Mogadiscio norte. La situación allí es muy complicada y el personal somalí, al igual que la mayor parte de los habitantes de los distritos del norte, ha tenido que abandonar la ciudad debido a la intensidad de los combates. Por lo demás, el personal nacional tiene mucha experiencia y ha estado recibiendo una formación adecuada durante mucho tiempo, así que la calidad de los proyectos es buena. El problema viene cuando queremos empezar actividades nuevas. Por ejemplo, hemos querido tratar casos de tuberculosis en Jowhar, pero es muy difícil hacerlo sin contar con un equipo de expatriados bien formado.
En Somalia hay 4 médicos por cada millón de habitantes y el acceso a la salud es muy limitado. ¿qué supone esta enorme carencia de cara a la población?
AL: Es un problema muy grave. En los sitios donde no está MSF y en los que tampoco hay otras organizaciones médicas, se producen grandes movimientos de población, pues los pacientes que necesitan de atención médica no tienen dónde ir.
Sólo en el eje que va desde Mogadiscio a Afgoye hay cientos de miles de personas que viven hacinadas desde hace años en campamentos improvisados. El número de desplazados internos en todo el país es prácticamente incalculable. ¿Qué hace falta para que estas personas que huyen de la violencia puedan volver a sus hogares?
AL: En Somalia es necesario que haya paz y que los diferentes grupos puedan llegar a un acuerdo, algo que es difícil a corto plazo. Para que la gente vuelva a sus casas, deberían de cesar los ataques contra la población, sobre todo en Mogadiscio, que es desde donde más gente se ve obligada a huir.
Las condiciones de vida de las personas que viven en la carretera a Afgoye son bastante malas, sobre todo en lo que se refiere al acceso al agua potable y a los servicios sanitarios. La situación nutricional allí también es alarmante, pero donde el problema es realmente grave es más al norte, en las zonas donde siempre suele haber sequía. Es una situación crítica. Estamos tratando de dar apoyo a la población, pero sin duda es un apoyo limitado con relación al número de personas que están afectadas.
Muchos están cansados de huir y optan por refugiarse en países vecinos como Kenia, Etiopía o Yemen. ¿Cómo son acogidos allí? ¿Se respeta su estatus de refugiados?
AL: Las fronteras están en su mayor parte cerradas para los habitantes de Somalia, como ocurre en el caso de Kenia o Etiopía. Aún así, la gente logra pasar, pero la situación no es fácil porque la acogida no es buena. Por ejemplo, en los campos de acogida de Dadaab, en Kenia, están pensados para 30.000 personas y hay alrededor de 300.000 que además están en condiciones bastante malas. De hecho, se habla de que están peor en Dadaab que en Mogadiscio, algo que aunque no es del todo cierto, sí demuestra las precariedades por las que pasan.
Muchos otros (alrededor de 50.000 personas cada año) optan por buscar refugio en Yemen atravesando las aguas del Golfo de Adén y arriesgando su vida en el intento. Viajan en barcazas atestadas de personas y en condiciones infrahumanas para llegar a un país que tampoco está mucho mejor, lo cual demuestra la terrible desesperación de la población somalí.
¿Cuáles son los puntos más conflictivos en el país?
AL: Sobre todo Mogadiscio, pues es la capital y se trata además de un enclave estratégico. Por ello todos los grupos la quieren controlar. La zona norte, en la región de Galgaduud está habiendo últimamente ataques muy fuertes entre distintos grupos armados para controlar la zona.
En estos momentos, ¿Cuáles son las necesidades más importantes de la población?
La población somalí ha sido victima durante décadas de un conflicto que no tiene muchas opciones de ser resuelto pronto, por lo que el grado de vulnerabilidad y exposición de la población es alto. Los constantes combates, inseguridad, cambios climáticos, sequías, falta de suministro permanente de comida, falta de acceso a servicios básicos de salud y educación, los hace victimas propensas a volver a niveles de emergencia.
Es por ello que el trabajo que realiza MSF tiene gran impacto. Somalia es un sitio donde los niveles de riesgo son altos, pero donde la gente tiene enormes necesidades y pocas posibilidades de asistencia por otros actores.